3. POR SEGUNDA VEZ

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Vuelvo a cargar la página por tercera vez en los últimos cinco minutos, pues me han enseñado desde siempre que la esperanza es lo último que se pierde y en estos momentos es lo único que me queda. Lamentablemente, el resultado sigue siendo igual de desalentador. No hay asientos libres en los vuelos con destino a Praga en las próximas ocho horas; ni siquiera en las primeras clases que por lo general nunca se llenan.

Mi garganta se seca y desde mi estómago sube poco a poco una sensación similar al vacío que cuando llega a mis ojos, se convierte en lágrimas cargadas de desesperación e impotencia al saber que pude haber evitado esta situación si tan solo hubiese salido de casa treinta minutos antes. Por segunda vez en la última semana he llegado tarde, pero esta vez no me he topado con un guapo prepotente bipolar, he perdido un vuelo.

He perdido un vuelo que me iba a llevar hacia mi primer festival de talla mundial.
Y parece ser que el mundo está en mi contra. Sin posibilidad de subir, sin vuelos libre, sin una solución a la vista. A nada de dejar escapar una oportunidad grandiosa.

Pude haber viajado antes, no obstante, el agente de Bogue me había insistido tanto en que participe de la entrevista, que no tuve fuerzas para decirle que no. Según lo planeado todo tenía que salir bien. Llegaría a media tarde a Praga, podría pasear un rato, alistarme e incluso ensayar. De no ser por mi maldita falta de organización.

–Con suerte alguien no aborda el próximo vuelo y le podemos revender el pasaje... –recuerdo las palabras de la encargada de ventas.

Pero la suerte es lo que menos me acompaña desde ayer, que me crucé con ese pateador de balones, egocéntrico y...

¿Por qué estoy pensando en eso ahora? me doy un golpe mental antes de volver a revisar el móvil, pero todo sigue igual.

Estoy tan mal, que ni siquiera le presto atención a la máquina de café que tengo a pocos pasos. Seguramente huele bien, pero la desesperación por no saber que más hacer me impide disfrutar del olor.

«no voy a llegar. Haga lo que haga, ya no voy a llegar»
El pensamiento retumba con tanta fuerza, que no me importa estar rodeada de gente, ni mucho menos que entre ellos ande un infiltrado de la prensa que me vea, porque me echo a llorar en silencio. No digo nada, pero las lágrimas que caen sin parar por mi rostro reflejan lo que estoy sintiendo por dentro.

Mi corazón late fuerte, las piernas me tiemblan y a mi alma parece faltarle un pedacito. Todo en mí ya se está resignando a decirle adiós al festival, a tocar con los mejores pianistas del momento, a...

–No han pasado ni 24 horas y nos volvemos a ver –susurran a mi espalda–. ¿Qué tienes que decir frente a esto, hermosura? ¿No que tan segura de que no volveríamos a encontrarnos?

Alexander.
Oír su voz es suficiente para tragarme todas las lágrimas, me limpio lo que queda con la mano y tomo una fuerte bocanada de aire. Me alejo por instinto, porque su cercanía me asfixia, su olor me confunde y no es momento.

Resulta que de todas las personas con las que me podía topar, el destino elige a este. Como para terminar de arruinarme el día, o para dejarme claro que no tengo ni suerte ni fortuna en esta vida.

–¿Qué pasa? ¿Te comieron la lengua los ratones, hermosura? –insiste un poco más alto al no recibir respuesta.

Me doy la vuelta cansada de todo, y siento que es mala idea porque de inmediato mis ojos se topan con los suyos, y me pierdo.

–Ahora no estoy para tus jueguitos –consigo decir tras aclararme la garganta.

–¿Por qué tan agresiva? –vacila acercándose, y yo me alejo–. Quiero que seas consciente que te dije que nos íbamos a volver a ver, y si estás enojada porque...

Decirte AdiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora