4. CLARO DE LUNA

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Por mi trabajo tengo que viajar mucho, pero en ningún vuelo me habían dado tantas atenciones

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Por mi trabajo tengo que viajar mucho, pero en ningún vuelo me habían dado tantas atenciones. Las tripulantes me ofrecen bebidas y bocadillos a cada nada, me han alcanzado un par de revistas de farándula e incluso se han ofrecido a encender la pantalla para poner una película o un partido de fútbol.

Nunca había viajado tan cómoda, sin el temor de fastidiar a quien va a mi costado o de hacer mucho ruido para no despertar a los demás. Me he dado cuenta que tienen que planear el despegue y aterrizaje con antelación, pero estoy segura que si tuviese un avión privado no tendría tantos problemas de impuntualidad.

Miro de vez en cuando a Alexander, que revisa algo concentrado en su portátil y aunque no me presta atención, le sonrío agradecida porque gracias a él ya estoy de camino a Praga y no me voy a perder el festival. Antes de despegar le he mandado un mensaje a mamá contándole que he conseguido vuelo, sin más. Ya luego le contaré como han sucedido las cosas, pues la conozco y sé que se va a alterar.

¿Qué diría Isabella si sabe que estoy en el avión de Alexander madrigal? Seguro se muere, y hace un escándalo para pedir detalles precisos, y luego comienza a planear quien sabe qué.

–¿Segura que no quiere ver algo?

–Pon el partido de la final de la EFL Cup –se me adelanta.

Dejo la revista en la mesita de al lado cuando se sienta en frente y extiende la mano para quitarme un par de galletas de coco.
ruedo los ojos porque no me ha pedido permiso, pero no le digo nada pues es su avión, son sus cosas y puede cogerlas cuando quiera.

–En seguida, señor –le responde ella–, ¿Champagne, jugo?

–Agua –señala el pote de galletas–, y trae más de estas.

–¿Por favor? –lo miro.

Y me arrepiento cuando el gris de sus ojos envía un escalofrío a mi columna vertebral.

–¿Entonces, hermosura? –dice tras levantar la ceja–, ¿lista para verme jugar?

–No quiero verte jugar, pero si no tengo de otra...

–Apuesto lo que quieras a que te va a gustar. Pero si no quieres perder nada por el momento, háblame de ti.

–A estas alturas debes saber mucho de mí ¿no es así?

–Te equivocas. No soy un acosador.

–Por la forma en que te has aparecido hoy en el aeropuerto podría decir que sí.

Sonríe y me derrito por dentro.
Me mira y desvío la mirada, cansada de sentir ese vacío en el estómago cada que me topo con sus ojos.

–Fue una pequeña coincidencia. El destino está a mi favor, y tu impuntualidad también, por lo visto.

–Gracias –la tripulante deja el vaso de agua y las galletas sobre la mesa.

–Todavía no pongas el partido –le ordena Alexander.

Decirte AdiósWhere stories live. Discover now