Cap. 27: Volver a verte.

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Konohamaru y Boruto hablaban en la oficina a pleno mediodía de Konohagakure.

La puerta se abrió de repente sin que nadie avisara con un pequeño golpe antes.

Entro ella.

La pelinegra.

A penas lo vio se fundieron en un abrazo y comenzó a llorar en su pecho.

El rubio no podía hilar palabra.

Konohamaru estaba estático.

Se separaron solo para mirarse mutuamente a los ojos y así Sarada poder hablar.

Sarada: ¡Ya estoy harta! ¡No aguanto más! ¡No quiero estar con ese tipo! ¡Quiero estar contigo, tarado!

Él literalmente no podía hablar.

Le temblaba el cuerpo y el corazón le latía a 150 ciclos por minuto.

Sarada: Es a tí a quien amo. Y no puedo esconderlo más intente cuanto lo intente...

Se limpió las lagrimitas de los ojos pero estas seguían cayendo. No habría pañuelo que aguante.

Sarada: ¿Me sigues amando? ¿Puedes perdonarme?

Dijo inclinando su rostro para acercarse a él.

Boruto: ...

Se acercó lentamente y empezó a entrecerrar los ojos para pegar sus labios junto con los de él.

Pero medio milímetro antes de besarse, a Boruto lo despertó su alarma.

Se levantó agitado y miró a su al rededor.

Esperaba, deseaba, rogaba por que Sarada estuviese allí.

La buscó hasta debajo de la cama y en la cocina.

Pero ni rastro de la Uchiha.

Se dejó caer de rodillas en el piso del pasillo que lo conducía al baño y su cara empezó a hacer muecas para querer llorar.

Boruto: Mierda... otro sueño... no puede ser...

Se agarraba la cabeza en desesperación y respiraba entrecortado como quien está a punto de llorar.

Trató de calmarse, se puso de pie y fue directo al baño a lavarse la cara.

Luego de que el agua fría contactase con su rostro se miró al espejo y vio en una fracción de segundo que su ojo derecho se encontraba azulado pero mucho más claro que de costumbre y su esclerótica estaba totalmente negra.

Secó su rostro con la toalla y luego se percató de lo que acababa de ver.

Asustado se miró de nuevo en el espejo y su ojito celeste, que tanto le gustaba a Sarada, volvió a estar allí lo más normal.

Boruto: Mierda... realmente me estoy volviendo loco.

Se puso su ropa de entrenamiento y la capa, igual a la de su maestro, para salir.

Tenía que poner su energía en otra cosa y dispersar la mente. Así que decidió entrenar solo.

De camino al campo de entrenamiento, notó mucho bullicio en el centro de la aldea.

Boruto: ¿Qué es eso?

Un carruaje hermoso, dorado, obviamente carísimo y custodiado por un guardia en cada punta se encontraba avanzando lentamente.

BoruSara IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora