SALVADOR III

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La calidez que emanaba el castaño apaciguo su desesperación y miedo. Levanto la mirada temblorosa con temor a la reacción que podía encontrar, pero Osamu lo esperó con una sonrisa ansiosa mientras lo apegaba con fuerza entre sus brazos. Chuuya suspiró.

—No te preocupes, yo también tengo habilidades y mucha gente que trabaja conmigo también las tiene 

—¡¿Si?!— Exaltado, tomó al castaño por los hombros acercándose a su rostro sorprendido.

—Por supuesto Chuuya, y creo que tu habilidad es increíble— Respondió nervioso con el calor en las mejillas.

—No, no lo es, yo...no lo puedo controlar — Desvió la mirada cabizbajo.

—Tranquilo, creo que podré ayudarte, pero por ahora... ¿vamos a comer?— Preguntó con una sonrisa pícara. 

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La cena había sido un éxito, Chuuya estaba encantado con sus ravioles de espinaca y ricota, pero aún más con ese jugo de uva rojo oscuro y de amargo sabor, el cual lo terminó por mandar a dormir sobre el regazo del castaño. 

—Cálmate Osamu, respira, no es nada, esto no es nada— Repetía mientras inhalaba y exhalaba, revolviendo su cabello cubriendo su boca mirando nervioso lo que tenía sobre sus piernas. Cabello enredado color fuego sobre él, piel lechosa e inmaculada, un respirar sereno y puro.  No podía creer que mereciera una vista así de angelical. 

—Dios, juro que puedo morir ahora, gracias. 

—Mhm. . . se mueve. . .mhm todo se mueve. . .

—Te advertí que no bebieras más de una copa 

—Era delicioso. . . 

—No debí darte, lo siento 

—Gracias a ti he conocido el paraíso, estoy en el cielo.— agregó levantando su rostro quedando frente a frente. Sus ojos azules que bailaban por el alcohol, pedían a gritos el café de los suyos, como si supiera que él, era su único antídoto. 

No pudo pronunciar ni una palabra, ni mucho menos tuvo la fuerza de alejarse, Chuuya le sonrió y Dazai babeó.  

—Dazai. . .—musitó. 

—D-dime— tragó y parpadeó rápido.

—Yo. . . no puedo— sus ojos se cerraron de golpe cayendo de nuevo sobre sus piernas. Soltó un largo suspiro, no sabía que era capaz de hacer, ni mucho menos si podía detenerse. ¿Qué hubiera hecho si Chuuya se acercaba aún más? 

—Qué problema— Tomó al pelirrojo entre sus brazos y camino a la habitación. 

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No pudo conciliar el sueño, aunque eso no era una novedad, pasaba días sin dormir por matar. Su mente de estratega no lo dejaba. Pero esta vez era diferente tuvo que amarrarse al sillón para no volver a esa habitación. Mentiría si dijera que no miro esa puerta toda la noche esperando un milagro. 

Soñó despierto como el pequeño pelirrojo se asomaba a la puerta y lo invitaba a pasar. Con las mejillas enrojecidas por el alcohol y camiseta desarreglada dejando ver parte de su hombro y clavícula. Tan solo imaginarlo se ponía rígido y no podía regular su respiración. Deslizo despacio su mano entre sus piernas, se acaricio lento y firme. Estaba duro. Excitado y culpable. No podía evitarlo, realmente no podía. Se enamoró a primera vista y ahora sufría las consecuencias.

Un ángel jamás se enamoraría de semejante demonio.


—Qué estúpido


Los primeros rayos de sol cubrieron su rostro. Frunció el ceño frotando sus ojos, volteó tratando de volver a dormir pero tan pronto estuvo consciente su cabeza le recordó las maravillas del alcohol. No había sentido un dolor así en su vida. Le estaban enterrando cuchillos que  le perforaban el cráneo llegando lento al cerebro. 

—Mhm... qué dolor —Se quejó tratando de ponerse de pie, pero tan pronto como lo hizo se desvaneció llegando de golpe al piso causando un estruendo.

—¡CHUUYA! —Atravesó rápido la puerta empuñando su arma, miró en todas direcciones en microsegundos. Exhaló pesado. Encontró al joven de cabellos fuego en el suelo con el velador dado vuelta sobre él. —Chuuya — Tomó ágilmente al pelirrojo en sus brazos y coloco todo de vuelta en su lugar. —¿Estás bien?— preguntó muy cerca de su rostro. 

El ojos cielo quedó sin palabras, estaba avergonzado y asombrado. Dazai era increíble. Asintió con la cabeza. El castaño sonrió.

—Bien, quédate en la cama te traeré desayuno y algo para la resaca— Habló dejando con cuidado al chico sobre la cama. —Me imagino que debe doler — Le dio palmadas suaves en la cabeza. 

—Duele — Gimoteó 

Un escalofrió le recorrió  el cuerpo. Maldijo en su mente sin quitar la vista de la cama.

—Descansa un poco más, no tardaré mucho 

—Lo siento te he dado demasiados problemas, debería irme de una vez —Habló cabizbajo 

—De ninguna manera

—¿Eh?

—No quiero que te vayas

—Pero...soy un monstro... no lo sabes...aquí —Tocó su pecho dejando salir algunas lágrimas 

—Estaré a tu lado podemos resolverlo, confía en mi — Limpió sus mejillas y revolvió su cabello en una caricia. —Voy por el desayuno 

Chuuya apretó su pecho. Quizás él tenía razón. Desde que estaba a su lado no escuchaba su voz, en ningún momento había perdido el control. 

¿Porque? 

¿Qué tenía ese extraño joven que lograba alejar al demonio?

Necesitaba respuestas,  tenía que quedarse. 

Quería quedarse.




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