PARTE ÚNICA

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Mil agujas clavaban al respirar. El vómito de sangre nacía desde las entrañas a la boca. Derrotado, sin control de sí, aceptó su suerte. A esta edad pensó que ya estaría muerto. De igual modo algo le impedía dejar la vida que tenía. Extrañaría la mafia. El vino.

Dazai.

Éste último no le perdonaría que alguien lo matase antes que él.

Perdiste tú turno, idiota.

No tenía fuerzas, esto lo carcomía por dentro, seguramente ya no tenía riñones, o algo. El Corazón, aún lo tenía, porque se le oprimía de dolor pensar en la desesperación de no poder frenar su inmenso poder.

¿En qué momento tomaste esa decisión tan suicida? Ni que fueras él.

Tenía miedo, sentía ira y pena, mucha pena.

No volvería a verlo. Y si lo viera, quizás ya no lo reconocería. Ya había perdido la razón.

Él jamás vendría a salvarlo. No tenía cómo saber dónde estaba. Sería imposible que lo supiera. Pero aun así. Anhelaba volver a verlo y ser salvado.

Deseaba tocar su piel, una última vez. Sentir el calor de sus labios. Sentir la salvación, que solo él le otorgaba. No podía negarlo. Siempre estuvo malditamente atado al castaño suicida. Por más que escapará, todos los caminos lo guiaban a sus pies. Tenía sus vendas tatuadas por todo el cuerpo.

Soy completamente tuyo.  Me atreví a confesar.

Y sin embargo ahora estaba solo en su lecho de muerte.

Su cuerpo cayó contra el piso. Luchó por no cerrar los ojos, pero ya no sentía nada.

El frío le calaba los huesos. 

Estaba muriendo.

Se acabó.

Osamu, lo siento. 

Susurró amargamente, derramando lágrimas.

— Tú a mí cariño.

Lo oyó a lo lejos. Era su voz. El corazón le dio un brincó, su muerte no sería horrible si podía escucharlo.  Sentía alivio, Dazai tenía razón, también odiaba el dolor.

Pero no ese que le causaba. Si no el dolor de estar sin él.

— Chuuya~ ya estoy aquí...— Su voz tembló, sin respuesta tragó fuerte, atrajo su cuerpo contra él —¡No te atrevas a dejarme gusano!— sacudió al pelirrojo.

Vamos, ¿Qué acaso no puedo morir en paz? 

— Ya cállate, me duele la cabeza — regañó entre dientes, abriendo lentamente los ojos zafiro.

¡¡Chuuya!!— soltó un grito y esbozó una sonrisa sincera. Tenía los ojos húmedos y las mejillas carmesí.

— Tardaste mucho— reprochó, mientras deslizaba su mano para tocar su enredado cabello.

— Me tomo algo tiempo, es difícil encontrar un microorganismo sabes.

— No sé cómo lo haces... creí que...— Su ceño se arrugó, mordió su labio, suspiró. 

Lo dejó ver todo lo que había sufrido. Estuvo a punto de morir, es más, aún tenía el cuerpo ido.

— Siempre llegaré a ti Chuuya, dónde quiera que estés, no lo dudes, no te atrevas hacerlo. —  Lo interrumpió.

Una sonrisa se dibujo en el maltraído rostro. Sintió el calor de su boca, de sus palabras, llegando directo a su pecho. Calentado todo su ser. 

El castaño lo abrazó, lo abrazo mucho, con la suficiente fuerza para arruinarle el momento al pelirrojo.

— Me vas a matar ¡maldita sea! — Gritó de dolor, fingiendo enojo, sin reflejar la felicidad que él le traía.

—No vuelvas a irte así, no te perdonaré si mueres sin mí.— Cruzó los brazos desviando la mirada con falso desprecio.

—Sólo tú puedes matarme — Admitió sonriente.

—Bien, no te entregaré a nadie. — Sentenció nervioso con carmín por todo el rostro.

—Bien,  por que siempre he sido tuyo. 

RESPIROWhere stories live. Discover now