Capítulo tres: el bosque...

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—Carajo —gruñó al tropesar con la raiz sobresaliente de un arbol.

Doric no estaba por ningún lado.

Los rayos del sol apenas lograban filtrarse a través del dosel espeso del bosque, pintando tenues destellos dorados en el suelo cubierto de hojas crujientes. Jessie se adentraba con cautela, la tensión palpable en cada paso. Los árboles altos se cerraban sobre él, creando sombras que danzaban con la brisa.

Sus pasos resonaban en el silencio e inquietante bosque, solo interrumpidos por el murmullo distante del arroyo. La sensación de ser observado lo envolvía, como si los árboles ocultaran secretos susurrados por el viento. Un escalofrío recorrió su espalda mientras continuaba sin exito alguno la búsqueda de Doric.

De repente, un crujido distante lo alertó. Nuevamente ese sonido. Se detuvo de golpe, su mirada escudriñando los alrededores. La maleza tembló y, sin previo aviso, una figura sombría emergió entre los árboles. Jessie se volvió, su corazón latiendo con fuerza, pero al mirar dos veces, no había absolutamente nada. Sin embargo, el sentimiento de ansiedad y vértigo seguía en la boca de su estómago como una advertencia tacita de que debía correr.

—Doric, no es gracioso —para este punto, la voz le temblaba haciendo más que evidente el miedo que recorría su sistema—. Mierda, ¿Quieres aparecer para que puedas reírte e irnos?

Quería aparentar tranquilidad, diciéndose a si mismo que era estúpido estar asustado, que solo se trataba de Doric gastandole una broma por ser tan cabeza dura. Solo que conocía a su mejor amigo y sabía que no era del tipo que hace bromas pesadas, así que no consiguió tranquilizarse ni un poco.

Se arrepentía de haber tenido la brillante idea de entrar a Mistfog.

—Juro que te mataré ¡Me escuchas? —gritó con un poco de rabia eclipsando su preocupación— ¡Doric?

La impaciencia empezaba a hacerse presente a medida que los rayos del sol empezaban a debilitarse cediendole el protagonismo a la oscuridad. Él no tenía ningun interés en permanecer en ese lugar cuando la luz del día fuera mitigada.

No hubo respuesta de parte de su amigo.

Al menos no una verbal.

A su izquierda, Jessie escuchó el crugir de las hojas secas, se giró a tiempo para ver una sombra alargada deslizarse en medio de los gruesos troncos de los arboles. La respiracion se atoró en su garganta, la sangre se le enfrió y el corazón retumbó con fuerza en su pecho.

Algo en su sistema le decía que debía correr.

Y él queria correr.

Pero no podía dejar a Doric atrás.

Jessie era incapaz de moverse, permaneció casi dos minutos estático,mirando fijamente al punto entre los arboles donde había desaparecido la sombra alargada. No quería apartar la vista, tenía el presentimiento de que si lo hacía, algo iba a saltar sobre él y sería su fin.
El viento sopló alborotando su cabello negro, el flequillo le tapó la vista un segundo en el que escuchó a sus espaldas como las hojas secas eran arrastradas. El corazón se le detuvo y empezó a correr sin un rumbo fijo.

Mientras Jessie corría a través del bosque, el sonido de sus propios pasos resonaba en la penumbra creciente. La oscuridad se apoderaba de Mistfog haciendo que su nombre cobrara sentido cuando la niebla se levantó de forma siniestra, envolviendo cada rincón con un manto de sombras. La sensación de que algo lo perseguía persistía, impulsándolo a mantenerse en movimiento, incluso sin un destino claro.

De repente, un sonido inquietante se deslizó por el aire, resonando entre los árboles como un eco de la oscuridad. No era claro. Era como la mezcla siniestra de un alarido y un gruñido que bien podia confundirse con el silvido del viento. Jessie apretó el paso, tratando de ignorar el gélido escalofrío que le recorría la espalda. El bosque parecía tener vida propia, conspirando contra él en un juego macabro.

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⏰ Ostatnio Aktualizowane: Feb 21 ⏰

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• LO QUE HABITA EN EL BOSQUE •Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz