Capítulo dos: agosto

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El sol se deslizaba lentamente hacia el horizonte, tiñendo el cielo de tonos cálidos que acariciaban los edificios de ladrillo rojo y las calles empedradas del pequeño pueblo. Una suave brisa movía las hojas secas que se acumulaban en las aceras, creando un susurro melancólico que resonaba en la tranquila tarde de otoño.

Dos chicos, Jessie y Doric, salían de la escuela, mochilas al hombro y risas en el aire fresco. Las hojas crujían bajo sus pies mientras caminaban por las callejuelas adoquinadas, sus conversaciones mezclándose con el susurro del viento.

—¿Viste la tarea de matemáticas? —preguntó Jessie, ajustando su gorro para protegerse del viento fresco.

Doric asintió con una sonrisa. —Sí, parece complicada, pero creo que podemos manejarlo. 

A medida que avanzaban, las fachadas de las casas de estilo colonial mostraban ricos tonos de rojo y naranja, combinando perfectamente con la paleta de otoño. Aun faltaba un poco para el atardecer, Jessie observó el cielo moteado de naranja, alternando la vista entre la bifurcación que tenía enfrente, donde una calle llevaba a la carretera principal y la otra a Cypress Lane.
Su madre seguiría en el trabajo a esa hora, probablemente no regresaría a casa antes de las ocho...

Había sido un día tan monótono.

—Mistfog suena interesante, ¿no crees? —comentó Jessie, mirando hacia el bosque que se extendía en la periferia del pueblo. La carretera se veía un poco desolada, con excepción de uno o dos autos que pasaban de vez en cuando, seguramente rumbo a sus casas luego de un largo dia de trabajo.

Doric frunció el ceño levemente. —¿Por qué piensas en Mistfog?

Jessie encogió los hombros con un toque de emoción en sus ojos. —Vi una publicación en línea. Algo sobre luces extrañas. Podría ser divertido explorar un poco, ¿no?

Y sobre todo. Era un lugar al que sus padres y todos los adultos les tenían prohibido ir.

Doric arqueó una ceja, pero no pudo evitar sonreír. —Eres un buscador de problemas, ¿sabías?

Jessie rió. —Bueno, la vida sería aburrida sin un poco de emoción.

Mistfog era ciertamente un lugar extraño. La gente del pueblo lo evitaba con cierto miedo y respeto, había muchas leyendas circulando alrededor de su intimidante arboleda y la niebla que se levantaba por las noches.

Después de un segundo, la sonrisa de Doric desaparecio. Sus cejas rubias se juntaron en un ceño fruncido —No creo que sea buena idea, Jess. Debo estudiar para el examen de historia y tú también.

Jessie rodó los ojos.

—¿No tienes curiosidad?

—No.

—Vamos, sera solo un momento. Solo una miradilla. Sacar un par de fotos.

Doric miró la pantalla de su teléfono movil, cuatro treinta. La negación escrita en cada parte de su postura. Estaba siendo más difícil para Jessie el influenciar a su mejor amigo para que hiciera cosas divertidas. A veces era tan aburrido.

—Eres tan malo —hizo un puchero mientras se colgaba del brazo del rubio.

—Apartate —Doric se tensó, digamos que no le gustaba ser hostigado con contacto físico.

—¡Bien! Vete —soltó a su mejor amigo y empezó a caminar hacía la carretera—, iré solo.

Sus pasos resonaron en la quieta tarde.

—Si desaparezco y muero como los chicos del mural sera culpa tuya por abandonarme a mi suerte —agregó con voz dramática sin darse la vuelta.

El chantaje con Doric era algo demasiado fácil, a veces Jessie se aprovechaba de lo blandito que era el corazón de su mejor amigo.

• LO QUE HABITA EN EL BOSQUE •Where stories live. Discover now