Capítulo 5: Una boda perfecta

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Ella  se casaba ese maravilloso día

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Ella  se casaba ese maravilloso día.

 Poco le habían importado los impedimentos y las objeciones de su familia.  Quería ser feliz y su felicidad tenía el rostro de Vincent Brown.

Su hermano menor,  se había ofrecido a acompañarla al altar  pese a las objeciones de su tía, la matriarca del clan Ardlay, mostrando así una determinación y fortaleza de carácter muy poco frecuentes para su corta edad.

 Albert sólo tenía diez años y era perspicaz, divertido y muy despierto. Lo amaba profundamente, aunque lamentaba que por su culpa hubiese discutido con la tía Elroy. Sin embargo, y contra todo pronóstico  había conseguido salirse  con la suya. El propio Georges lo escoltaría ya que nada ni nadie lo iba a persuadir de estar presente en el día en que su hermana contraía matrimonio. 

Elroy era severa, pero no una necia y no encontró valor para negarle ese deseo. 

Para el niño  Rose era más que su hermana: era casi como su segunda madre y se sentía muy unido a ella. 

Porque sólo ella lo comprendía. 

Aquel señalado día Georges estaba a su lado, parco en palabras, discreto y siempre atento a todo lo que ocurría a su alrededor, el hombre de confianza de su padre se removió inquieto en su lugar. No no tenía buen aspecto, se diría que había palidecido desde el mismo instante en que la vio aparecer en la iglesia con su hermano pequeño  del brazo. 

Era conmovedor. Se los veía tan solos, tan frágiles y tan fuertes en su determinación por seguir su propio destino.

Luego Albert se sentó a su lado con la satisfacción escrita en su rostro infantil. Ya estaba hecho: la había entregado a Vincent.  Georges sintió un dolor punzante en el pecho , consciente de que la había perdido para siempre, pero  sonrió cuando la joven Rosemary miró hacia ellos desde el altar antes de pronunciar sus votos.

 Vestía un hermoso vestido color blanco roto que había pertenecido a su madre Priscilla. Sus dorados cabellos estaban enmarcados en un hermoso tocado de rosas blancas y los dorados bucles le caían sobre la espalda. 

Georges contenía el aliento, embobado, hechizado por su belleza angelical.

Su tía se había negado a asistir como tampoco vino ningún representante de su familia. Solamente William, en su infantil afán por hacer feliz a su hermana, consciente de lo especial que era aquel día para ella había acudido. Nadie, ni nada  habría podido persuadirlo de lo contrario. El niño había insistido en acompañarla al altar  y ser partícipe de la felicidad de la novia, de su hermana. 

—Llévalo contigo, Georges. Y por Dios, no lo pierdas de vista... —Había concedido Elroy llevando su delgada mano a la sien, donde se le acumulaba en dolor por la tensión acumulada. —Pero el hecho que le permita acudir a esa disparatada ceremonia, no significa que lo acepte. 

Amor CautivoWhere stories live. Discover now