El joven heredero William Albert Ardlay está condenado a llevar una vida anónima, alejado de todo trato con personas que puedan descubrir su verdadera identidad. Prisionero en una jaula de oro tratará por todos los medios de huir de su destino hasta...
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Su amado Vincent Brown la llevó en su barco hasta las islas Bermudas.
Eran como pequeñas perlas bañadas por el turquesa del océano. Belleza salvaje en plena naturaleza, donde sólo había unas pocas cabañas de pescadores dispersas por la costa. Había una pequeña casa de huéspedes en el pueblo y la familia propietaria del negocio era amable y alegre. La tripulación de Vincent prefirió quedarse en los camarotes del barco a pasar la noche.
Rose se sintió libre, feliz, lejos del mundo encorsetado en el que le había tocado vivir. Los largos paseos por la orilla del mar al lado de Vincent, la llenaban de alegría. Sentía su corazón ligero y se preguntaba por qué su vida tenía que ser tan complicada. Odiaba la rigidez de los Ardlay y muchas veces había pensado en huir lejos de su familia.
Pero no lo hacia por amor a Bert. Estaba preocupada por él. Y temía por su salud. Lo estaban sometiendo a demasiada presión para su edad. Pensaba que a la larga aquel tratamiento acabaría por quebrar su espíritu ¿y si su hermano pequeño pagaba las consecuencias de la ambición de su familia qué iba a ser de él? Le bastaba con saber lo que el agotamiento por trabajar demasiado había hecho con su padre. Aunque, albergaba serias dudas de que aquella fuera la causa real de su muerte.
Rose había dejado una carta oculta en el escondrijo secreto de su hermano donde le explicaba sus sospechas. Y aquellas llevaban el nombre de su socio de negocios. El oscuro Oberon Mc Bride.
En ese momento, mientras paseaba de la mano de su flamante esposo supo que algo no estaba bien en ella. Se sentía débil y mareada. Pero lo achacó a las emociones del viaje. Vincent era un hombre que había viajado mucho y le hablaba de las diferentes culturas que conocía y los numerosos países que había visitado.
-Creo que un día me llevaré a tu hermano conmigo, querida. Me parece que tras ese aspecto de niño curioso e inquieto se esconde un infatigable viajero, como yo.- Dijo Vincent mirando a su flamante esposa con un brillo cómplice en sus ojos grises.
-Sí, querido. Mi Bert es un jovencito muy inquieto y según sus profesores tiene un gran potencial. Pero me preocupa terriblemente su salud. No es saludable para un chiquillo someterlo a esta presión. El haberlo privado de todo trato con la familia me parece demasiado cruel y no sé si a largo plazo le causará algún mal. Solo es un niño y los ancianos le han prohibido relacionarse con los otros niños de la familia. Y no digamos, relacionarse con otros chicos de su entorno. Si te digo la verdad, eso me parece inaceptable.
-No sabes cómo lo siento, Rose ...
Los ojos de ella brillaban llenos de rabia largamente contenida.
-De estar mi padre vivo esto no ocurriría...Me siento tan impotente. Y no puedo hacer nada... Nada para aliviar su situación.-Se lamentó ella mientras ahogaba un suspiro.
Vincent se acercó a ella y la abrazó.
-Eso es horrible...- Dijo sujetándole las manos. Estaban frías y eran blancas como la nieve.
