007| Sentimientos Explosivos

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007| Sentimientos Explosivos




— Quiero que la mantengáis en un sitio donde no pueda escapar.

Calíope miró a Alina en mis brazos y alzó las cejas asombrada: había traído al pequeño engendro al Olimpo para permitirle el "lujo" de conocer mi templo durante una semana. Semana en la que volvería loco al angustiado Eros que, aún sabiendo su paradero, no podría venir a encontrarla por sí mismo.

La semidiosa en mis brazos con los ojos cerrados, inconsciente. Sus pómulos marcados estaban teñidos por un ligero sonrojo ante el calor del que su cuerpo respondía por la temperatura de mi palacio. Sus largas y finas pestañas parecían incontables y su rostro sereno la hacía ver como una auténtica princesa durmiente.

— Yo me encargaré de ella —asintió Calíope comprometida—. Si tiene el carácter de su madre, será difícil de domesticar —sonrió algo maliciosa—, nada que una mano dura no pueda solucionar.

Negué depositándola suavemente sobre el diván entre nosotros. Su cuerpo se removió brevemente y mi respiración pausó ante la idea de que se despertara justo ahora.

¿Qué le diría?¿"Oye, lamento haberte secuestrado pero ya que estás aquí, ¡vayamos a chismear de tu padre!"?

— Es una niña aún —le hablé mirándola seriamente—. Queremos hacer sufrir a Eros, no a ella. Recuérdalo.

Calíope resopló.

— Arruináis la diversión, mi lord.

Suspiré.

— Solo déjala en algún lado —peiné mi cabello algo cansado— Me voy a dormir. Este monstruo da mucho trabajo.

La musa asintió y se inclinó ante mi regalándome una discreta sonrisa.

— Que descanse, mi señor.

Me alejé tan rápido como pude no sin antes darle una última mirada a ambas: Calíope miraba fijamente al bichito acostado en el diván y sentí la tensión envolverlas a cada segundo que pasaba. Sabía la razón por la cual la musa líder estaba tan centrada en ese diablillo con corazones en el los ojos. Solo esparaba que Calíope no se pasara de la ralla.

Caminé a mis habitaciones y pude distinguir murmurllos através de las paredes. Mis súbditos ya se habían enterado de la llegada de Alina Jackson, y estaba casi seguro de que nadie estaba contento por su llegada.

Nadie salvo Hipócrates.

Solté un bufido al verlo parado al lado de las puertas de mi habitación y él se reverenció sin ocultar su pequeña sonrisa. Estaba tan feliz desde la noticia de la existencia de Ágape que a veces me preguntaba si la quería más a ella que a mi sin conocerla.

— Mi señor —Saludó animadamente—, lo estuve esperando. ¿Cómo se encuentra su futura esposa?

Sonreí sin una pizca de humor.

— ¿Sabes? Al pensar en mi prometida siempre me he imaginado a una bella mujer con la que poder compartir mi alegría y coger con ella hasta repoblar el Olimpo —contesté pedante antes de lanzarle una mirada desdeñosa—. Ahora, lo único que Alina Jackson parece hacerme coger es insomnio y ansiedad. ¡A mi! ¡A un dios!

— Mi señor, le ruego que sea paciente. Es una muchacha joven y recién insertada en nuestro mundo.

Resoplé mirando a otro lado.

— Tenía haber seguido los pasos de Artemisa y crear mi propia cacería de hombres eternamente vírgenes —consideré—. Déjalo, seguramente me hubiera follado a todos.

Apollo's Heart | Apolo ²Where stories live. Discover now