Capítulo V

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Aún con la espada entre las manos, Amaan se dirigió a su principal molestia.

Ardmet.

La sangre negra del monstruo corría por la espada, y goteaba por el mango.

Ardmet retrocedió unos pasos con las palmas de las manos abiertas.

Soltó el arco temblando.

Ya no parecía él.

Antes había retado a Amaan, y ahora, le temía en todos los aspectos.

Fue entonces cuando Amaan se dio cuenta de que Ardmet no tenía miedo de él.

Amaan se tornó lentamente y se encontró frente a frente con un dragón blanco y azul.

Las escamas de su cuerpo eran de todos los tonos posibles entre el azul y el blanco.

Le miraba a los ojos con los suyos blancos como la luna, sin ningún tipo de pupila, pero no parecía querer atacarle.

Entonces vio la sangre caer por su lomo y más arriba, la flecha clavada.

Miró en la dirección en la que había estado la elfa, pero ya no estaba.

Solo el dragón.

El dragón tembló antes de una convulsión bajando la cabeza y arañando el suelo con las enormes garras, rugiendo una tras otra vez.

Cayó al suelo y se quedó mirando a Ardmet con los ojos entrecerrados.

Ardmet había lanzado una flecha envenenada.

El dragón empezó a respirar muy fuerte, y entonces, como un rayo, un gran trozo de hielo que brotó del suelo atravesó el cuerpo robusto de Ardmet.

Entonces Amaan supo que Ardmet había muerto.

El dragón se transformó en la misma elfa de antes y Amaan se quedó allí, inmóvil, tratando de asimilar lo que acababa de presenciar.

Cayó de rodillas y se miró las manos temblorosas.

Amaan pudo ver su propia sorpresa en sus ojos cristalinos, y no sabía cómo lo había hecho.

Amaan dio un paso al frente, pero la elfa se fue hacia atrás, mirándolo asustada.

—Tranquila. No voy a hacerte nada. —dijo Amaan amablemente.

Pero eso solo hizo que ella retrocediera más.

—Escucha...No voy a hacerte nada, te lo prometo. —dijo Amaan dando un paso hacia delante.

Ella siguió retrocediendo.

Vio la mano apoyada en el suelo, y vio tela roja.

Amaan se percató de que no era tela roja, había sido tela blanca o azul, pero estaba impregnada de sangre.

La elfa se dio cuenta de que miraba su mano y la escondió detrás de su espalda, aún sangrando, con la mitad de la flecha clavada.

Aún así, le dolía muchísimo, pensó Amaan antes de volver a avanzar.

—Quiero ayudarte. Confía en mí.—dijo él.

Por un momento ella no retrocedió. Se quedó mirando un buen rato y luego volvió a retroceder.

Se notaba su desconfianza inmensa en Amaan.

Entonces empezó a pensar en que ella quizá no podía entenderle por la diferencia lingüística.

Pero estaba equivocado, porque cuando dijo aquello, ella negó con la cabeza y los ojos entrecerrados.

—¿Hablas mi idioma?—preguntó Amaan.

La  Alianza  de  La  NocheWhere stories live. Discover now