Capítulo XXVI

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—¿Cuántos quedan? —dijo Breeze, mientras seguía derribando zarirratas.

—¡No lo sé!, ¡creo que quedan más de cien! —dijo Galen, que seguía cargando el rifle.

—¡Eh, Galen! —dijo Darian—¡Teníamos una llave para la trampilla de arriba!, ¿verdad?

—¡Sí!, ¡pero está dentro del coche, en la guantera!

—¿Qué?, ¡para eso hay que bajar y entrar es para lo que sirve la llave!

—¡Pues baja!, ¡eres tú el que la ha pedido, idiota!

De repente se oyeron otros tiros y todos los ojos verdes desteñidos y desiguales se volvieron hacia el atacante con chillidos agudos y rabiosos.

—¡Galen! —exclamó Miurah—¡Usa el maldito rifle!

—¡Eso intento! —respondió Galen.

Breeze saltó del coche, se transformó y comenzó a propinar zarpazos a todas las zarirratas posibles, Miurah disparaba, Amaan cortaba y Darian...bueno, Darian sólo gritaba dando ánimos...

Ya faltando sólo un pequeño grupo de zarirratas todo se había calmado.Quedaban una docena de las miles que habían sido: las demás estaban demasiado ocupadas comiendo a los cuerpos derribados.

Faltaban doce, y las doce recibieron más de una bala: Galen había logrado desencasquillar y cargar el rifle y acabó con todas las que quedaban, mientras que las que aún comían se ocultaron de nuevo entre los helechos y hierbas.

Hubo un larguísimo silencio, y Darian comenzó a reírse, aunque paró en seco.

—¡Chupaos esa, ratas asquerosas! —exclamó.

Después de otro considerable silencio, Miurah tomó la palabra.

—¿Todos bien? —hizo una pausa—¿Ningún arañazo ni mordedura?

Todos se quedaron en silencio considerando la pregunta.

Breeze negó.

—No en mi forma débil. —dijo.

—Yo tampoco tengo nada. —dijo Amaan—Creo.

—¿Darian? —dijo Miurah—¿Galen?

—Todo correcto. —dijo Galen.

—Gracias a Breeze, no, no tengo nada.

—¿De dónde habrán salido esas cosas?

—De los árboles o del subsuelo. —dijo Galen—Parecen topos, ratas y zarigüeyas al mismo tiempo.

—De los árboles no creo. —dijo Amaan—Somos licanes, ¿no?, los habríamos olido, y Breeze también puede escuchar a mucha distancia.

Miurah miró a Breeze, que ésta le devolvió una mirada nerviosa.

—Escuchaba siseos, pero no me imaginaba que fueran miles de ratas asesinas y caníbales.

—Zarirratas. —le corrigió Amaan.

—Lo que sean.

—Hay algunas que han huido, y no podemos quedarnos aquí. —dijo Miurah—Además, Amaan y yo hemos visto algo bastante raro.

—¿Raro? —dijo Galen—¿En Frondavia? Cómo no...

—Más allá del claro. Se veía Evernast, había humanos y seguramente ya estarán buscando qué ha pasado con todo este alboroto. —dijo Amaan—Tenemos que llegar a Punta Pliegue antes de que sepan que esta masacre es justo obra nuestra.

—¿Oísteis algo de la conversación? —inquirió Breeze.

—No. Cuando llegamos ya habían terminado de hablar. Sólo se daban un apretón de manos.

La  Alianza  de  La  NocheWhere stories live. Discover now