Capitulo 8 [SEGUNDA PARTE]

22 5 13
                                    

—No sabes cuánto te extrañe, demasiado.

El pesado cuerpo de Minerva yacía sobre mí, impidiendo el paso de oxígeno a mis pulmones y estando al borde de una Hiperventilación al tenerla demaciado cerca. Por suerte, logré safarme a ella de un manotazo.

—¿Y a que viniste, Minerva?

La brillantez de su sonrisa se había eliminado al instante. Cómo lo suponía.

—Calma, Cirila —su rostro enmarcaba una media sonrisa aterradora—. ¿Acaso no te da gusto verme?

Risas amargas escapaban de mi boca, haciendo estruendo por toda la casa.

—¿Gusto? —Volví mi mirar del techo hacía su rostro, generando una expresión de confusión y demencia— . ¿Cómo quieres que sienta gusto por ti después de lo que nos hiciste a Dayma y a mi, eh?

«Tres años sin ella y todavía se atreve a preguntar por qué de mi expresión. Descarada.»

—A ver, Cirila —defendió—. Te lo he explicado muchas veces: si me fui fue porque mi papá consiguió un trabajo nuevo en Monterrey y por eso nos mudamos tres años para allá.

—¿A si? —Seguía con mi cruce de brazos, indignada—. ¿Y por qué nunca avisaste que te ibas a ir? tuve que enterarme por otra gente. Nos abandonaste, a la mala.

—Perdóname, Cirila. Lo peor que pude haber hecho fue no decirles nada. Todo paso de repente, y por eso no dije nada —Junto sus dos manos, mirandonos a cada una —. Perdonenme las dos... por favor. Les prometo, no vuelve a pasar.

De repente ví cómo Dayma se acercaba a ella, con una mano reposando en su hombro.

—Aunque me hayas bajado al novio en la primaria, sabes que tienes mi perdón, amiga.

Ambas sellaron el perdón con un gran y majestuoso abrazo de mejores amigas. Mientras yo seguía observando a la chica castaña, cargando un semblante de alegría y dolor al mismo tiempo.

—Gracias, Dayma —volteó a mirarme y me di cuenta que un mar de lágrimas abundaba en su rostro—. ¿Y tú Ciri? ¿me perdonas?

Al verla no pude evitar aceptar su perdón, a diferencia de Day y yo, ella tenía un carácter que nosotras no: Era amable, educada y bondadosa; a diferencia de nosotras. Qué cargábamos un carácter frío y resentido que se podía resolver sólo con violencia física.

Bueno, Dayma sí... yo no, mi corazón de pollo y mi vulnerabilidad hacían más difícil mi frialdad y poder de vengarme de aquella gente que lo merecía. Gente que de verdad me había dañado.

—Está bien, Minerva —Me acerqué a ella, secando sus lágrimas—. Te perdono, pero ésto no vuelve a pasar —Levanté el dedo meñique como señal de juramento entre ella y yo—. ¿Prometido?

—Prometido. —Enganchó su dedal con el mío, cerrando el pacto—. Y muchas gracias, amiga.

Aprovechando que la tenía cerca, le dí un pequeño beso en su mejilla y la abracé cálidamente. Evadiendo los problemas del pasado.

—De nada, Mine —Obsequie unas cuántas palmaditas en el hombro de Minerva—. Qué alegría que estés aquí, de nueva cuenta, con nosotras.

Después de pasar un mal rato con Minerva y escuchar la justificación a su abandono, las tres pasábamos una tarde a todo dar. Decidí contarle los más importantes acontecimientos que pasaron después de ella: como la relación marchita que ahora llevaba con Derek, las crisis de ansiedad y pánico; resultado de aquella traición, y terminamos por hablar de la ahora pareja rota de Dayma: Trevor... mi profesor favorito.

STAR, la fuerza del amor © N°1Where stories live. Discover now