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Mía Martínez

Desperté en la cama, y la otra mitad estaba tan vacía como mi paciencia. Ferran Torres, el futbolista que se desliza en mi vida como un sueño furtivo, nunca está ahí cuando el sol y yo decidimos comenzar el día juntos. Suspiré, porque esta rutina de despertar sola ya era más conocida que mi propia sombra.

"¿Dónde estás, Ferran?" pensé mientras lanzaba un vistazo al reloj, marcando las horas en las que él, seguramente, se escabullía para volver a su vida 'oficial' con Sira.

Mis pies tocaron el suelo, y una sensación conocida se apoderó de mí. No es que esperara que esta vez fuera diferente, pero la esperanza a veces se cuela en las grietas de la realidad.

Me pregunté si él alguna vez se despertaba preguntándose por qué elegía escurrirse entre las sábanas antes de que la luz del día revelara nuestras sombras. A veces, la realidad dolía más que las mentiras compartidas en la penumbra de la noche.

Con un suspiro resignado, me levanté y comencé mi día. El aroma del café intentaba despertar mis sentidos, pero la ausencia de Ferran dejaba un sabor amargo en el aire. En la cocina, me enfrenté a la realidad que había aceptado en el lecho vacío: Ferran nunca se quedaría a disfrutar el amanecer conmigo.

Mientras el sol ganaba fuerza en el cielo, entendí que nuestra historia estaba marcada por mañanas de ausencia y no por abrazos al despertar. No era mi primera vez sintiendo esta soledad matutina, y no sería la última. El amor a veces es un juego de cartas marcadas, y yo estaba jugando mi mano sabiendo que las cartas de Ferran ya estaban repartidas de antemano.

Entonces, me dispuse a enfrentar el día, las sombras se disipaban, pero las cicatrices de la rutina permanecían, recordándome que nuestro romance clandestino estaba construido sobre una estructura frágil de promesas quebradas y despedidas silenciosas.

Entonces, me dispuse a enfrentar el día, las sombras se disipaban, pero las cicatrices de la rutina permanecían, recordándome que nuestro romance clandestino estaba construido sobre una estructura frágil de promesas quebradas y despedidas silenciosas

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Decidí que una ducha fría sería la mejor forma de despertar completamente de esta realidad a medias. El agua caía sobre mi piel, intentando lavar la sensación de vacío que acompañaba la partida de Ferran cada mañana. Cerré los ojos, permitiendo que la ducha actuara como un bálsamo temporal para las heridas de corazón.

Después de secarme y vestirme, elegí un conjunto para la sesión de fotos del día. Aunque el glamour del mundo de la moda intentaba iluminar mi día, sabía que detrás de las cámaras, mi corazón aún llevaba las marcas de las mañanas solitarias. Me puse un conjunto cómodo, no quería ponerme nada muy ostentoso para ir a una sesión de fotos.

En el espejo, mi reflejo mostraba una versión de mí que sonreía, pero los ojos contaban una historia diferente.

Después de cepillar mi cabello y aplicar un toque de maquillaje, salí de mi apartamento con la esperanza de que la sesión de fotos pudiera eclipsar temporalmente la sombra de la ausencia. La ciudad se desplegaba ante mí, sus luces titilaban como un escenario donde las cámaras capturarían momentos de belleza fabricada.

𝐃𝐨𝐛𝐥𝐞 𝐕𝐢𝐝𝐚 || 𝐅𝐞𝐫𝐫𝐚𝐧 𝐓𝐨𝐫𝐫𝐞𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora