Oxitocina | Cillian Murphy.

𝟏𝟗

Cuando Amelia abrió los ojos, la oscuridad exterior la recibió. Por las ventanas solo entraba un poco de luz lunar, la cual no permitía ver más allá de las palmas de sus manos. Se removió en la cama, recordando que no estaba en su departamento, ni su habitación ni su propia cama, sino que, a su lado, su profesor dormía profundo, con una mano rodeando su cintura y sus piernas aprisionándola contra él.

Ella le estaba dando la espalda, la cual estaba pegada en su pecho desnudo. A pesar de las altas temperaturas a las que estaban acostumbrados en esas fechas, la habitación estaba fría, al punto en que Amelia se acurrucó más contra Cillian, intentando encontrar un poco de calor.

—Deja de moverte —murmuró entredormido.

—Tengo mucho frio. —Amy se dio la vuelta y lo abrazó, pasando las manos por su abdomen y descansándolas en su espalda.

Cillian la apretó contra él sin siquiera abrir los ojos.

—El aire acondicionado está encendido.

La mujer alzó la cabeza para mirarlo.

—¿Tienes aire acondicionado? —preguntó, asombrada—. Yo ni ventilador tengo.

Él se rio, pero salió más como un quejido. Seguía muy dormido.

Amelia desconocía qué hora era, pero por la oscuridad, supuso que serían más de las ocho de la noche. Al día siguiente tenía turno, pero no quería levantarse de la cama, ni mucho menos ir para su casa. Sin embargo, debía irse pronto.

—Tengo que irme —susurró—. Debo estudiar para mañana.

—¿Qué tienes que estudiar? —preguntó.

—Cesárea —contestó—. Si contesto todas las preguntas mañana a los residentes o especialistas, me dejarán hacer una.

—¿Sola?

—Obvio no —contestó—. Seguro solo me dejarán hacer el primer corte de piel y suturar.

Él se rio.

—Los anestesiólogos odian cuando los cirujanos dejan suturar a los internos, se demoran tres horas en hacer dos puntos.

—Gracias por tus ánimos —ironizó.

Cillian la abrazó más.

—Yo te ayudo a estudiar.

—Dudo que recuerdes cómo hacer una cesárea. —Alzó la cabeza y lo miró—. ¿O sí?

—No tengo la menor idea, pero podemos ir a la biblioteca y sacar un libro de ginecología.

—Eres tan vieja escuela. —Sonrió—. Sabiendo que se puede buscar en internet.

Por primera vez, él abrió los ojos. A pesar de la oscuridad, sus ojos azules resplandecieron, y ella se quedó observándolo por un rato.

—Cuando yo era estudiante, no teníamos internet...

—Ay, ya vas —exclamó—. Eres igual a los padres que dicen "Yo a tu edad trabajaba, estudiaba y cuidaba dragones" superen.

Eso lo hizo reír. 

Nunca lo había escuchado reír tan seguido.

—Bilbo Bolsón puede decir eso.

—El problema, es que no soy hija de Bilbo Bolsón.

El sueño se apoderó nuevamente de ella, pero no podía dormirse.

—Tengo que irme —repitió, incorporándose, quedando sentada en la cama.