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Katherine Parker.

—¿una fiesta?—repetí con la voz ronca puesto que acababa de despertar.

—Sí, y tu tienes que decir que no quieres ir—me rogó Pablo.

—Pablo, ¿me despertaste para esto?—dije cerrando mis ojos nuevamente.

—Dime que lo harás, por favor.

—Que si, pesado—gruñí.

Volví a cerrar los ojos pero no pude dormir, terminé levantándome sintiendo mi cuerpo débil.

Dormir en las tardes es como el alcohol, lo disfrutas en el momento pero después se siente del asco. Caminé hasta la cocina siguiendo el olor a comida recién hecha, Ximena me dió una sonrisa al verme acercándome como un zombie a un cerebro.

—Hola bella durmiente, ¿tienes hambre?.

Asentí tallándome los ojos mientras me sentaba en uno de los taburetes, Ximena me sirvió pasta y me dió el plato.

–Gracias—murmuré enredando la pasta en el tenedor.

Ximena se recargó de frente en la barra mirándome comer, me daba la impresión de que quería decirme algo.

—Katy, cuando vayan a la fiesta por favor no dejes que Pablito beba demasiado.

Quise reírme al escuchar el apodo, pero obviamente no me reí, ella me lo decía en serio y preocupada.

—Hablando de eso... le dije a Pablo que no quiero ir—me llevé la comida a la boca.

Ximena levantó las cejas—ah no, si no vas tú, el tampoco.

Casi me atraganto con la comida al escuchar sus palabras, ¿yo, en una fiesta con ese gusano?.

«No, ni de coña, además yo ni siquiera se quién es el cumpleañero y no conozco a nadie, de solo imaginarme ir a una fiesta donde nadie me conoce e invitó me da pena.»

En Hughes siempre me invitaban a fiestas y casi siempre iba, pero ahí yo tenía muchos amigos además era novia de Marco, la mayoría me conocía.

Pero aquí, yo no era nadie.

«Lo siento, Pablito pero te quedarás sin fiesta.»

(...)

—No, y no—dije caminando hacía mi habitación cruzando los brazos.

—Katherine, por favor—dijo Pablo siguiéndome detrás de mi.

—No quiero ir—repetí por milésima vez.

—¡Haré lo que quieras!.

Me detuve al escuchar esas palabras, ¿lo que yo quiera?, esa propuesta sonaba interesante, puedo ponerlo a comer tierra si quiero.

Me giré hacia el con una sonrisa malvada, Pablo tenía sus manos como si estuviera rezando, enarqué una ceja.

—Iré, pero me vas a deber un favor muy grande, Scott.

Pablo sonrió como una angelicalmente.—¡Gracias!.

—De nada Pablito—le di un toque en la punta de la nariz con mi dedo índice y entré en la habitación.

—¡No me digas Pablito!.—lo escuché decir detrás de la puerta.

(...)

Un verano con mi enemigoWhere stories live. Discover now