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Kyung Sook se sentó sobre la arena de la playa y miró el cielo que comenzaba a teñirse con los colores del atardecer. Jungkook se sentó junto a ella y puso la caja de mochi en medio de los dos.

—¿Cómo te sientes? —preguntó.

Ella lo miró y abrió la caja para comenzar a comer.

—Confundida y triste. Me duele que Dae Hwan ya no esté y me preocupa lo que pueda pasar con la empresa. No me siento capaz de hacerme cargo de ese asunto, pero también sé que si no lo hago, mi papá la perderá.

Jungkook la miró a los ojos.

—Tú puedes hacer cualquier cosa que te propongas, si al final decides ser la presidenta de la empresa de tu padre, podrías hacerlo bien sin problemas, estoy seguro de eso. Si es lo que quieres, yo te apoyaré.

Kyung Sook suspiró y lo tomó de la mano.

—Quisiera hacerlo, por mi padre y por no dejar que Ha Young ocupe el lugar de mi hermano.

Jungkook sonrió.

—¿Y se puede saber cuál es la razón de que la odies?

Kyung Sook puso los ojos en blanco.

—Siempre fue insoportable. Hacía comentarios acerca de mi hermano y de mí en cualquier lugar y con cualquier persona que pudiera. Tanto ella como su padre han querido siempre quedarse con la empresa e intentan robar a mi padre cada que tienen oportunidad.

—Si son así, con mayor razón deberías impedir que se salgan con la suya.

Ella asintió, pensando en que tenía razón, aunque seguía sin estar del todo segura de cambiar su vida de esa forma tan drástica. Recordó cuando habían elegido a su hermano como presidente de la empresa, había sido un proceso largo y se habían presentado muchos problemas. Podía intentarlo, dar la pelea no significaba ser presidenta y al menos tendría la tranquilidad de haber intentado ayudar a su padre a no perder el trabajo de toda su vida.

—Creo que... voy a intentarlo.

Jungkook sonrió y se acercó para darle un beso en la mejilla.

—Cuentas conmigo para lo que sea.

Kyung Sook sonrió también y lo envolvió en sus brazos, mientras pensaba en que a ese paso, terminaría enamorándose perdidamente de él. El fracaso de sus relaciones anteriores le había hecho pensar en que parecía imposible que alguien estuviera dispuesto a todo por ella, pero a los ojos de Jungkook, ella era la persona más importante y haría hasta lo imposible por hacerla feliz. De nuevo se sintió tonta por buscar en otras partes lo que estaba tan cerca y siempre había estado ahí, esperando por una oportunidad.

Joo Hee entró en el apartamento, seguida por Hyungsik, los dos llevaban una enorme cantidad de bolsas de compra, que dejaron sobre el primer sofá que encontraron.

—¿Por dónde empezamos? —preguntó ella, y se recogió el cabello en un moño improvisado.

Hyungsik miró a su alrededor con expresión pensativa.

—¿Ponemos las decoraciones y luego vamos por el pastel?

Joo Hee asintió y miró el reloj que había en una de las paredes de la sala.

—Tenemos el tiempo justo.

Había llegado el día del cumpleaños de Jae Wook, él estaba con Kyung Sook y Jungkook, que habían regresado de Busan el día anterior y mientras tanto, Joo Hee y Hyungsik se encargarían de preparar todo para la fiesta sorpresa. Comenzaron a sacar las decoraciones de las bolsas para ponerlas en la sala. Mientras inflaba algunos globos, Hyungsik pensaba en cuándo habría sido la última vez que había organizado una fiesta. A su mente llegó el recuerdo del último cumpleaños de Ha Young, que habían pasado juntos. Buscó a Joo Hee con la mirada y la encontró subiéndose a una silla para colgar un número seis grande y brillante del techo. Se acercó a ella, pensando en decirle que lo dejara hacer eso a él y justo en ese momento la vio perder el equilibrio. Salvó de un salto la corta distancia que los separaba para extender los brazos y recibirla. Ella abrió los ojos despacio, los había cerrado, esperando golpearse contra el piso, pero se encontraba entre los cálidos brazos de Hyungsik. Él no la soltó de inmediato, se quedaron mirándose a los ojos un momento, en silencio, sintiendo que el tiempo se detenía. Joo Hee sintió que se perdía en los ojos de Hyungsik, podía ver en ellos el reflejo de un alma hermosa, pero marcada por el dolor. Mientras tanto, él era consciente de lo cerca que estaban, pero no quería soltarla porque se sentía bien tenerla entre sus brazos. Ya no dudaba de que le gustaba y por primera vez en mucho tiempo, se atrevió a contemplar la posibilidad de intentar algo con ella. Quizás no le era indiferente, quizás si le decía lo que sentía, ella le correspondería. La dejó en el suelo con cuidado y ella puso las manos sobre sus hombros.

𝑌𝑜𝑢𝑟 𝑒𝑦𝑒𝑠 𝑡𝑒𝑙𝑙 - 𝑃𝐻𝑆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora