𓏲 Epílogo

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Decir que su vida había cambiado sería mentir, Chaeyoung recordaba su pasado y admiraba su presente. Cuando pensaba en los tristes días repletos de normas absurdas y religiosidad, su cuerpo todavía se estremecía. En los últimos meses pudo conocer el lado real del amor, uno donde no importaba a quién decidías amar, sino solo ese sentimiento que te permitía seguir andando cada día con la sensación de que nadie en el mundo podría conocer el secreto de tu corazón repleto de armonía. Porque no hay dos amantes iguales, ni sentimientos que puedan describirse con vacías palabras.

Todavía había momentos de tristeza y rabia; los humanos fallan y se caen constantemente en el proceso de aprender a vivir, así que eso no le preocupaba de la misma manera que ya no le preocupaba el pecado, porque a menudo sus pecados se basaban en amar sin miedo a represalias. Mina siempre encontraba las palabras adecuadas para disculparse si era preciso o hacerle ver la realidad si ella se cerraba por completo tras alguna de sus tontas discusiones.

Las reconciliaciones siempre llegaban rápido y Chaeyoung amaba pecar nuevamente con cada una de ellas. Las caricias lentas por su piel, los besos que dejaban marca en sus clavículas, el roce de piernas que se enrollan entre las sábanas, la sensación de fundirse en placer, los ojos de Mina siendo objeto de sus más eróticos gemidos.

Chaeyoung agradecía muchas cosas, pero sobre todo le estaba agradecida todavía al destino que aquella vez durante la protesta que sus padres habían organizado con el objetivo de callar a las personas libres, provocó que Mina la eligiese. Tal vez si su preciosa liberadora no hubiera juntado sus labios en un rebelde toque, su mente nunca habría dado el salto para escapar de la tortura que suponía la tradicional casa en la que se vio obligada a vivir por años.

Ahora conocía la libertad, los colores, el placer, el amor... Ahora conocía el mundo y podía verlo con los ojos plenamente abiertos sin miedo a resbalar, porque las heridas se curan tarde o temprano y su corazón empezaba a cicatrizar de las mentiras que sus padres le habían obligado a aprenderse de memoria. Ya no existía en su memoria ningún tipo de miedo al infierno, si el diablo existía entonces podía quemarlo en ese instante porque no pretendía abandonar la felicidad que a diario embargaba su alma después de conocer la realidad.

— Chaeyoung — la voz de su pareja sacó a la chica de su pequeña ensoñación. Se encontraba en el bar de Mina preparándose para la marcha anual del orgullo en Corea, la primera para ella desde el lado adecuado — ¿Estarás bien? — los brazos de Mina envolvieron su cintura aportándole esa calidez tan adictiva que suponía el cariño entre dos enamoradas — Tus padres podrían estar allí, podemos quedarnos a celebrar en el bar hoy.

Chaeyoung negó evitando reír ante la repentina preocupación de su pareja, la mayor defensora de su colectivo se hallaba asustada ante el hecho de toparse con sus suegros, mientras que Chaeyoung lo deseaba con todas sus fuerzas. Por eso, tras apartar la mascarilla de la boca de Mina, dejó un suave beso sobre sus labios; era poco habitual aquello, por norma general, cada roce de boca contra boca las llevaba hasta la pura intensidad. Todavía estaban descubriéndose, aprendiendo la una de la otra con gran pasión y curiosidad

— Entonces te besaré como solo tú y yo sabemos delante de ellos.

Mina no pudo evitar sonreír sobre los labios de su pequeña mientras alcanzaba el casco de su moto.

— Oh mierda, ¿en qué se ha convertido mi angelito? — preguntó tomando su mano y tironeando de ella y que la siguiera hacia la salida del local.

Chaeyoung se limitó a encogerse de hombros mientras seguía animadamente a su novia hasta la entrada del local. Quizás el ángel se había cansado de la tranquilidad, ¿cómo podría vivir sin una sola emoción hasta el final de sus días?

❝ Moonchild ❞ || MiChaeng (Adaptación) Where stories live. Discover now