Capitulo final

107 16 0
                                    




Puedes elegir el que tú quieras. Algo más tradicional, tal vez... 

—Cállate. 

El anillo era perfecto. Era raro, casi extravagante, con un diamante enorme, de unos cuatro quilates según su ojo experto, rodeado de círculos irregulares de rubíes de distintos tamaños. 

—Cuando lo miro —dijo él en voz baja—, me recuerda lo que siento por ti. Lisa también veía eso mismo en el anillo. Aquel diseño inusual transmitía una sensación de caos apasionado, y el hecho de que ella también lo hubiese captado reafirmó su convicción de que era la mujer perfecta para ella. Se puso encima de ella, se sentó a horcajadas sobre sus caderas y le tendió la mano. 

—Pónmelo. La sensación del frío metal de la sortija al deslizarse por su dedo era tan sublime que se le puso la carne de gallina. Deseaba eso desesperadamente; la deseaba a ella. Su maestra cervecera, con manos suaves y hambre insaciable de su cuerpo... La mujer que la escuchaba hablar de la luminosidad de las joyas y de teoría del diseño y que le explicaba con paciencia la diferencia entre una cerveza lager y una ale. 

—Sí, quiero —dijo ella poniéndole la mano en el pecho, junto a su nombre, justo encima del corazón. Rosé le puso las manos en los costados y le acarició con los pulgares la curva inferior de los pechos. 

—¿Y qué necesitas de mí? 

—Necesitaba esto. —Hizo un gesto que las abarcó a ambas—. Un compromiso por tu parte.

 También necesitaré un cuarto para mí sola, un taller con mucha luz y espacio. 

—Hecho. 

—Y necesito que me prometas que no vas a cambiar tu estilo por mí. Rosé arqueó las cejas. 

—¿Es que tengo un estilo? 

—Te quiero tal y como eres.... De pronto Rosé rodó sobre la cama y se puso encima de Lisa. 

—Dilo otra vez. Riéndose, Lisa levantó la mirada hacia aquel rostro increíblemente atractivo. 

—¿Qué te quiero tal y como eres! --ella resopló. —Antes de eso. 

—¿Qué no cambies tu estilo por mí? Rosé bajó la cabeza y le atrapó un pezón entre los dientes. Ella emitió un quejido suave ante el inesperado mordisco y luego arqueó la espalda mientras la lengua de la rubia le aliviaba el escozor. Rosé contrajo las mejillas para succionar con más fuerza y entonces ella gimió su nombre y le dio lo que quería.

 —Te Amo, Rosie. Lo eres todo para mí. 

Cuando la rubia levantó la cabeza, la expresión arrebatadoramente tierna de su rostro era una imagen que Lisa recordaría el resto de su vida.

Aunque también podía provocarla más veces. Tenía toda una vida para intentarlo.....

Lo qué pasó en las vegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora