𝟬𝟬﹕prólogo

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— marico... ¿no te parece que es demasiado? — mirando atentamente los papeles que soobin le entregó apenas llegó, beomgyu murmura apretando en su mano libre el vaso con nestea que lleva como media hora tomando.

— ¿quince dólares mensual? — levanta la cabeza del espaldar del mueble y le mira con obviedad. — más bien es un regalo, chico. deberías ir viendo cómo me lo vas a agradecer.

— un coñazo en la jeta te vendría bien. — farfulla entre dientes aún con los ojos fijos en los papeles, leyendo y releyendo lo que dice. es el contrato más marico que ha leído en su vida, pero no podía esperar mucho viviendo en un edificio tan marginal como ese. afortunadamente, el pelirrojo no lo escucha desde que está tan despalomao' mirando la novela en el televisor. — lo que pasa es que, coño... estoy medio apretado ahorita, ¿sabes?

por un momento, beomgyu en serio pensó que soobin le iba a tirar cualquier vaina y que iba a comenzar con su chalequeo usual. pero la mirada seria que le da le tranquiliza, porque está hablando en serio, aunque no le gustaría.

— ¿de pana andas tan mal? — no responde. porque, por un lado, sí; desde que se fue de la casa de sus papás y se quique "dependizó" yéndose para la capital, estaba más pelado que el de open english. pero, coño, en serio. beomgyu alejandro era orgullosísimo y admitirlo en voz alta le daba hasta naúseas, pues.

— déjamelo en diez, ¿sí? — el mayor aleja la mirada un momento. y beomgyu no necesita ser panísima suyo para saber que duda. deja los papeles en la mesita frente a los dos y se remueve sobre el mueble, volteándose para poder verle mejor. — marico, te juro por la virgensita que en algún momento te la voy a devolver. de pana.

beomgyu bien sabía que soobin no era del tipo que fiaba porque no le gustaba dejarse engatusar por nadie, pero también sabía que el pelirrojo tenía un punto suave que él siempre sabía sacar. suspira, y al menor le da un fresquito en el pecho porque es como su señal de que va a aceptar.

— bueno, diez mensual. pero los pagas sin falta. — le señala, pero su tono severo no llega a ningún lado desde que el castaño nada más le está sonriendo como el propio gafo. — beomgyu.

— ¿qué? — le da un empujoncito, como sacándolo del trance.

— de pana. pagas eso al día que sino el que carga con el muerto voy a ser yo, ¿oíste? — deja el vaso sobre la mesa mientras ve al menor poniéndose en pie, agarrando su chaqueta para irse a trabajar. y no es que hiciera mucho frío, pero el aire acondicionado brutal del farmatodo siempre se volvía insoportable, sobre todo por las tardes.

— sí vale, yo pago eso. — lo ve frunciendo el ceño. soobin de verdad que confía en su palabra y la inseguridad que siente es fácil de disiparse. en la puerta y antes de salir del apartamento, beomgyu le aprieta un cachete y le habla como si de un carajito de maternal se tratase. — ya no se moleste, mi cachetón.

— ¡beomgyu! — pero para él es imposible ocultarse su sonrisa. — deja la mariquera, vale. mueve ese culo o vamos a llegar tarde.

— de que llegamos tarde, llegamos tarde, mi estimado. — espera a que salga y cierra la puerta detrás de él. mira instintivamente para arriba y no le sorprende encontrarse con una gotera; se repite en la cabeza que la vecina del piso de arriba es una descuidada. y se recuerda decírselo más tarde. —...verga.

— ¿tienes pasaje? — apenas bajaron un piso cuando su pregunta se siente como un coñazo en la cabeza. beomgyu mete las manos en los bolsillos de su pantalón y, rezándole a chávez, de su chaqueta. pero eso está lo que se llama es vacío. beomgyu se quiere morir y la idea de tirarse por las escaleras se ve bastante tentativa en ese momento.

niega. es la única respuesta que le da y para soobin es inevitable no sentirse mal por él. después de todo, beomgyu ha sido su amigo desde primaria y verlo todo coñaceado por la vida sí le da cosita.

— bueno, no importa. yo tengo suficiente. — y está a punto de seguir bajando las escaleras hasta que un peso en su muñeca se lo impide. beomgyu aprieta su mano alrededor de su piel antes de hablar.

— prometo pagarte todo... ¿sí? es sólo que ahorita no...

— ¿qué es, pues? ¿desde cuándo me rindes cuentas? — ver lo relajado que está ante el tema al menor inevitablemente le hace sentir mejor. la sonrisa de soobin es, al menos para beomgyu, calmante. — además, ¿qué son piches diez bolívares?

— mucho, si me lo preguntas. — murmura mientras los dos continúan bajando las escaleras, ahora siente el peso del brazo del pelirrojo reposando sobre sus hombros. bajar en esa posición es un poquito difícil, pero a beomgyu le gusta. — ¿qué pasó con tu carro, por cierto?

— mi hermana me lo choreó. la rolo 'e loca chocó el suyo y, bueno... te imaginarás.

— las consecuencias las paga el más pendejo. — se carcajea cuando soobin le jala un poquito el pelo como molesto con él, pero sabe que todo eso es puro chalequeo. cuando llegan a planta baja y ven el estacionamiento, beomgyu se pregunta si esa gente que vive por esa zona tan niche puede pagar gasolina y todas esas vainas. porque él, ciertamente, no puede. le da un poco de envidia.

— deja vale. me negrean porque soy el menor. — apenas parece darse cuenta de lo que dice (porque la última intención de soobin, obviamente, es lastimar a beomgyu; cuyo hermano mayor siempre lo trató como si fuera la peor escoria del mundo), y está a punto de pedir disculpas hasta que el castaño habla.

— ¿y esa motota? — inconscientemente sonríe cuando lo ve, sorprendido por el vehículo estacionado cerca de la entrada. como si nunca hubiera visto una moto en su vida.

— es de un chamo que vive en el quinto piso. tiene burde plata, ¿sabes? no sé ni por qué vive aquí...— murmura aquello último, pensando en voz alta al recordar todas las excentricidades que suele tirarse el pelinegro diariamente. — ¿te gusta?

— marico, está arrechísima. — se queda mirándola por un momento y soobin cree que es cuchi. parece un carajito chiquito mirando un juguete carísimo. — ¿y si se la tumbamos?

— túmbasela. — se encoge de hombros. — a lo mejor él te tumba los dientes a ti.

— dios guarde. — el mayor se ríe cuando se hace la cruz y se sacude un poquito, como quitándose la vaina de encima. — qué va, vale. mejor vámonos que después sí llegamos tarde y yo no estoy para esos lujos.

— vámonos, pues.

y, finalmente, dándole un último vistazo a la moto frente a la entrada, los dos se van. beomgyu piensa que la envidia no es buena, pero para él se siente inevitable.















– beomgyu 23 / yeonjun 25
– jergas venezolanas (caracas)
– hago uso de palabras como gafo, marginal, niche, enfermito, etc. si no les gusta, facilito, NO LEAN💋
– apariencia de foe.
– trama rápida.
– capítulos largos.
– historia larga.

𝗾𝘂𝗶𝗻𝘁𝗼 𝗽𝗶𝘀𝗼. yeongyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora