𝟬𝟭﹕farmatodo.

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beomgyu bosteza, un bostezo largo y escandaloso que hace eco en el farmatodo completamente vacío. mira a ambos lados como si haciendo esto fuera a hacer que mágicamente apareciera en su cuartico. ah, su cuarto. cómo le gustaría ahorita estar acostadito en su cama, en sus sábanas, mirando alguna película todo calentito. pensando nada más en descansar y dormir bien. comiéndose alguito. tenía burde ganas de una arepa con queso y mantequilla. a lo mejor un poquito de jamón, si todavía le quedaba del que la mamá de soobin le regaló por su mudanza. aunque no sabe si le quede porque cómo le gusta jartar pan con jamón en las mañanas.

sale de su trance de hambre brutal cuando cree ver pasar un espanto entre las estanterías. está un poquito cagado hasta que se da cuenta que no se trata del silbón sino de un chamo que parece llevar un mercado encima. mira la hora en su reloj; y piensa que es una sifrinería ir a comprar al farmatodo a las dos y pico de la mañana.

no busques peo, beomgyu. no busques peo. pero es inevitable para él desde que está de un aburrido ahí. bueno, tampoco es como que va a caerle a coñazos. a él sólo le gusta sacar de quicio a los clientes un poquito de vez en cuando. total, trabaja en farmatodo, ser medio odiosito casi que no es un requisito para el puesto.

antes de dejar la caja se asegura que no hay ningún sospechoso choro cerca, pero por esa vaina no está pasando ni un alma así que se queda tranquilo.

— ¿qué buscas, mi amor? — casi se quiere reír cuando el pelinegro se vuelve a verlo y le mira de pies a cabeza, no muy feliz, tal parece. la primera cosa que le dijeron cuando estaba haciendo pasantía era que no tenía que decirle así a los clientes, pero beomgyu tenía un gusto extraño por joder a los demás.

— pepito. — es lo único que le dice, parece bastante reacio a contestarle o a siquiera mantener conversación con él. aprovechando que le está dando la espalda, beomgyu sonríe.

— bueno, mi amor. yo sé que no trabajas aquí y que no sabes de esas cosas— da un par de pasos, se para a su lado y lo ve mirando la parte baja de la estantería. —, pero no creo que lo encuentres donde los jabones.

— ¿no tienes nada mejor que hacer, cajero? — se encoge de hombros y se da cuenta que la sonrisa que no se borra de su rostro le comienza a arrechar en serio. camina detrás suyo.

— la verdad, no. — se mete un chicle a la boca, un chicle que se choreó porque para algo le pagaban una miseria. ve el bojote de helados, el refresco y otro poco de chucherías que lleva en la canasta. — mira, ¿y vas a montar una rumba o tú solo te jartas todo eso?

le mira mal.

— ese no es peo tuyo. — agarra los pepitos azules, y está a punto de llevárselos hasta que la voz del castaño lo detiene.

— no te recomiendo que te los lleves. — como hay algunas estanterías vacías, se sienta en estas. él le mira mientras balancea los pies.

— ¿por qué no?

— llevan como un mes ahí. a la gente no le gustan. — vuelve a dejarlo y parece dudar mucho en qué llevarse. beomgyu se baja y agarra de los pepitos normales; los deja en su canasta. — esos los trajeron anoche. están nuevecitos.

él no parece estar muy seguro, sin embargo, no dice nada y comienza a caminar a la caja. beomgyu lo sigue, también en silencio y nada más comienza a pasar por el escáner la cuerda de chucherías que este chamo va a comprar.

— mira, y...— mastica escandalosamente el chicle de menta e inevitablemente atrae su atención. el pelinegro le mira casi que con asco. — ¿'tás preñao'?

— a ti como que te gusta joder, ¿verdad, cajero? — le sonríe, sin embargo, obviamente no recibe de su parte la misma reacción.

— delicado. — canturrea y sigue pasa que pasa lo que se va a llevar. pasa y pasa y pasa y esa vaina parece no acabar. se abstiene a nada más estar pendiente de pasar todo correctamente y que el precio sea el establecido, pero no puede evitar darse cuenta del mamarro 'e teléfono que se carga el tipo este.

a las dos de la mañana, en farmatodo y con un iphone. este chamo está suplicando que lo choreen. no se da cuenta cuando, como el propio loco, se le sale una sonrisita.

— ¿qué te pasa, vale? ¿te gusto? — niega, todavía riéndose. lo ve guardar el teléfono y se pregunta si tendrá cara de choro; él piensa que no, pero huening kai y soobin siempre le dicen que parece que cargara una pistola bajo el brazo. tal parece que tienen razón.

— berro, chico. tú no aguantas nada. — mete todo en la bolsa respectiva del lugar y, después de dejarla a un ladito, agrega. — lo que tienes de lindo lo tienes de odioso, ¿verdad?

se cruza de brazos. — ¿cuánto es?

— treinta y dos dólares. — pone la tarjeta en la cinta de mala gana y beomgyu la recibe para hacer el pago.

choi yeonjun. casi se quiere reír por la coincidencia. se abstiene porque cree que ya tiene al pobre carajo demasiado arrecho. mientras pasa los datos en la caja, le mira de reojo y beomgyu supone que, por como mira para abajo, como cualquier carajo de plata, estará buscando alguna chuchería para pasar el rato.

— ¿no te quedan chicles? — arrecho, vuelve a pensar. infla una bomba con el que se está comiendo.

— ¿tú que crees, mi amor? — sólo para chocarle, porque tiene que admitir que le divierte un poco lo fácil que parece joder a este pobre tipo. y beomgyu está tan cerca de meterse un coquito para no hablar, pero es demasiado tarde cuando continúa:— ¿por qué no te masticas un caucho? total, ya tienes suficiente para jartar lo que queda de la semana.

— mira, cajero. lo que yo compre o deje de comprar no es peo tuyo— verle tan arrecho le causa gracia, y la sonrisa que se dibuja en su rostro probablemente aumente incluso más la arrechera que el pelinegro está sintiendo en ese momento. vuelve a inflar otra bomba con el chicle mientras lo ve agarrando la bolsa llena de mala gana, dispuesto a irse. —, gafo.

— mira, grinch. — se para de golpe en la puerta cuando lo escucha y le mira con una arrechera que pareciera que un chiste más y le cae a coñazo limpio. — se te queda la tarjeta.

— dame acá. — se la arrebata de las manos para guardarla en su carterita.

— deberías agradecerme. si fuera otro no te la daría. — es lo último que le dice antes de nada más marcharse pisando fuerte. su mirada lo sigue incluso hasta después que ha salido, pero su expresión cambia de golpe cuando ve dónde se va.

la moto que vio en el edificio esa tarde antes de irse. y sabe que es la misma porque tiene un colgante en uno de los manubrios; un peluche de un osito pequeño que se balancea ante cualquier movimiento. cuando ya no puede verle, se aprieta la cabeza entre las manos y se queja en voz alta.

verga, beomgyu alejandro. a ti sí te gusta buscar peo, vale.

𝗾𝘂𝗶𝗻𝘁𝗼 𝗽𝗶𝘀𝗼. yeongyuWhere stories live. Discover now