Parte 1

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     Siento la necesidad de justificarme, así que iniciaré esto explicando quién soy y tal vez puedan juzgarme un poco menos fuerte cuando les cuente esta historia

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     Siento la necesidad de justificarme, así que iniciaré esto explicando quién soy y tal vez puedan juzgarme un poco menos fuerte cuando les cuente esta historia.

     Nací y crecí en la zona rural del país. Mi núcleo familiar es bastante común y un poco anticuado: un padre que sale a trabajar a diario, una madre que se encarga de las labores de la casa, un hermano tres años menor que yo y una mascota. Pasé mi infancia subiendo a los árboles y dándome chapuzones en el río junto a mi hermano, mis primos y mis compañeros de la escuela una vez que cumplíamos con el horario. En mi clase éramos un total de veinte chiquillos que crecimos juntos lo cual, por supuesto, permitía mucha familiaridad, pero poca novedad. Nos tratábamos como hermanos, todos nos habíamos peleado y reconciliado tantas veces que no existía nada del otro que pudiera sorprendernos. En realidad, creo que la última sorpresa que hubo en mi pueblo fue cuando salí del clóset, pero antes de mí varias mujeres lo hicieron, así que ni siquiera eso atrajo mucho la atención y al siguiente día en que corrió la noticia todo mundo salió a trabajar como si nada, me saludó como si nada y la vida siguió su curso como si nada. Yo no era el centro de atención ni siquiera en mi casa porque cuando cumplí tres años nació Jeongin y se robó el foco. ¿Y saben qué? Me gustaba que fuera así. Una vida tranquila sin sobresalir demasiado y a su vez con un amplio sentido de pertenencia.

     Mis padres eran muy amorosos, si bien no muy cursis después de tantos años de matrimonio, mi hermano y yo crecimos viendo sus constantes muestras de cariño con total naturalidad y así aprendimos a ser. Con Jeongin mi relación era buena, nos confiábamos las cosas, jugábamos, discutíamos cuando uno dañaba la ropa del otro, etcétera.

     Entonces crecí.

     Fui becado en la capital en una gran universidad. Elegí estudiar odontología por dos razones muy simples: en mi país se ganaba bien en ese trabajo y siempre me gustó observar los dientes de la gente. No hay ninguna explicación rebuscada. La Universidad Nacional era enorme. No solo ofrecía todo tipo de carreras largas (licenciaturas, maestrías, prestigiosos programas de doctorado), sino también diplomados en oficios más cortos. Así que mientras atravesaba los cinco años necesarios para ser licenciado en ciencias de la salud bucal, hice un diplomado en arte. Amaba pintar más que cualquier otra cosa en el mundo y, al parecer, había algo de talento en mí. Me gustaba mucho mi vida; sin embargo, los primeros días en la capital fueron muy retadores.

     Les dije que crecí en un sitio muy familiar, así que la ciudad fue un choque. No me refiero a sus departamentos pequeños, a las calles amplias, a la gran cantidad de gente que me topaba a diario en la calle, a la diferencia de acentos o costumbres, sino... La gente de la capital era, ¿cómo decirlo?... Muy extrovertida. No tenían ni un límite para decir si alguien era atractivo, si les parecía sexy o incluso si querían irse a la cama con él o ella. Yo no estaba acostumbrado a que me coquetearan, ni a que fueran directos conmigo. A decir verdad, ni siquiera sabía que alguien podía considerarme guapo porque me críe en una hermandad. A nadie en mi pueblo se le ocurriría dormir conmigo ni a mí con alguno de ellos.

     Nunca sabía qué contestar cuando alguien se me declaraba. ¿Era grosero decir «gracias»? ¿Cómo podía rechazar a la gente sin ser grosero? ¡O peor aún! ¡¿Qué hacía cuando alguien, en efecto, me gustaba?! «Qué bueno que me estás coqueteando, también me gustas, deberíamos comernos la boca». No lo sé. Sencillamente no podía. Ese tipo de situaciones me causaban gran ansiedad.

     Mi piel es muy blanca, así que cuando algo me causa vergüenza se me nota el color rojo con facilidad, especialmente en mis orejas que se calientan y en el sudor que empieza a resbalar por mi cara. Las reacciones físicas que experimento son tan notorias e incómodas, que tuve que probar formas de disimular esos ratos para salir adelante en la vida y hasta mi tercer año en la U lo que mejor me funcionaba era aparentar indiferencia. Si no me importaba o no escuchaba lo que la gente decía de mí, era más fácil mantener a todo mundo alejado. Pero eso me hizo parecer arisco e inaccesible. No tenía muchos amigos. E incluso así yo estaba bien. Podía lidiar con una escaza vida social si ese era el costo de mi paz. Además, tenía a Bangchan. Lo conocí en mi primer año de la carrera y solíamos hacer los trabajos juntos. Éramos un buen equipo.

     Debería contar, al menos brevemente que, en mi segundo año de carrera, cuando inicié el diplomado en artes, conocí a Lee Know y nos llevamos bien desde el principio. Él fue quien se acercó a mí de una forma tan insistente que acabó llamando mi atención. Podría decirse que fue mi primer amor. Estuvimos juntos durante un año entero y terminamos porque una vez que hubo confianza entre nosotros él dejó de ser cariñoso. Si lo pienso bien, en realidad, nunca lo fue demasiado, solo era un conquistador. El estilo de Lee Know no está caracterizado por el romance. ¿Les dije que mis padres eran cariñosos? Porque para mí aquello era importante y cada vez que lo intenté Lee Know se rio y me llamó cursi. Sin contar con que él no lo intentaba: ni una vez me obsequió flores o me dedicó una canción. Pensé, durante mucho tiempo, que mi inclinación a esas expresiones eran un defecto de mi carácter. De cualquier forma, no hubo una gran pelea entre nosotros, no éramos tan apasionados para ello, y así fue posible que, a pesar de nuestro romance juvenil, termináramos siendo buenos amigos. Para inicios de mi cuarto año universitario incluso hice amistad con su nuevo novio, Han. Y les aseguro, con toda honestidad: yo estaba bien con todo ello.

     Así que, en resumen, yo era un introvertido intentando sobrevivir con un perfil bajo el periodo universitario, en la espera de volver a mi pueblo donde todo me era familiar. Pero la vida está llena de eventos inesperados... y el eufemismo de eso se llama Felix Lee.

     Ahora que ya saben quién soy, podrán entender muy bien por qué hice las cosas como las hice con él. Este texto es un intento de exorcizar la vergüenza de mi cuerpo, porque todavía hay noches donde ciertos recuerdos me impiden dormir. Y me niego a creer que soy el único al que le han pasado estas cosas. Quiero creer que no estoy solo en el mundo. ¡Síganme los tímidos!

NOTAS DE LA PERSONA AUTORA

¡Hola todomundo! Les comparto esta pequeña historia que es muy, muy rara. Su objetivo es explorar el tema de la vergüenza. Espero que les resulte entretenida. Si les gusta y quisieran que continue escribiendo material sobre esta pareja, no olviden dejar sus votos y comentarios.

Ahora mi pequeña entrevista: ¿Son ustedes personas tímidas o introvertidas? Me gustaría saber quiénes de aquí podrán identificarse con este personaje.

Orejas coloradas [Fanfiction Stray Kids/Hyunlix]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora