Extra: De Habana Entre Habanos.

113 4 0
                                    

La vida tiene cosas maravillosas

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La vida tiene cosas maravillosas.

Una cosa que valoro tener, de las pocas, y a veces deseo renegar de ella, es el sentir, es ver, es oír, es respirar, aunque me cueste a momentos, aunque quiera dejar de hacerlo. Lo que más me gusta es respirar.

Respirar es la vida propia, es el aire después del ahogo, el alivio después de la preocupación, la resurrección, el suspiro que queda luego de pensar en que más nunca respirare, la fortaleza.

He quedado fascinada al contener la respiración.
La mezcla de todo lo que nos ayuda a sentir es algo mucho más fascinante. Aún recuerdo cuando fue la primera vez que sentí tal fascinación, no tendría más de diez años, niña buscona de líos como dice mi mamá, a este punto estoy convencida de que me merezco todo, pero en ese entonces pensaba que todo iba a mejorar y que también merecía algo mejor.

De movimientos torpes como mi característica
principal, había cometido un error. Era mal vista por jugar con la niña de la casa, Paula Galindo, nombre imponente para una persona tan pequeña.

Ella no lo sabe, nunca lo supo, el sacrificio por tener algo en mi vida que no significara dolor lo valía todo.

La primera vez el señor Galindo solo me regaño, fue generoso y me hizo una advertencia. Debí alejarme conociendo lo torpe y lo estúpida que soy, sin embargo alejarme suponía perder mi respiro, el rico aire que llenaba mis adentros.

Lavando sus pies me encontraba la primera vez que pasó, él hablaba con diferentes hombres. Ese día había provocado, a los ojos de todos menos los de Paula, que esta cayese por un barranco, creándole varias heridas.

La preocupación no dejaba que el aire corriera libre dentro de mí, y luego el alivio de saber que estaba todo bien me hizo respirar con el aire volviéndose puro.

A veces pensamos que el aguantar el aire al momento que se acerque una experiencia dolorosa hará del dolor algo inexistente. Para mí, era mi realidad hasta cierto punto. Los habanos desprendían un olor desagradable, que ensuciaba el aire, el humo blanco se desaparecía, uniéndose con lo que respiro, lo cual era pesado, asqueroso. Me encontraba respirando lo menos posible.

Sentí como si el tiempo se detuviese, quedándome de piedra y conteniendo una inhalación. Oí un chirrido y algo evaporarse detrás de mí, cerca de mi cabeza, el olor a tabaco en mi cuello, las cenizas bajando por mi
vestido, un calor sofocante y un ardor de las llamas mismas explotando en mi cuerpo.

Solté el aire. Las lágrimas se formaron solas y asimismo cayeron, no pude hablar ni demostrar lo que sentía, el aguantar la respiración detuvo mis otros sentidos de actuar y con ello el dolor se ausento por un momento.

Empezaba así, cómo fui hecha de habanos.

Esperanza, lo que perdía cada vez que era objeto para esfumar la corta vida de los habanos. En la palma de mis manos, piernas, pecho, espalda, me encontraba tal res marcada, como propiedad. Es que soy propiedad, no tengo vida propia, no soy dueña de mi vida, no soy merecedora de la dicha de respirar.

Mar Dorado (Adaptación Caché)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora