Capítulo 23: comenzando nuevas etapas

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Para Lucas no fue nada fácil el terminar la relación a la que por meses se había adaptado. Sin darse cuenta, prácticamente había amoldado su vida y sus horarios a la rutina de la que era su novia. Todo lo que hacía y dejaba de hacer era con el previo consentimiento de la omega. Se había dejado doblegar y por absolutamente nada a cambio. Si bien en una relación siempre se debe ceder una parte, esta debe de ser recíproca. Él le daba todo a Clarissa y ella le pagaba con desprecio y gritos. 

—Hola, cachorro, ¿cómo estás? —Harry entró a la habitación con un vaso de leche tibia y ese pastel de zanahoria que tanto amaba desde niño. Dejó todo en la mesita a un lado de la cama y se sentó en la orilla, justo a un lado de donde Lucas yacía acostado con su computadora en la falda.

—Estoy bien, papi, justo estaba en un trabajo de la universidad, pero me distraje un poco —partió un trozo del pastel y lo llevó a sus labios en medio de un tarareo— delicioso como siempre. 

—Me alegro, mi amor, ¿necesitas ayuda? 

—Por ahora estoy bien. 

—Y... ¿con la omega? ¿cómo estás con ese tema? —el aroma nervioso de su papá se desplegó por la habitación. Ni él ni Louis le habían dicho nada, pero bien intuía que el rizado se sentía culpable por lo acontecido, sin siquiera serlo, pero a veces se le metían ideas en la cabeza que nadie podía sacarle. 

—Tranquilo, papi, nada de lo que ocurrió tuvo que ver con ustedes. Clarissa es una mala persona y ya. No me había dado cuenta hasta que pasó lo del almuerzo, pero ella nunca se interesó en mi como yo lo hice por ella. Creo que estaba conmigo por conveniencia o tal vez costumbre, no lo sé, pero sus actitudes dieron a entender más que sus palabras.

—¡Tengo el cachorro más sabio del mundo! —besó su frente mientras ambos reían— no voy a decir que me alegra que hayas terminado la relación... aunque en el fondo mi lobo siempre supo que ese no era tu destino. 

—¿Qué dices? 

—Mmm... nada, cariño, ya lo verás cuando sea tiempo. Sigue con tu tarea y bébete todo el vaso, si quieres más me dices.

Y sin más, Harry se puso de pie y lo dejó pensativo en su habitación. Fuera, en el pasillo del segundo piso, el alfa rizado daba saltitos con emoción contenida. Si el destino iba acorde a sus instintos, en muy poco tiempo la que fue su profecía durante años por fin se cumpliría.   

Terminó su tarea, cenó otra de las rebanadas de pastel con leche que muy amablemente Harry había subido para él y luego de un merecido baño calentito, se introdujo en la cama.

Su lobo no le permitió descansar de la manera adecuada, lo tuvo dando vueltas y vueltas y cuando por fin pudo sucumbir a las paz, su mente se vio llena de un flujo constante de sueños extraños.

Decir que sus cabellos fueron una maraña al otro día y las ojeras rozaban sus pómulos era quedarse corto. Hizo lo que pudo con las cremas que sus padres le inculcaron desde pequeño y se puso uno de sus mejores atuendos con el único objetivo de elevar un poco su autoestima.

La escena de todas las mañanas se reproducía delante de él como hace casi una década. Harry balanceaba sus caderas al compás de alguna canción que no reconocía del todo mientras preparaba un par de huevos en la sartén y Louis sonreía con ojitos brillantes a la vez que servía los cafés y el té.

—Buenos días —murmuró sin tanto ánimo, dejando que su lobo se llenará del cálido aroma de los alfas.

—Buen día, cariño, ¿cómo dormiste? —no sabía porque, pero el típico tono chillón de su papi Harry lo irritó más que de costumbre.

Atinó a simplemente encogerse de hombros, sintiendo al instante la mirada cargada de incógnita de su papá Lou.

—Cachorro, te hicieron una pregunta —llamó su atención el mayor de todos los alfas.

—Lo siento, me duele un poco la cabeza —mintió, aunque no del todo. La cabeza no era exactamente lo que le dolía.

—Está bien —Harry, tan amoroso como siempre, besó el hombro de su alfa y depositó el desayuno delante de su hijo— comer algo te hará bien, bebé el té y si te sigo doliendo te daré alguna pastilla.

Le sonrió como pudo y engulló. El desayuno de su papá siempre lo levantaba el ánimo.

—Pasaré a dejarte en la universidad antes de irme al bufete —Louis avisó antes de despeinar apenas sus cabellos en una acción que desbordaba cariño— puedo pasar a recogerte también si quieres.

—No te preocupes, pa, no sé a que hora terminaré así que mejor tomo el autobús cuando salga.

—¿Seguro?

—Mhm.

Y sin más, la conversación se dio por terminada. Entre los tres juntaron las cosas que habían utilizado para desayunar, las pusieron en el lavavajillas y se dedicaron a ultimar detalles antes de la salida. La verdad era que hoy tenía un par de clases en las que iba muy bien así que meditó en gran medida saltearselas e ir a algún lugar más tranquilo. Tampoco quería encontrarse con Clarissa y su amiga tan o más superficial que ella.

Su lobo lo mantuvo molesto todo el camino en coche, tanto que su padre tuvo que abrir un poco las ventanas para que la feromonas no invadieran el espacio.

—Que tengas buen día, cachorro —Louis besó su frente con suavidad y le sonrió— sabes que puedes llamarme en cualquier momento, hoy no tengo un día agitado.

—Lo sé, pa. Nos vemos en la tarde.

En medio de un suspiro se aventuró a lo que sería otro día en La Jungla, como habían apodado junto a Cris a la institución de forma burlesca. Las miradas despectivas no se hicieron esperar. Desde que Clarissa había corrido el mal comentario de sus padres, todo el mundo lo observaba de una forma diferente, desagradable, pero poca era la importancia que les otorgaba, no quería darles más fuerza y energía de la que realmente tenía. 

Con la cabeza en alto y esa mirada neutra que su pa Louis ponía en todos sus juicios, se dirigió al salón de clases. Allí tomó las primeras dos, almorzó algo con Cris, quien se había quedado dormido y por eso recién se incorporaba al campus, y terminó con la última clase del día. 

No quiso molestar a sus padres, por lo que prefirió tomar el autobús directo al complejo donde vivía. 

La mezcla de aromas, calor y cariño dentro de su hogar lo hizo relajarse instantáneamente. Sus padres reían dentro de la cocina preparando lo que creía sería una cena deliciosa, la música de fondo no podía faltar y mucho menos los jugueteos. Esa era la vida que había soñado desde niño y nadie iba a hacerle pensar lo contrario. 

—Hola, muero de hambre —canturreó con una sonrisa ladeada. 

—¡Cachorro! ¿por qué no nos llamaste? podríamos haber ido a recogerte —Harry colocó ambas manos en sus caderas, pero igual se inclinó a recibir el besito que su hijo dejó en su frente. 

—Necesitaba caminar un poco. 

—Lávate las manos, en breve estará la cena —Louis le sonrió. 

—¡Oh, tengo noticias! —Harry volvió a llamar su atención— ¿cómo te ves de pasante? 

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okeyyyy por fin actualizo! no sé si es el mejor de los capítulos, pero necesitaba algo de relleno que se conectara con el acontecimiento que viene.

espero tengan lindo resto de semana! sé que ando desaparecida pero han estado pasando tantas cosas y en tan poco tiempo que apenas tengo tiempo de procesar. Intentaré estar más presente. Siempre pueden escribirme o mandarme mensajes bonitos en el muro o vía DMs!! 

nos leemos pronto ❤️

A. 

Tramitando con esperanzaWhere stories live. Discover now