IV. Un conquistador

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Una presencia lo observaba, estaba seguro que había alguien, sentía la respiración de algo más cerca de él.

Se despertó asustado, buscando a su alrededor. La tormenta había menguado, pero las pequeñas gotas aún seguían cayendo del cielo gris.

Tenía todo el cuerpo entumecido por el frío pero aún estaba vivo, listo para vivir un día más.

Se puso de pie estremecido por el miedo y estaba sacudiéndose la ropa empapada, cuando lo vio.

Un lobo gris de enormes ojos azules que lo observaba.

Tenía miedo, pero no se movió de su lugar, se quedó quieto rentadolo con la mirada. No debía mostrar temor, el lobo era una señal de sus ancestros, para decirle que estaban a su lado. Para probar su valor.

Al cabo de un rato más, el animal se fue dejándolo solo con sus fantasmas.

Camino buscando comida, tratando de alejarse de su aldea, siempre iba hacia el norte, a pesar de que podría llegar a territorio enemigo, los merkhins. Pero tampoco podía regresar, su propio clan era ahora su enemigo.

Vagó solo y sin provisiones, por dos días, famelico y sin conseguir más comida que agua y hierbas.

Cuando de pronto los escucho.

El sonido de los caballos galopando furiosamente detrás de él.

—¡Allí está!

—¡Que no escapé! —Gritaron.

Mongoles.

Louis trató de correr, pero ya no le quedaban fuerzas, no había comido en dos días, inevitablemente sus piernas fallaron y el lazo de uno de los alfas se deslizó en su cuerpo, haciéndolo caer, solo pudo cerrar los ojos.

Estaba agotado.

Fue llevado atado como un animal salvaje, como un prisionero de guerra, hasta el nuevo campamento de Khan Temo.

Reconoció algunos rostros, de su antigua tribu, observaban sus pasos, pero todos huyeron de su vista.

No había rastros de su madre ni de su hermanita menor.

El Khan fue sacado de sus aposentos rápidamente para pasar a verlo como sus propios ojos.

Louis elevó el mentón, tenía la cara sucia, y sangre en su frente, pero un orgullo nato de los de su casta, él había nacido siendo hijo de un Khan. Sus ojos azules y fríos, observando.

Temo agarró su cabello con brusquedad para acercarse a su rostro.

—Has supuesto una molestia para mí hombres, niño. —Río entre dientes. —Tal como tú padre.

Quiso gruñir. Temo sacó la espada curva y el arakh centelleo a la luz del sol.

El alfa suspiró como si le costará hacer eso y puso la espada en el cuello ajeno.

—Me lo agradecerás. —Dijo.

Y Louis esperó, se reuniría finalmente con su padre y tal vez con su madre y hermana.

—¡Espera!

Un grito lo saco de su trance.

Un hombre anciano se acercó hasta ellos. Louis lo reconoció inmediatamente, el viejo de su tribu. Una figura grácil y encorvada, que servía como curandero, consejero y hasta guía de la manada.

—Perdone mi señor. —Se inclinó con la rodilla en el suelo. —Pero los mongoles no matan niños.

Temo alejó la espada, disgustado.

—Hasta ahora. —Dijo con fastidio. No puedo permitir que mi enemigo continúe con vida, este niño crecerá y querrá matarme.

—Si lo matas, los Dioses se enojaran y manifestarán su ira contra ti. —No retrocedió. —¿Además que dirá tu pueblo? Dirá que le temió a un niño y por eso lo mató.

Temo gruñó.

—Ten cuidado con tus palabras anciano.

—Solo aconsejo como es mi deber, Khan.

El alfa pareció pensarlo un momento.

—Bien, pero no será un niño por siempre. —Llamo a uno de sus hombres. —Tú serás responsable de él. —Dijo. —Lo vigilarás y lo alimentaras hasta que crezca.

Luego se dirigió al anciano.

—Una vez se presenté, ya no será un niño. —Así que podré deshacerme de él limpiamente, sin molestar a tus Dioses.

Temo partió a reunirse con sus comandantes.

El anciano acompaño al hombre del Khan, asignado a custodiar al niño. Lo ataron ante el tocón de un árbol como si fuera un perro.

Las cuerdas calaban en su piel, pero el pequeño no se quejó en ningún momento.

El profeta aún lo observaba, Louis solo miraba hosco a su carcelero. El viejo espero frente a él, hasta que llegó una de sus nietas con un plato de sopa caliente.

El beta tomó el encargo y pronto despidió a la niña. Se acercó hasta Louis alcanzando el recipiente para que pudiera beber.

El pequeño lo miró recelosamente, pero estaba hambriento, así que bebió. Además, no lo envenenarían, ya había dicho el Khan que esperarían a su presentación.

—¿Por qué haces esto? —Preguntó una vez termino de alimentarse. El viejo lo había ayudado. —¿Sabes de mi madre?

El anciano había arriesgado su vida para interceder por él.

—No lo hago por ti, ni por tu padre. —Contestó con dureza. El niño lo miró hosco. —Lo hago por mí y por mi familia.

Louis no comprendió. ¿Que tenía que ver su familia en eso? El anciano pareció leer su pensamiento.

—Algún día, tú gobernaras a todos los mongoles y serás un conquistador. Arrasarás a todos sus enemigos, destruirás aldeas y sus casas.

El niño negó. Jamás destruiría casas ni invadirá aldeas, había visto suficiente dolor en sus cortos años de vida.

—Yo no...

—Lo harás, lo he visto en mis fuegos. —Se levantó con pesar y como si fuera un secreto susurró cerca. —Espero que recuerdes este día, Louis. Lo llamo por su nombre. —Te he ayudado, espero que en tu ira no acabes con mi familia y mi descendencia.

Y se fue, dejándolo solo.

[...]

Esa misma noche alguien se acercó entre las sombras, sus guardias estaban dormidos por todo el vino bebido.

Khan Temo se había ido de la aldea, dejando a solo sus Khos a cargo. Quienes habían celebrado su temporal libertad con abundante comida y leche fermentada.

Estaban pues felices y confiados, ningún enemigo y mucho menos un niño los tomaría por sorpresa.

Entonces una sombra camino entre los cuerpos, se acercó hasta Louis y le dejo un cuchillo, no sin antes cortar una de las sogas de sus manos.

Rápidamente el muchacho agarro el arma para desatarse. Rasgó las cuerdas y corrió.

Huyó al campo abierto, donde el gran Mar de Hierba se alzaba ante él.

Está vez tomó la dirección contraria, para que no lo volvieran a encontrar, pero sería difícil, ir al Este, donde el frío era más inclemente y la hierba abundante.

El clima era cambiante, el frío calaba sus huesos y no podía protegerse en la tormenta, pero tenía que continuar.

Tenía que vivir para poder vengarse de sus enemigos.

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Come on Lou!!
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IMPERIO (L.S.)Where stories live. Discover now