Capítulo 9

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Gordon estaba al frente de comisaría, atendiendo denuncias y hablando con civiles, tenía las mangas de la camisa remangadas y sus tatuajes lucían sobre su piel morena. Lo observé, y lo observé, hasta que se dio cuenta de que lo miraba.

Empezó a acercarse caminando y aceleró el paso de a poco hasta que comenzó a correr, pasó junto a mí y me tomó por la muñeca, abrió la puerta con una mano y me arrastró con él hasta que nos alejamos de la vista de los civiles que exigían por nuestra presencia.

— Denuncias de mierda, me tenían hasta los gordons — sonrió y se sentó sobre una de las sillas plásticas que había por los pasillos de comisaría.
— Es una putada — me recargue en la pared frente a él.
— Por cierto... — rebusco en sus bolsillos y sacó una bolsita transparente con tres galletas dentro — Ten — lo extendió hacia mi.
— ¿Qué es esto? — lo tomé con curiosidad.
— Las galletas que le pedí a la alumna para ti.
— ...gracias — traté de contener la sonrisa.
— No tuve oportunidad de preguntar antes pero, ¿te gustó el bar al que fuimos?
— Ehh — carraspee nervioso. Me daba escalofríos recordar ese día. — Me gustó, muy elegante.
— Me alegro. Mientras patrullo me he estado encontrando con muchos sitios que no había visto, abrieron bastantes locales nuevos. Deberíamos ir juntos alguno de estos días, seguro que tú tampoco los conoces.
— Suena bien... — me senté a su lado — ¿Cómo es que no los conoces si nunca trabajas y te la pasas haciendo quien sabe que?
— Ya empezamos, ¡que si trabajo!

Reí. Era divertido hacerlo enojar, su voz se volvía un poco desesperada y tenía picos agudos, como un adolescente en desarrollo; era lindo.

— Lo sé — respondí — Para mi eres de los mejores agentes del cuerpo, me sorprende que seas oficial tercero.
— Gracias.
— Hablaré con Conway, para que te de un ascenso.
— Joder, no es necesario, Gus.
— Vamos a ver, Gordon. Tú rango es una puta mierda, deberías tener uno más alto, hablaré con el super.
— Gracias, Gustabo, de verdad. Aunque no me asciendan yo ya me quedo contento con saber que has intervenido por mi.
— Ya te había dicho que podías confiar en mi.
— Me doy cuenta de lo leal que eres.

Desde que me senté junto a él no había despegado la mirada de puntos aleatorios del lugar, en cualquier lado que no fuera él, ahora tampoco pude mirarlo. Sólo asentí y sonreí, no tenía mucho más que decir.

— Hablando de eso, tengo otra misión para ustedes, vamos a la oficina de arriba para contarte — se levantó y esperó a que me levantara también.
— ¿No deberíamos esperar a Isidoro? — me levanté de la silla, ahora lo veía de nuevo, su rostro tan cerca...
— Llamale por radio y vamos subiendo — respondió.

Eso hice. Isidoro ya estaba en comisaría y entró al despachó a penas uno o dos minutos después de nosotros, probablemente venía justo detrás y no nos dimos cuenta.

— Joder, lo que he vivido yo en este despacho — expresé con nostalgia.
— ¿Pasabas mucho tiempo aquí, Gustabo? — preguntó Isidoro.
— Los porrazos que me han dado aquí no los verás en tu vida. Incluso tuve una pistola apuntando a mi cabeza — dije con un tono bromista, me ayudaba a sobrellevar mejor los malos recuerdos.
— A mi también me han aporreado y casi me tumban, justo ahí — Gordon apuntó el espacio frente al escritorio.
— Tienen mucho en común, ¿no? — insinuó Isidoro.
— Bueno, algo que tenemos en común todos los agentes son los porrazos de Conway. — respondí.
— No te equívocas — dijo Gordon con una sonrisa, mientras negaba con la cabeza — ahora, aterrizando en el tema principal,  ¿sabeis lo de los polis que ha despedido Conway?
— Que los han despedido, nada más — Y que había uno que gustaba de él...
— Pues han estado teniendo conductas inapropiadas. Hay testimonios de que están de topos y organizan mierdas contra la malla. Tenemos que vigilarlos esta noche, será pesado ¿Cuento con ustedes?
— ¡Agente León, te miro y te vigilo! — Gritó Isidoro mostrando la placa.
— ¡Guarda la puta placa! — Gordon le dio un manotazo. — En fin... dos se quedan en el auto a vigilar en caso de que salgan y otro se infiltra dentro y escucha lo que hablen.
— ¡Yo me infiltro! Que soy como un camaleón.

Logré contener la risa ante el comentario de Isidoro, que era más gracioso ya que su comparación no se alejaba mucho de la realidad, quiero decir, ¿Quién conoce a Gonzalo?

— Entonces Gustabo y yo estaremos fuera en el coche, nos comunicaremos contigo por radio. Tienes que avisarnos cuando vayan a salir y en que, ¿vale?
— ¡Vale!
— A las 8 en el parking de comisaría, te doy la ubicación y nos separamos.
— Nos vemos en la noche, Gordon — hablé con tranquilidad, como si no se me estuviera por salir el corazón al pensar que tendría que estar por horas a solas con él.

Gordon estaba al volante, aparcamos en la esquina contraria al edificio donde se había metido Isidoro y nos quedamos en silencio por varios minutos. Mis ojos actuaban solos y no podía controlar como se empeñaban en mirarlo, su cara de concentración observando el objetivo, recargado en el volante con la radio en la mano, atento a cualquier noticia de Isidoro. La posición de sus brazos marcaba sus músculos, incluso podía notar las venas en sus manos, como canales que las cubrían por completo y me hipnotizaban.

Estuvimos ahí por horas, no me di cuenta de cuando me ganó el sueño, pero cuando desperté eran al rededor de las tres.

— No hay movimiento — dijo Isidoro.
— Esperaremos un poco más y nos iremos — respondió Gordon.

Fue el sonido de la radio el que me sacó de entresueños un tanto aturdido.

— ¿Descansaste, Gus? Si quieres te resumo lo que ha pasado.
— Sí...
— Pues Isidoro los vio hablar, pero el micro falló, no pudimos escuchar lo que decían. Se separaron hace una media hora pero no se dirigieron  a ninguna de las salidas, seguimos esperando.
— Bien, cambiame el lugar — respondí acomodandome en el asiento.
— ¿Por qué?
— Para que puedas dormir tú también un rato.
— Está bien, no estoy cansado — sonrió.

Ni siquiera porque era de noche se había quitado los lentes, no me permitía ver sus ojos a través de esos cristales oscuros, así que acerqué la mano y se los retiré con cuidado. Él no hizo ademán de alejarse, solo se quedó ahí expectante.

— Tienes unas ojeras enormes, se te cierran los párpados de sueño. — afirmé.
— De verdad no te gustan mis lentes, ¿cierto?
— Lo siento.
— Está bien, como se trata de ti no me molesta. — dijo con una sonrisa y un tono cálido mientras acariciaba mi hombro en entendimiento y quitó su mano enseguida.

Observé su mano alejarse, aunque la sensación que había plasmado su toque permaneció, dejando un hormigueo tanto en mi hombro como en mi estómago.

— No me hagas esto, Gordon.
— ¿Qué cosa?
— Hacer que me encariñe contigo.
— Pero eso es lo que quiero, haríamos buena pareja. — parecía que lo dijese en broma, pero sabía que había una carga de verdad detrás de sus palabras.
— No — sentencié. No quería que Gordon se convirtiera en un objeto como lo era yo, pero era así, cualquiera que se acercara a mi estaba destinado a ser usado. Por eso tenía que alejarme de él aunque no quisiera, y pese a que me empeñaba a buscar excusas para no tener que hacerlo, sabía que era lo que debía hacer.
— ¿Por qué? — preguntó un poco desconcertado. Me dolía tener que rechazarlo, más si ponía esa cara tan... triste.
— Porque... — miré la cámara sobre mi pecho, y volví la vista hacia él.
— No es el momento adecuado para hablar de esto, salgamos en la mañana, antes de entrar en servicio. — pareció haber captado que no podía explicarme ahora.
— No... es que.
— Por favor — posó su mano sobre mi antebrazo — quiero aclarar esto, no me dejes a ciegas sobre lo que piensas, es lo único que pido.

Me rompió el corazón la forma en que me miraba, como si realmente necesitase esa explicación.

— Vale... — cedí.



















Sacalo de los escombros - Gortabo. Gustabo×GordonWhere stories live. Discover now