Capítulo 24

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Había un grupo de delincuentes a los que me gustaba perseguir, no sería correcto decir que éramos amigos, ya que ellos eran atracadores y yo policía, pero cada que tocaba perseguirlos pasaba un buen rato. Usaban unas máscaras de alíen un tanto desagradables, y entonaban una melodía pegadiza. Se hacían llamar "Los ñañaros", aunque yo prefería referirme a ellos como "Los ñiñis".

Los conocí la primera semana en que regresé a la ciudad y un mes después me contaron que se habían abierto un taller, según ellos, ahora irían por el camino legal. Me alegró la noticia, si dejaban de delinquir llegaría un punto en donde podríamos ser amigos de verdad.

Conway me asignó a mi el caso de la masiva venta de drogas que se había disparado en la ciudad, lo que estaba claramente relacionado con el informe que llegó hace un par de días. Y después de realizar un control junto a él, me fui a patrullar con Isidoro cerca de la playa, donde los avisos de posible venta de droga llegaban sin parar.

No pasó mucho antes de que entraramos en persecución y, como ya era costumbre, lo pillamos. Encima llevaba 13 bolsitas de meta, por lo cual nos lo llevamos a comisaría para interrogarlo sobre la procedencia de dicha mercancía.

No hizo falta ver su identificación para conocer su nombre completo, fue suficiente con ver su rostro, y hubiera sido suficiente con su voz si no estuviera yo en negación.

Jordan Latray. Me sentí traicionado. Los ñiñis habían prometido que no irían más lejos, incluso se supone que se estaban volviendo legales, y ahora resulta que traficaban con drogitas. Jordan mentía y mentía sobre la procedencia de la meta, mi paciencia se estaba acabando, y aunque en algún momento lo consideré un amigo, todo aquello había acabado para siempre.

Salí de la sala un momento y llamé a Conway para informarle, estaba fuera de servicio pero aún así me dijo que vendría de inmediato. Regresé a la sala, inseguro de cuál de mi emociones dominaba más, ¿La ira, la tristeza, el sentimiento de traición, la emoción? Hice lo que tenía que hacer, de cualquier forma, todo lo que sentía me guiaba a lo mismo; darle un par de porrazos.

— ¡Jordan! — grité al entrar a la sala, alargando la "a" de forma melódica. — ¡Empieza el mambo, Jordan. Desperté al viejo de su siesta sólo por ti! — continúe en el mismo tono mientras le proporcionaba un par de golpes con la porra.
— ¡¿Qué pasa contigo, Gustabo?! Creí que éramos amigos. — Espetó Jordan.

Conway llegó minutos después y, como siempre, fue incluso más agresivo que yo. Jordan tenía una lista interminable de antecedentes e insistía en callarse y decir mentiras. El súper, no tan harto como yo, pero con la mecha más corta, organizó una redada al taller de los ñiñis. Los ñañaros.

Tres agentes caninos inspeccionaban el taller mientras nosotros esposabamos a todos los trabajadores, los identificabamos, y Conway recitaba los cargos de cada uno en voz alta. Pancho correa, sus casi 40 antecedentes fueron los que menos tenía ganas de escuchar.

— El primero que vea relacionándose con cualquiera que trabaje en este taller se va a la puta calle — Escuché decir a Comway.

Isidoro y yo subimos al patrulla y nos alejamos del taller en dirección a comisaría.

— Que lástima lo de los ñiñis, me caían bien. — Comentó Isidoro.
— Bueno, los criminales siempre son criminales — Respondí — por eso no tengo amigos fuera de comisaría.

Cambié de compañero y Lexi entró al asiento del copiloto en el patrulla. No solía patrullar con chicas, los puteros de comisaría siempre se las arreglaban para "acaparar" a las compañeras, eso complicaba el poder evaluarlas. Supongo que Murray ya se encargaba de eso...

Sacalo de los escombros - Gortabo. Gustabo×GordonWhere stories live. Discover now