VII

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Las fiestas donde la música resonaba intensamente en los tímpanos, el olor a tabaco, el alcohol y las sustancias estaban por todos lados. La mayoría no pensaba o estaba totalmente consciente de las cosas. Eran los lugares que tres jóvenes amigos solían frecuentar, pues les parecían bastante divertidos.

Una de esas noches, donde uno de sus amigos fue el organizador de aquella fiesta, los alfas decidieron ir para celebrar su ingreso juntos a una banda muy famosa. Habían trabajado mucho para llegar ahí. Así que Swiss, con mucho entusiasmo, pasó por Cirrus y Aether para poder llegar juntos.

— Y... — empezó a hablar Cirrus, alargando la letra esperando la atención de sus amigos en los asientos delanteros — ¿Quién será el conductor designado hoy?

— Paso — gritó Aether rápidamente. Swiss estiró su brazo para golpearlo.

— Váyanse a la mierda — dijo Swiss — Yo quería tomar hoy.

— Querías — repitió Cirrus, dándole pequeñas palmadas en la cabeza al moreno, fingiendo tristeza.

Swiss bufó y los contrarios se rieron. Con los tres ya de acuerdo en quién estaría a cargo, llegaron al lugar. Saludaron a sus amigos y se quedaron juntos. Más tarde, Aether y Cirrus estaban en la barra jugando a tomar a fondo, mientras Swiss los veía y los animaba emocionado. Después, con ambos bastante ebrios, bailaron un buen tiempo, hasta que Cirrus terminó robando el protagonismo y siendo aplaudida y animada por sus dos amigos. Cuando se juntaban, no podían evitar ser el centro de atención. Los tres tenían un magnetismo y energía imponente.

No tardó mucho para que Cirrus coqueteara con una chica, quien desapareció con ella. Un rato después, pasó lo mismo con Aether, y Swiss lo despidió insultándolo por dejarlo solo, lo que no pasó desapercibido para bastantes mujeres y hombres alrededor. Swiss realmente no estaba interesado en esto, pues sabía que tenía que esperar a sus amigos y mantener la cordura y el tiempo. Así que simplemente se escabulló, ignorando amablemente a todos, hacia las escaleras.

Estaba cerca de las bebidas, así que se apoyó en la pared, prendió un cigarrillo y disfrutó la música, moviéndose levemente al ritmo. Todo iba bien, tranquilo; la verdad, no era impaciente. Hasta que un largo y lacio cabello captó su atención. Este estaba de espaldas, así que por un momento trató de deducir si era una mujer, hasta que se puso de perfil y al ver esos hermosos rasgos finos y marcados, solo pensó en lo hermoso que era.

Así que se enderezó, poniendo su total atención en ver un poco más de aquel rostro, pues la multitud que lo rodeaba se lo impedía. Cuando lo consiguió, notó que parecía algo molesto, tenía el ceño levemente fruncido, sus ojos irradiaban fastidio y su boca simplemente era todo menos una sonrisa. Pero aun así, a Swiss esto simplemente le pareció tan tentador, tierno y simplemente lindo.

Se quedó viéndolo fijamente, hasta que aquel castaño cruzó miradas con él, y por primera vez, Swiss sintió una sensación, una electricidad, recorrerle la médula espinal. Una corazonada desconocida. Pero igual no quitó la mirada, pues aquellos ojos le traspasaban toda su mente y simplemente lo hicieron sonreír con incredulidad. Nadie lo había intimidado de esa manera. Ningunos ojos, una simple mirada, por más lejos que estaba, lo habían hecho sentirse así.

Esa sensación no la iba a dejar pasar, así que, en cuanto salió de aquella contemplación, caminó sigilosamente hacia él y en el camino tomó una servilleta para poder anotar su número. Agradecía tener la costumbre de cargar siempre con una pluma. Cuando estuvo a sus espaldas, notó que el contrario lo estaba buscando con la mirada, así que simplemente pensó en alguna tontería con la que pudiera ganarse una sonrisa del castaño y se acercó para poder susurrarle al oído.

— Por tentaciones como tú, hay tantos pecadores como yo.

Y con eso, se ganó ver perfectamente de cerca cada parte de ese rostro de tez pálida, labios que se volvían rosas gracias al último rasgo, una nariz algo gruesa pero que le asentaba tan bien, una mandíbula marcada y, principalmente, esos ojos que a lo lejos lo hechizaron. Ahora que estaba cerca, simplemente se dejó llevar por esos iris claros, casi grises, que aunque lo miraban con confusión, lo hacían sentir tanta curiosidad. Para después ver lo pequeño que era a su lado, pues hasta el castaño tuvo que inclinar su cabeza para poder verlo a los ojos fijamente, ejerciendo una postura retadora. Qué tentadora reacción.

Menos es más (Swissxsodo Omergaverse)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora