No puedo verte

Capítulo 4: Un conejo adorable

Nunca pensé que acabaría teniendo en mis manos vestidos parecidos a los que llevaban las princesas.

Ahora mismo tengo puesto uno de los que Enmi y su ayudanta Emily me han ofrecido; se me hace rarísimo la forma, puesto que la falda tiene un volumen exagerado; el traje es de un color azul eléctrico con un escote en pico que tiene las mangas de los hombros caídos. Honestamente, es el traje de mis sueños. A parte, me veo genial con él.

Sin duda, es la mejor prenda que me he puesto jamás.

Antes de elegir este vestido como el definitivo, he tenido la oportunidad de mirarme en el espejo con otros puestos. Había uno que era color menta, pero en ese la cremallera no cerraba.

Una lástima. De todas maneras, no me voy a quejar.

Elegir la máscara ha sido muchísimo más sencilla porque Enmi sostuvo varias en sus delicadas manos y hubo una en especial que llamó mi atención. Era de un tono muy oscuro, similar al carbón y varios bordados de flores se camuflaban entre la fina tela. Además, tapa gran parte de mi cara y eso se agradece.

— Hermosa combinación, es el turno de las joyas. —Dice Enmi alegre. Utiliza sus alas y se dirige hacia una bolsa blanca situada justo al lado del estante. Estira su brazo e introduce la mano en ella, al segundo, varios colgantes aparecen en mi campo de visión. La mayoría de ellos predomina el blanco como su color principal, tienen perlas de diferentes tamaños y otros tienen pulseras para que combinen. En este caso, he elegido un collar sutil, pero elegante que contiene varias piedras preciosas azules. Supongo que serán lapislázuli por el intenso color.

La falda del vestido tapa los pies, por ello hemos decidido que el día de pasado mañana lleve unas botas cómodas por si la cosa se tuerce en el baile.

— ¿Has pensado qué harás con mi pelo? — Le pregunto mientras cojo un mechón de pelo y le doy vueltas. Mi cabello es muy difícil de manejar y enseguida adquiere unos nudos que no hay quien los desate. Incluso ha habido veces que he tenido que optar por un tijeretazo.

—Bueno, lo mejor será que esté recogido en un moño. Para que puedas lucir tu cuello y el traje, de esta forma parecerás alguien importante y no una chica que apenas conoce este lugar. Y así lo más seguro es que llegues a estar desprotegida, ya te aviso de antemano que varias personas se quedarán embobadas.

— Entiendo. — Digo mientras suelto un pequeño suspiro.

— No te preocupes, estarás bien.

Después de preparar toda la ropa y guardarla en una mochila —demasiado amplia para mi gusto —, hemos vuelto a la sala donde se encuentran los demás y estamos a punto de idear el viaje de ida hacia el castillo.

Menos mal que me van a acompañar, soy malísima orientándome, me cuesta horrores memorizar el nombre de las calles y los recorridos. Me siento en una silla de madera y miro a mi alrededor. Mark se encuentra apuntando con una pluma en un papel, Eris no ha parado de dar vueltas y ahora está envolviendo alimentos en bolsas transparentes, Ulises tiene la misma cara que pone mi profesor de filosofía, en otras palabras, un cuadro. Pero la clase de cuadro que, por mucho que lo analices, cada persona percibe un sentimiento completamente opuesto. Eris suelta un suspiro y se sienta a mi lado, parece algo cansada y probablemente igual o el doble de nerviosa que yo.

Después de dialogar, hemos quedado que saldremos a las cinco de la mañana para poder estar antes en el reino y prepararnos mejor. Por lo que me han contado — no mucho —, el trayecto no será muy complicado, pero debemos tener cautela y ser lo más rápidos posibles. También hemos decidido que arma llevar y por supuesto, llevaré la espada. En cambio, Mark ha cogido un puñal muy grueso y Eris ha optado por una pequeña daga, pero muy afilada. La verdad es que da hasta miedo que la tenga que llevar por dentro del pantalón, yo en su lugar acabaría clavándomela accidentalmente. A todo esto, no iremos a caballo para no llamar la atención y por si fuera poco, Ulises no puede acompañarnos y eso me aterra. No todo es color de rosas.