X

220 32 6
                                    

El día poco a poco fue cambiando hasta que estaba envuelta en la oscuridad de la noche, el ulular de los búhos me ayudaba a despejar mi mente e ignorar el dolor que estaban sintiendo mis piernas después de estar sentada durante tantas horas en la misma posición, además del frío calándome hasta los huesos por culpa de la lluvia que duró varias horas y apenas había terminado hace poco.

A pesar de que siempre he estado aterrada de este lugar, el Bosque Prohibido por ahora me estaba dando la calma que tanto necesitaba, los espacios entre los árboles dejaban pasar la luz de la luna, que recaía sobre mí, haciéndome sentir vulnerable, como si la propia naturaleza quisiera ponerme en el centro de atención para que todo mundo supiera que mis padres son Mortifagos.

Había llorado tanto que ahora cada que pensaba sobre eso no podía derramar lágrimas, mis ojos estaban cansados y tanto llanto había hecho que me doliera la cabeza. Mi estómago me pedía a gritos que comiera algo, pero sabía que cualquier bocado que probara, lo vomitaría enseguida.

Evan Potter.

Eileen Evan Potter.

Me pusieron el nombre de una criminal. Debí haberle hecho caso a mi papá y dejar de preguntar por ella, al parecer la ignorancia es una bendición.

Entré dentro de mis pensamientos, de mi mente, como mi papá me había enseñado hace dos años, en ese entonces todos mis recuerdos estaban organizados simplemente en unos estantes, lo que supuse sería una forma muy fácil de encontrar lo que alguien estuviera buscando, así que estuve practicando para que los libros pudieran acercarse a mí únicamente si podían detectar mi presencia y mi magia, y en lugar de estar guardados en estantes, se encontraban volando alrededor, usando la cubierta como alas.

Y fue así como uno de esos libros lentamente bajó hasta mis manos. Un libro que solamente estaba titulado Evan.

Respiré hondo y abrí la primera página del libro. Uno piensa que todos sus recuerdos de bebés son inexistentes, que es imposible poder recordar cosas de tan temprana edad, pero descubrí que todos ellos siguen aquí dentro, ocultos en lo más profundo de nuestra mente por cosas más recientes y memorables, y que solamente los podemos sacar al frente gracias a la Legeremancia.

La primera imagen del libro mostraba un pequeño recuerdo de mi mamá cantándome una canción de cuna, probablemente tenía un par de meses en ese entonces. El siguiente éramos simplemente los tres acostados sobre la cama de mis papás, uno a cada lado mío, mirándome con una tierna sonrisa, aunque claramente yo no estaba consciente de eso, muy ocupada jugando con un pedazo de tela.

El último fue el que más me dejó desconcertada, pues era del momento en que mis papás fueron capturados por Aurores, dentro de nuestro propio hogar, y este termina en el momento que uno de los Aurores me levanta de la cuna, sacándome de la casa.

Estaba tan metida dentro de mi cabeza que no registré el sonido de pisadas sobre las hojas secas en el suelo, hasta que una luz proveniente de una varita cayó sobre mis ojos, cegándome por unos segundos.

—Aquí estás.

Levanté mi vista, confundida al ver a Draco parado frente a mí, parecía como si se hubiera levantado recientemente y con prisa, su cabello era un desastre, sobre su pijama negra tenía una bata verde, y sus zapatos ni si quiera estaban abrochados, las cintas cayendo a los lados. Sus ojos estaban llorosos y preocupados, y parece que mientras más me veía, su respiración se calmaba cada vez más.

Caminó con tranquilidad hacia mí, creando una llama azul que Hermione le había enseñado, y la puso lo más cerca posible de mí sin quemarme, agradecida por el calor que emanaba.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—No lo sé. —Admití.

—Todos están preocupados por ti.

—¿Quiénes?

—Yo, Granger, Tío Sev, incluso Davies. Nadie había sabido nada de ti desde hace horas. Granger nos buscó a mi tío y a mi cuando se despertó a las cuatro de la mañana y vio que no habías regresado a cenar ni a dormir.

—¿Cuatro? ¿Qué hora es?

—Casi las seis. No hemos parado de buscarte, después de una hora nos tomó a Granger y a mi bastante de convencer a tu papá de seguir buscando en lugar de llamar a los Aurores. —Abrí los ojos con incredulidad, cuando fui a la oficina de mi papá la hora de la cena había terminado recientemente, lo que significaba que tenía aquí casi diez horas.— ¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Acaso Davies hizo...?

Su boca quedó ligeramente abierta, temeroso de enunciar lo que creía que había pasado.

—No. No, no. —Draco suspiró aliviado.— Yo... Ya sé quién es mi mamá.

—¿Oh? —Sus cejas se levantaron en sorpresa.

—Está en Azkaban. Por ser seguidora de él. —Draco se quedó callado, mirándome con culpa. Fue ahí cuando las piezas lentamente comenzaron a encajar, ¿cómo pude ser tan estúpida? Cualquier persona normal se refiere a él como 'El-Que-No-Debe-Ser-Nombrado' y con temor, únicamente Harry y Hermione son los únicos que lo llaman por su nombre, mientras todos en mi familia siempre lo han llamado 'El Señor Oscuro' sin trepidar, incluso yo.— Ya lo sabías, ¿verdad?

—No. Bueno... No sabía que fuera seguidora, mucho menos que estuviera en Azkaban pero... Tiene sentido; el verano antes de entrar a Hogwarts, mis padres me lo dijeron. Tía Cissy me pidió que no te dijera nada.

Sentía que si derramaba una lágrima más, moriría de deshidratación. Inusualmente para ambos, solté una ligera pero amarga risa.

—Soy la única estúpida que no lo sabía, ¿cierto? —Mi mano cubrió mi rostro por unos segundos, hasta que lentamente se fue deslizando, dejando tierra sobre mi cara, para luego quedar reposada sobre mi boca.— Soy la idiota de la familia, defendiéndolos a capa y espada de los demás, para resultar que todo este tiempo tenían razón.

Draco pasó su brazo sobre mis hombros, dejándome recargarme en los suyos. Los pájaros comenzaron a cantar con el amanecer, gradualmente iluminando cada pequeña piedra y hierba oculta en la oscuridad.

—¿Por qué lo hicieron? —Pregunté después de unos segundos, mi voz áspera.— ¿Por qué me protegieron como si fuera alguien frágil que se destruiría con cualquier cosa?

—No lo sé... Es algo que deberías preguntarle a mi Tío Sev. —Después de que bufé, Draco continúo.— Estoy seguro de que lo hizo por alguna razón.

—Sí, para arruinar y controlar mi vida.

Draco suspiró, pero me dio un ligero beso en la cabeza y me tendió la mano para que pudiera levantarme.

—Vamos, antes de que a mi tío le dé un ataque al corazón por no encontrarte.

Sonreí y lo seguí fuera del bosque en dirección al castillo hasta que poco antes de llegar a la entrada principal, mi papá me vio. Se quedó parado unos segundos, pero se acercó a mi con pasos largos, y me abrazó, poniendo sus brazos sobre mi espalda y sus manos sobre mi cabeza, haciendo que tuviera que recargarme en su pecho. Podía escuchar como con cada segundo, el palpitar de su corazón se calmaba.

A pesar de que él me abrazaba con fuerza, no lo abracé de regreso. En su lugar, miré como Hermione le decía algo a Draco y entraba al castillo.

Pensé que lo primero que escucharía serían gritos, acerca de quedarme afuera, de lo que le dije horas antes o por haber entrado al bosque, pero lo primero que escuché fue un...

—Lo siento.

Cuando me soltó, lo primero que hice fue alejarme de él. Draco me comentó que Hermione había ido a buscar a Roger para hacerle saber que estaba bien, así que, con el corazón abrumado, entré al castillo sin mirar atrás.

Eileen Snape y el Prisionero de AzkabanWhere stories live. Discover now