Una traición pude ser capaz de cambiar todo lo que un día fuiste.
Emma García, una chica que pensaba tenía toda su vida resuelta, un novio que la amaba o eso creía, un hijo fruto de ese amor y su vida profesional a punto de mejorar... pero ¿y si en...
Nos encontrábamos recorriendo la playa, los rayos del sol hacían que su piel dorada se viera incluso más suave de lo que es, además ese conjunto blanco la hacía lucir preciosa.
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Este sería nuestro primer día en la isla, el día miércoles por la tarde abordaríamos un jet con rumbo a Gran Bretaña, era el Gp de casa y la verdad me haría ilusión si quiera quedar en el podio.
Con los chicos ya habíamos organizado la fiesta de Emma, su madre ya estaba al tanto así que ella viajaría el día sábado por la tarde, se hospedarían en el mismo hotel pero Emma los verá hasta el día de la carrera.
En cuanto a pedirle que sea mi novia, mañana por la tarde le haría un pequeño picnic, tenía que comprar las fresas y el chocolate, además unos croissant rellenos de crema y un champán para celebrar, sabemos que la champaña es para el podio, pero podía contar que Emma era mi carrera más importante, una carrera en la cual deseaba ser el primero y con ello llevarme la gloria en mis manos.
Estaba ensimismado que no escuché cuando Emma me hablo.
-Cariño, te estoy hablando- dijo riendo.
-Lo siento bonita, ¿Qué decías?- estaba nervioso no quería que pensara que la ignoraba porque no era así, solo que mi mente viaja a mil por hora tratando de encontrar el mejor escenario para proponerle.
-Te decía que si buscábamos más conchitas como aquella vez- dijo con una sonrisa radiante.
Sin evitarlo, tome un mechón de su cabello y lo coloque tras su oreja-Me encantaría Bonita- deje una beso en sus labios.
Comenzamos a caminar buscando pequeñas conchitas de mar, y yo por supuesto, debía guardarlas en el bolsillo de mi short ya que mi chica llevaba un hermoso conjunto blanco, que desgraciadamente no tenía bolsillos.
Pero yo como bien futuro novio, no me oponía a nada de lo que mi chica necesitara. Algunos dirán que la consiento mucho, pero es imposible no hacerlo cuando pasamos tanto tiempo intentando ocultar nuestros sentimientos.
Se separó un poco de mi lado, soltando mi mano, lo que hizo que un pequeño puchero se adueñara de mi boca al sentir que perdía el contacto de su mano.
Se veía hermosa, por lo que rápidamente tomé mi teléfono y comencé a tomarle fotos.
-Bonita- la llamé- posa para mi.
Vi como una sonrisa se adueñó de su rostro y comenzó a realizar distintas poses mientras yo tomaba fotografías por doquier.
-Te ves bellísima-dije acercándome mientras la tomaba por la cintura.
-Muchas gracias cariño-dijo rozando mi nariz con la suya.
Estábamos en una burbuja, una de la cual no quería salir.
