XXII

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Dejaste una grieta,
una tan enorme,
que no se
cuanto tardara en sanar.
Con el paso de los
días, duele y duele.
Es como si algo
dentro mío se
pudriera.
Veo nuestros mensajes,
recuerdo los momentos
que compartimos
juntos y me duele
más.
No estás muerto
pero la forma en
que desapareciste,
como si el aire
te hubiera llevado lejos
me hace pensar que sí.
Me dejaste,
sin importarte mi reacción,
mis lágrimas y
mis dudas.
Después de todo,
yo no soy tu hija,
tu no eres mi padre,
pero empezabas a
sentirte como tal.

Los (no) poemasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora