Capítulo I

97 4 1
                                    

Disclaimer: Los personajes de Sailor Moon pertencen a Naoko Takeuchi y la novela a Johanna Lindsey
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Noruega 873 A.D.

Alan Ginga se dejó caer al suelo y se arrastró para acercarse al río, donde se había detenido la joven de los cabellos rubios.

Serena Tsukino miró una vez hacia atrás, como si lo hubiese oído, y después jaló las riendas de su caballo de gran alzada. Avanzó directamente
hasta la orilla. A su izquierda el fiordo Horten llevaba aguas veloces por su cauce. Pero aquí una masa de peñascos enfrentaba las corrientes, y el agua se desplazaba suave y serena, como en un estanque quieto. Alan sabía por experiencia que el agua estaba tambien deliciosamente tibia, y que era tan tentadora que la joven no podría ignorarla.

Serena había llegado a este lugar después de que él la viera salir de la casa de su tío Kelvin y cabalgar hacia el fiordo.

Cuando ambos eran más jóvenes, mucho más jovénes, solían nadar aquí con los hermanos y los primos de la muchacha. Serena tenía una familia numerosa: tres hermanos, un tío y docenas de primos lejanos por vía paterna. Todos ellos creían que esa joven era el sol y la luna reunidos, Alan había pensado lo mismo, hasta un tiempo antes.

Había reunido valor y pedido a Serena que se casara con él, como habían hecho muchos otros antes. Ella lo había rechazado, amablemente, como él reconocía de mala gana, pero de
todos modos la decepción fue casi terrible. Él había visto como Serena crecía, y la niña pequeña y desmañada se convertía en una mujer majestuosa y deslumbrante, y nada había que él deseara más que poder afirmar que Serena Tsukino le pertenecía.

Alan contuvo la respiración cuando ella comenzó a quitarse la túnica de hilo. Había abrigado la esperanza de que hiciera precisamente eso. Era la razón por la cual la había seguido, pensando que quizá lo hiciera, abrigando esperanzas, y ¡Odín le ayudaba! era lo que estaba haciendo. La visión fue mas de lo que él podía soportar; las piernas largas y bien formadas...la suave curva de las caderas...la espalda delgada y recta cubierta únicamente por una gruesa trenza.

Apenas dos semanas atrás, él había aferrado esa gruesa trenza, y había obligado a los labios de esa joven a unirse con los suyos en un beso que le había encendido la sangre casi hasta la locura. Ella lo había abofeteado enérgicamente, descargándole un golpe que en realidad le obligó a trastabillar, pues Serena no era una muchacha menuda y de músculos débiles; a decir verdad, era sólo siete centímetros más baja que él mismo y Alan media un metro ochenta. Pero eso no lo adrenó. En ese momento, en esa ocasión, había sentido que realmente podía enloquecer si no la conseguía. Afortunadamente se había entrometido Yaten, el hermano mayor de Serena pero, por desgracia, lo hizo precisamente cuando Alan la había atrapado de nuevo y trataba de arrojarla al suelo.

Él y Yaten habían quedado heridos después del encuentro, y Alan había perdido así un buen amigo, no porque luchasen, pues los noruegos siempre estaban dispuestos a luchar por la razón que fuere, sino por lo que él había intentado hacerle a Serena y Alan no podía negar que la habría tomado, allí mismo, sobre el suelo del establo del padre. De haberlo logrado, habría muerto y no habría tenido que luchar contra los hermanos o los primos, sino contra el padre, Kenji, que habría destruido a Alan con sus propias manos.

Serena estaba cubierta ahora por el agua, pero el hecho de que Alan ya no pudiese ver todo el cuerpo no calmó el fuego que le recorría las venas. No había previsto que para él sería una tortura verla mientras nadaba. Sólo había
pensado que estaría sola, lejos de su família, y que quizás esa fuese la única posibilidad en que volvería a verla sola. Corrían rumores en el sentido de que pronto se comprometería con Rubeus, el hijo mayor de Wiseman, que era el mejor amigo del padre de Serena. Por supuesto, otras veces ya habían corrido rumores; a decir verdad, muchísimas veces, pues Serena ya había vivido diecinueve inviernos, y durante los últimos cuatro años, casi todos los hombres aptos que vivían alrededor del fiordo la habían pedido por esposa.

Corazones En LlamasWhere stories live. Discover now