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Lograba diferenciar ese anillo desde lejos.
Era dorado y brillante, como si hubieran pulido hasta el último grano de oro, ese color resaltaba con facilidad en el dedo azulado de su progenitor.
La boda había sido el peor día de su vida. No solo por el hecho que fue obligado a asistir. Si no porque también tuvo que cuidar los hijos del soviético y a sus propios hermanos, convirtiéndolo en la niñera de la familia.
Lo único que pudo disfrutar fue de la comida, había todo un festín como para mil personas, todos los países del mundo fueron, exceptuando los gemelos alemanes, ya que estos aún seguían en penitencia por lo que su padre había hecho.
Dejando eso de lado, ya había pasado un mes de aquel horrible día.
Había logrado notar que la relación con su padre había empeorado, más de lo que ya estaba anteriormente.
Más ahora, tenía que convivir con la familia del soviético, debía aguantar quince niños muertos de hambre.
-Oye capitalista, ¿Cómo lograste hacerle esa bomba atómica a él imperio japones?-Preguntó una niña de trenzas, su pregunta era completamente inocente.
-Me llamo USA, Bielorrusia... No me digas capitalista.
-¡Oh!, lo siento, es que padre dijo que te dijéramos capitalista...-Apenada, jugueteó con sus dedos tiernamente.
-Y así quiere que nuestra relación mejore...-Amargado, sonrió sarcásticamente.-No fue nada del otro mundo, son como las bombas que hace tu padre pero mucho mejores.
-¡Wooow!, yo también quiero explotar un país así.-Los lindos ojos inocentes de la menor se iluminaron.- ¿Me enseñarias?, ¡Porfi, porfi, porfi!
-Bielo... Apenas eres una niña, no voy a enseñarte eso.
-¡Porfi, porfi!, Yo también quiero ser una potencia militar, ¡Como padre!, pero el no quiere enseñarme eso porque soy mujer...
Mientras la niña comenzaba a hablar de sus sueños, el párpado de USA temblaba de la frustración, la voz aguda de la menor lo estaba aturdiendo. Aún así, no sacaba su vista del enorme papeleo que tenía que llenar, a estas alturas lo estaba haciendo todo de mala gana.
Hasta que hubo un momento en el que no pudo dar más, esa vocecita irritante lo iba a estallar.
-Aah... Oye Bielorrusia, ¿Que te parece si jugamos un juego?
-El que siga hablando después de la cuenta de tres, pierde.
-¡Oki!
-1...2...3...-Entonces, todo estaba en silencio otra vez.
Con una pequeña sonrisa en su rostro, siguió llenando de los documentos. Pero notó... Que le estaban faltando algunos. Le pareció extraño, ya que los había contado justo antes de empezar a llenarlos.
