Conversación a distancia

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Regresé a casa sobre las seis, me di una ducha, me puse cómoda y estuve contemplando las vistas.
A las ocho pedí comida a domicilio porque todavía tenía el frigorífico vacío.
Mientras esperaba la cena, me senté en el sofá mirando el teléfono. Necesitaba hablar con Ana. Marqué el número de ella y empezamos a hablar.

- ¡Hola, Sofía! ¿Cómo estás? ¿Cómo va Londres? ¿El piso es como te lo esperabas?

- El apartamento es pequeño pero acogedor. Tiene una ventana que tiene unas vistas increíbles.
Estoy bastante contenta.
¿Y tú, Ana? ¿Cómo va la vida en Madrid?

- Oh, Sofía, mi vida es un torbellino... Al acercarse San Valentín, después de que te fueras, tuve muchísimos clientes... Y ayer igual. Menos mal que tengo a Pablo para ayudarme.

-¡Me alegro muchísimo! Pablo es genial.

-Sí, lo es. Respondió Ana con un suspiro. A veces, me pregunto si las flores son más fáciles de entender que los hombres. Pero Pablo... él es especial. Me trae orquídeas todos los viernes.

Imaginé a Pablo con un ramo de orquídeas en la mano. Era un gesto hermoso.

- Las orquídeas, con su elegancia y delicadeza, crecen en la sombra, pero cuando florecen, llenan el mundo con su belleza única. Así como las orquídeas necesitan cuidado y atención para prosperar, también lo hacéis Pablo y tú.

- Sofía, eso es precioso, me voy a poner a llorar.

- Ana, te extraño, pero estoy emocionada por esta nueva aventura. Londres es un lienzo en blanco, y estoy lista para pintarlo con colores vibrantes.

- Lo sé. dijo Ana
Y recuerda, las flores también crecen en los lugares más inesperados. Mantén los ojos abiertos.

Sonó el telefonillo, era la cena.

- Sabias palabras Ana, acaba de llamar el repartidor, tengo que recoger mi comida.

- ¿Qué vas a comer?

- Una ensalada y pollo a la plancha.

- ¡Que aproveche!

- ¡Gracias! mañana te llamo si puedo. Por cierto, he conocido a una chica que se llama Elena, ya te hablaré de ella cuando hablemos.

- Genial. ¡Buenas noches!

- Buenas noches

Colgamos y justo el repartidor llamó a mi puerta.

- Buenas noches, aquí tiene su comida.

- Gracias, buenas noches.

Cerré la puerta y me fui al sofá a comer mientras veía la televisión.
Cuando terminé me fui a lavar los dientes y me fui a dormir.

AL DÍA SIGUIENTE


Me desperté a las once con el estómago vacío y una lista de tareas pendientes en la mente. La primera era hacer la compra.

Me lavé los dientes, me vestí y me envolví en mi abrigo más cálido para salir a las calles de Londres. El aire fresco me despertó por completo. Las aceras estaban llenas de gente apresurada, pero yo tenía un destino claro: el supermercado.

Las bolsas de tela que me había traído de España colgaban de mi brazo, listas para recibir víveres. Al entrar al supermercado, el olor a pan recién horneado me hizo sonreír. Me dirigí a la sección de frutas y verduras. Los colores vibrantes de las manzanas, las zanahorias y los tomates me recordaron los tulipanes en plena floración.

Agarré una cesta y empecé a llenarla. El brócoli fresco, las patatas y las legumbres se amontonaban. Cada producto era una pequeña victoria contra el hambre.

En la fila de la caja, observé a las personas a mi alrededor. Una madre con un bebé en brazos, un anciano que contaba monedas para pagar su compra. Todos teníamos nuestras historias, nuestras necesidades.

Cuando llegó mi turno, coloqué los productos. La cajera sonrió y escaneó cada artículo. Pagué con mi tarjeta y agradecí. Las bolsas pesaban en mis manos mientras salía del supermercado. El sol comenzaba a asomarse entre las nubes grises, y sentí un calor reconfortante.

FLORES DE COLORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora