Final

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Al día siguiente me levanté y me fui sin hacer ruido a la cocina. Mientras preparaba dos tazas de café Daniel entró, y su presencia llenó el espacio con una energía tranquila y familiar. Se acercó a mí por detrás, rodeando mi cintura con sus brazos y apoyando su barbilla en mi hombro.

- Sofía, he estado pensando en nosotros, en nuestro futuro.

Me giré para enfrentarlo, encontrándome con sus ojos llenos de una seriedad suave.

-¿Qué pasa por tu mente? (pregunté)

Daniel tomó una de mis manos entre las suyas, jugando con mis dedos mientras hablaba.

- Quiero construir algo contigo, algo duradero. No solo días y semanas, sino años... toda una vida.

El mundo parecía detenerse en ese instante, y todo lo que podía ver era la sinceridad en su mirada.

-¿Estás hablando de...?

No pude terminar la frase, la emoción me atenazaba la garganta.

"Sí," dijo él, con una sonrisa que iluminaba su rostro.

- Estoy hablando de un futuro juntos. De viajes que aún no hemos hecho, de risas que aún no hemos compartido, de desafíos que enfrentaremos hombro con hombro.

Él se acercó, eliminando la distancia entre nosotros, y me besó con una promesa silenciosa que sellaba nuestras palabras.

- Entonces empecemos a planear, a soñar, hagamos que cada día cuente, que cada momento sea un paso hacia ese futuro.

Y así, con el aroma del café en el aire y el amanecer como testigo, comenzamos a hablar de lo que vendría. De la casa que decoraríamos juntos, de los lugares que descubriríamos, de la familia que algún día podríamos formar.

Era un diálogo de sueños y esperanzas, un intercambio de promesas y deseos. Y en cada palabra, en cada mirada, estaba claro que nuestro amor era el fundamento sobre el cual construiríamos todo lo demás.

- Entonces, hagamos una promesa: trabajar cada día para hacer realidad ese futuro.

- Es una promesa, Sofía. Juntos, nada es imposible.

FIN

FLORES DE COLORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora