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Ha pasado una semana desde que Fran y yo hablemos y, no nos hemos separado casi ni un segundo de lo sucedido, decidimos no decirle a nadie nada hasta que estemos seguros, aún que muchos ya sospechaban pues, no es que seamos muy discretos.

Toco la puerta de Matías, a los segundos está se abre dejándome ver a Juani, me frunce el ceño nada más verme.

—Sí, yo también me alegro de verte, ¿sabes? —hablo con burla.

—Creía que era el de las pizzas, no te ofendas.

—Oh, sí. —asiento con la cabeza— Ahora lo puedo entender.

Cuando entro en el salón, dónde todos están en el sofá, hacen el mismo gesto que Juani, menos Fran, que me da una bonita sonrisa.

—Que feos estáis mirándome así.

—Y la queso. —habla Esteban, haciéndonos reír.

—Pon la nueva de Insidious, —hablo, hacía Enzo que está buscando una película— la de la puerta roja.

—Voy a dormir con mi mamá hoy. —contesta Pipe, lo siguiente que hace es meterse un dedo en la boca y molestar a Blas, que está a su lado y distraído, le mete el dedo mojado al oído.

Empiezan a pelear entre ellos, Matías apaga la luz y la película empieza, todos se sumergen en la televisión menos Fran, que no se puede estar quieto, lo miro confundida.

—¿Qué pasa? —le pregunto en un susurro, él me rodea con su brazo por detrás, acercándome más a su cuerpo.

—Que no puedo con las ganas que tengo de besarte. —habla de la misma manera que yo, haciéndome sonreír.

—Bésame, entonces. —contesto con simpleza, él me sonríe.

Acerca su rostro hacía el mío y cierro los ojos con anticipación, queriendo sentir sus labios sobre los míos pero, en vez de eso, él me susurra en el oído.

—También quiero hacer unas cuantas cosas más, —habla, sus labios rozando el lóbulo de mi oído, mi piel poniéndose de gallina al escuchar su cambio de voz— ¿me das permiso para eso también? —siento un cosquilleo en mi espina dorsal, y mis ojos buscan los suyos— ¿O prefieres que empiece diciéndote lo que me apetece? —sus labios dejan un húmedo beso en mi mandíbula y yo me remuevo un poco.

—Fran, no hagas esto ahora. —me quejo en voz baja.

—¿Por qué? —cuestiona, su mano se mueve hacía mi cadera y sube un poco mi camiseta, jugando a dejar pequeños círculos ahí— ¿No tienes ganas, Kai? —habla, dejando pequeños y silenciosos besos por mi cuello.

—Nos van a ver. —murmuro, agarrando su mano de mi cintura.

—Vámonos a mi casa. —mi pecho sube y baja, observo que ninguno de los chicos se giren a mirarnos mientras Fran sigue con su toqueteo y besos.

Mary's Song  ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora