10: Tu incomodidad te condenará

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Severin

Entro al cuarto de Renart, con mucha desconfianza. Ya he estado aquí, pero pensando en huir. Acabo de ingresar por voluntad propia. El pelinegro avanza, entonces cierra la puerta detrás de él. Una vez que cruza por mi lado, me observa un momento, luego se dirige a la silla de un escritorio cercano. Se sienta allí, entonces procede a ignorarme. Por mi parte, dejo mi pequeño bolso al costado en el piso, luego me dedico a mirar todo el sitio.

―Bastante limpio ―opino en voz alta, quizás para destruir el silencio incómodo, ni siquiera sé qué hago aquí.

―Sí, lo arregló Norman, era un desastre ―me responde, pero mantiene la vista en su computador.

Me giro a observarlo.

―¿Qué haces?

―Termino un ensayo. ―Se escucha como teclea.

―Ah, lo siento, no te interrumpo, es solo que... ―Hago una pausa―. Ya entré por la puerta, me vieron tus compañeros, así que debería irme por la ventana o algo, te creerán y me largaré de aquí, todos ganamos.

―Pediré una pizza. ―Ignora mi amigable propuesta―. ¿Cuál prefieres?

―Uh, común está bien.

Saca su celular del bolsillo, entonces manda algunos mensajes.

―Si alguien te ve marchar ―contesta a mi sugerencia, sin mirarme, y continúa su vista en el móvil―. Sería un problema.

Creí que no me había escuchado.

―Pero... soy muy buena escapista. ―Río, nerviosa.

Alza la vista y sus ojos verdes al fin me miran.

―Sé que estás nerviosa ―aclara―. Aunque no debes preocuparte, no te tocaré ni un pelo. Es más, puedes usar la cama de Norman, él no volverá, lo obligué a quedarse en su mansión.

Trago saliva.

―Bueno, sí, pero... ―Bufo―. Te seré sincera, esto es muy incómodo, no sé ni qué hacer aquí.

Se levanta de su silla y se me acerca, me siento pequeña.

―Luego de que llegue la pizza, puedes comer o irte a dormir, lo veo bastante fácil. ―Hace una pausa―. Quizás tienes deberes, no sé, siéntete como en casa, maquíllate, limpia, haz lo que quieras, pero mantente en este cuarto, eso es todo.

―Uh, supongo. ―Hago un pequeño silencio―. ¿Esa es la cama de Norman? ―Señalo.

―Sí.

―Gracias. ―Me alejo, lentamente, de su altura intimidante.

Agarro mi pequeño bolso y lo pongo allí, luego me siento y hago una de sus sugerencias, me pongo a revisar mis tareas. Siento su mirada intensa, así que alzo la vista, me está observando en silencio.

―¿Qué? ―Siento mis mejillas arder.

Sonríe.

―Cuando estás calmada te ves más linda, aunque prefiero a la gritona, ese lado tuyo también está bien.

No sé qué responder a eso.

La puerta suena. ¿Será la pizza? ¿Tan rápido? No me sorprendería con los contactos que tiene Renart. Se aproxima a abrir y en efecto es la comida. Una vez termina de atender al repartidor, lleva el alimento a una mesita, entonces despliega la caja, luego saca dos latas de una heladera pequeña.

Tu secreto te condenará #ONC2024Where stories live. Discover now