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Namjoon descargó su furia contra los soldados, gritándoles lo inútiles e imbéciles que eran por permitir que un omega se colara dentro de la Sede Central delante de sus narices. Los gritos se escucharon por media hora, incluso la vieja omega recibió varias humillaciones por parte del alfa. Todos agacharon la cabeza, sin osar abrir la boca, y la verdad era que nadie vio ni oyó algo.

—¡Ese maldito omega! —agarró la foto, estrujándola entre sus dedos como hizo con el pañuelo—. Juro que una vez lo vea... —soltó unos murmullos enfurecidos—, voy a someterlo y le haré suplicar por su vida.

Seokjin permaneció al margen en lo que duró el griterío, esperando en la oficina pacientemente.

—Que ese omega no te distraiga de tu nuevo cometido, Namjoon. Recuerda que hoy acuden a la Sede el príncipe y su séquito —dijo Seokjin, mirando de soslayo el cuadro que colgaba en la pared, pintado al óleo y presentando la figura del rey.

Namjoon estampó la foto arrugada sobre la mesa, apoyando los codos en esta y pasando los dedos entre sus cabellos, tratando de recomponer la compostura. Su día no pudo empezar peor.

—Lo sé. No lo olvidé —replicó de mala gana.

Probablemente, como General del Ejército, le iban a encargar el evento más importante acontecido en los últimos diez años: la boda del príncipe Kim Seonghwa.

Kim Seonghwa era el primogénito del rey, y con apenas diez años fue prometido a un omega de alta categoría para garantizar el legado de su padre. La identidad del omega era un secreto guardado bajo llave entre los miembros de la monarquía, siendo revelado un mes antes de la boda, es decir, esa noche.

Namjoon aceptó ser el jefe encargado de la seguridad durante todo el evento nocturno. Nada podía salir mal.

—Ni una palabra de que él estuvo aquí —le advirtió Namjoon, guardando la foto, la nota y el pañuelo en uno de los cajones de su mesa.

Seokjin alzó ambas manos, prometiendo no decir nada, pero la intrusión del omega en la Sede no era lo que le preocupaba.

—Ese omega parece haber desarrollado un especial interés en ti —señaló. No lograba comprender por qué un omega defectuoso salía victorioso de sus encuentros con Namjoon—. Si no lo capturas pronto...

—¡Lo haré! Es solo cuestión de tiempo —se calmó, volteándose hacia su amigo—. Y cuando lo haga... Te juro, Jin, será un día memorable.

Las dos manecillas doradas del reloj que colgaba en la pared se posicionaron en el punto más alto, accionando el mecanismo y repiqueteando sonoramente por toda la oficina, anunciando la llegada del mediodía.

—En una hora habrán llegado —le informó a Seokjin.

Namjoon salió de la oficina y se puso a dar órdenes, pues quería que la Sede estuviera impecable. No estaba muy ansioso por participar de la boda real, pero no era algo que podía simplemente ignorar y lo mejor era dar una buena impresión.

—¡Limpien esta porquería! —escupió, paseando por los pasillos con paso firme—. ¡¿Acaso no sirven ni para sacar la mierda?!

Los omegas del quinto nivel limpiaron con esmero, sin rechistar. Normalmente los alfas ignoraban deliberadamente su presencia, pero cuando no era el caso, eran menospreciados con insultos y humillaciones. Transcurrida una hora, todo el suelo brillaba reluciente, los cristales de las ventanas no traían ni una pizca de mugre, y hasta los rincones más inaccesibles fueron limpiados exhaustivamente.

Afuera, un ostentoso carruaje escoltado por soldados de la guardia real montados a caballo se detuvo a las puertas de la Sede Central.

—¡Abran las rejas!

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⏰ Last updated: Feb 26 ⏰

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inopia; namminWhere stories live. Discover now