Capítulo Diez.

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—¡Sal de una vez! ¡Llevas ahí dos horas! —Se escuchó la voz de Jaekyung al otro lado de la puerta del baño mientras aporreaba esta misma.

—Que bonito recibimiento. —Dijo en tono sarcástico el arcángel abriendo el trozo de madera que estaba siendo golpeado.

—¿Y tú qué haces aquí otra vez? ¿Dónde está el ángel rubio? —Preguntó con disgusto cruzándose de brazos.

—Se ha suicidado para no tener que aguantarte, una tragedia, pero más tragedia es para mí que tengo que aguantarte a partir de ahora. —Mintió mientras suspiraba pesadamente, apoyando su cuerpo contra el marco de la puerta.

—¿Sabes lo que tienes que hacer? —Preguntó arqueando una ceja, refiriéndose a las tareas que le había dicho a su antiguo ángel que tenía que realizar.

—Por supuesto mi amo, ahora mismo le preparo la cena. —Dijo en tono irónico mientras hacía una reverencia exagerada en forma de burla.

—Bien. Soy un deportista de élite, así que no como cualquier cosa, tenlo en cuenta. —Explicó mientras se retiraba a otra habitación de la casa.

El antiguo arcángel volvió a suspirar. Él sabía cocinar, de hecho, se le daba muy bien, pero no pretendía ser la sirvienta de nadie.

Con todo el dolor de su alma y arrastrando los pies de la forma más dramática que pudo, puso rumbo a la cocina.

Las criaturas celestiales no necesitan alimentarse para sobrevivir, de hecho, la gran mayoría, por no decir todos, no comen absolutamente nada en toda su vida.

Pero al arcángel le gusta el sabor de la comida, sobre todo el helado de yogurt.

Para su sorpresa, hoy no comería helado de yogurt, no comería nada en general ya que al abrir la puerta de la nevera se la encontró totalmente vacía.

—Oye, humano, ¿qué quieres de cenar? ¿Pollo invisible con patatas invisibles? ¿O agua con agua salteada con agua? —Interrogó llegando al sofá, donde estaba su humano.

—¿Me estás vacilando? —Cuestionó Jaekyung en todo de enfado, se podía notar como una vena en su cabeza empezó a hincharse.

—Sí, pero aparte de eso, no hay comida en la nevera. —Contestó sin más, indicándole con su pulgar la cocina.

—¿De qué hablas? Eso es imposible. —Le llevó la contraria negando la realidad, creyendo firmemente que lo que estaba diciendo era mentira.

—No va aparecer mágicamente porque tú vayas a ver. —Se quejó siguiéndole. En una competición de ser obstinado nadie sabría decir cuál de los dos ganaría.

Sus ojos se abrieron de la sorpresa al asomarse dentro del frigorífico y ver que efectivamente no tenía razón.

—Está vacío. —Exclamó confuso mientras seguía sujetando la puerta de la nevera para que esta no se cerrase.

—Tengo un duda sobre ti humano, ¿eres multimillonario por eso del boxeo o porque el gobierno te da una paga por tu discapacidad mental? —Se burló de él por su poca inteligencia al decir algo que era evidente.

—¿Me estás llamando retrasado? —Se giró acercándose a él, cerrando la nevera con un golpe sonoro.

—Sí, y pobre. —Le encaró acercándose aún más a él, dejándole claro que no sentía ni un mínimo de temor.

—Já, ¿yo? ¿Pobre? ¿No has visto dónde estás ahora mismo? —Alardeó con soberbia señalando con sus manos todo su apartamento, alejándose y volviendo a crear distancia entre ellos.

Ángel De La Guarda | JinxWhere stories live. Discover now