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Fortaleza roja, desembarco del rey, 130 d

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Fortaleza roja, desembarco del rey, 130 d.c

Naerys

Era el vigésimo cuarto día de la décima luna del año 130 d.c. cuando un cuervo llegó dándome las noticia que mi madre; Rhaenyra Targaryan había muerto a manos de Aegon II, y que mi hermano menor Aegon había sido obligado a presenciarlo, terminó con la poca cordura que me quedaba.

Había perdido a mis cuatro adorados hermanos, a Daemon quien había sido como un padre para mi, a Harwin, y a mi adorado Aemond; al hombre que había amado desde que tenía memoria y el cual me había dado el privilegio de ser madre.

Amaba a mi dulce hijo Aerys, pero la situación se me salía de las manos. Ya había perdido a gran parte de mi familia y no quería seguir presenciándolo. Así que con el poco valor que me quedaba fui hasta la torre más alta de la fortaleza roja y me senté sobre el borde de la ventana, podía sentir el viento revoloteando mi cabello y las lagrimas cayendo por mis mejillas, amaba esa sensación del viento chocar mi cara, amaba tanto volar por los cielos en el lomo de mi Sylax, era como si hubiera pasado una eternidad desde la ultima vez que lo había montado.

Había crecido llena de amor de familia, después me había casado con el amor de mi vida y habíamos tenido un hermoso hijo, pero también mi esposo había traído a su amante como trofeo, había ayudado a su familia a ursurpar el trono y habían matado a mucha gente por ello. Y había muerto hace cinco lunas en el ojo de los dioses, dejándome en manos de Aegon, el ursurpador, quien me había tomado a mi hijo y a mi como rehenes, nos había tratado como simples esclavos, solo manteniéndonos vivos por mero capricho.

Así que sin pensar nada más me tire por la ventana. Cerré mis ojos, recordé a mi familia y los buenos tiempos, deseando con toda el alma otra oportunidad para ser feliz , tener un hermoso final con mi familia viviendo en paz y en un reino próspero, y en otra vida poder hacer las cosas diferentes.

Y entonces no hubo más dolor y todas las sensaciones se desvanecieron.

Marea alta, Mercaderiva. 120 d.c

Abrí los ojos abruptamente, al sentir la sensación de vértigo de caer de una gran altura. Me senté rápidamente ganándome un mareo ante mi acción.

— Mi pequeña niña, por fin estás despierta.

Parpadeé varias veces para acostumbrarme a la luz y para tratar de demostrar que la persona frente a mi era quien pensaba. Rhaenyra; mi madre, quien había muerto dias atrás, estaba frente a mi, luciendo mucho más joven.

¿Acaso está era la muerte? ¿Y ahora me reencontraría con mi familia?

— ¿Por que no estoy muerta? —pregunte con lágrimas en los ojos.

— No digas esas cosas cariño, Aemond te ha pegado demasiado fuerte con una roca, cuando pelearon entre todos y te has desmayado.

¿una roca? ¿Que era esto?

Observe la habitación despacio, observando cada pequeño detalle. Era tan parecida a mi habitación en Mercaderiva. Dirigí mi vista a mi madre quien estaba sentada sobre una silla, observándome con su habitual dulzura, observé el espejo que estaba cerca de mi cama, devolviéndome el reflejo de mi en una versión más joven.

Entonces lo supe, había regresado de cierta manera diez años en el pasado. Justo después de que Aemond reclamara a Vhaga, casi nueve años antes que las muertes comenzarán. Y si los dioses me habían dado una nueva oportunidad haría lo que fuera necesario por cambiar las cosas, así muriera en el intento.

Una vez salí de mi estado de trance me abalancé sobre mi madre dándole un gran abrazo.

— Gracias por estar bien. —susurre entre sollozos.

Después de que mi madre pudiera tranquilizarme, salió de la habitación para llamar al maestres y una hora después mis tres hermanos menores ingresaron a la habitación. Las lágrimas inundaron mis ojos de nuevo, frente a mi estaba mis tres adorados hermanos, quienes habían muerto demasiado jóvenes y de injusta manera, Gracias a la ambición de los verdes. Sin dudarlo me levante de la cama, aún que mi cabeza doliera muchísimo y abrace a mis tres hermanos.

— Cuidado me estás apretando mucho. —dijo Jace.

Junto a Jace, estaba Luke, mi dulce hermano, había sido el primero en morir y después de su muerte la danza de dragones había comenzado. Aegon había matado a mi hermano después que Sunfyre se comieraa Arrax. Las cosas empeoraron a partir de ahí.

Después de un rato con mis hermanos la hora de la cena llego, solo había pedido comer con mi madre. Ella había traído la comida hasta la cama y comería conmigo.

— ¿Como sigue Aemond? —pregunte.

En mi otra vida mi amor por Aemond había comenzado después del golpe que me había dado con la roca. y gracias a que siempre me daba lindos regalos y comenzamos a intercambiar cartas.

— Es un príncipe muy fuerte, el estará bien cariño.

Una vez terminamos de comer mi madre me arropo y salió de la habitación dándome un beso de buenas noches. Una vez estuve sola en mi habitación me levante y prendí un par veladoras ,las puse sobre el pequeño escritorio que había en el habitación. Me paré frente al espejo de la habitación y un reflejo de mi a los siete años me dio la bienvenida.

Ahora el futuro de todos aquellos que amaba estaba sobre mis hombros, tenía que encontrar la manera perfecta para que Aegon no pudiera ursupar el trono.

Si Alicen y Otto Hightower querían a alguien de su sangre en el trono en esta vida lo tendrían. Me casaría con Aegon y no abdicaría a mi derecho a ser la heredera de mi madre. Así mi futuro heredero tendría la sangre de los Hightower para evitar la danza de dragones.

Sacrificaría mi matrimonio y el nacimiento de mi pequeño Aenys, por todos aquellos que amaba, era un precio que estaba dispuesta a pagar a cambio de la felicidad y la vida de mi familia.

Haría esto por mi madre, Daemon, Jace, Luke, Joff, Aegon, Viserys, Visenya, mis abuelos y por el bien de los siete reinos.

Black, red and green /Aemond Targaryen Where stories live. Discover now