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Era mi primer día en la que, sin duda, era la academia más prestigiosa de danza de Corea, y me encontraba llegando terriblemente tarde.

La impuntualidad era una característica inherente a mi personalidad, no porque fuese irresponsable, sino debido a mi naturaleza distraída y al hecho de que los horarios se me escurrían con rapidez.

Sin embargo, esta vez era diferente. Me había propuesto tomármelo en serio, cumplir con los objetivos, pero el universo parecía conspirar en mi contra.

Después de un agotador viaje de quince horas, al llegar a mi destino, estaba completamente desorientada respecto a la hora del día. Para empeorar las cosas, el taxista que había tomado me había paseado por toda la ciudad antes de dejarme en la exclusiva Universidad de Artes Escénicas de Seúl, donde las cosas no se presentaron precisamente fáciles. El papeleo de ingreso parecía interminable, y apenas había logrado ingresar a mi habitación, a eso de las seis de la mañana.

Con la primera clase de baile programada para las siete de la mañana, me vi obligada a vestirme a toda prisa, sin tiempo para siquiera tomar una ducha. Agarré el primer bolso que encontré en la habitación, uno que la universidad me había proporcionado por defecto, y metí apresuradamente mis cosas antes de salir en busca del salón correspondiente.

Por primera vez, había encontrado el aula sin dar demasiadas vueltas, aunque para entonces el reloj ya marcaba las siete y veinte. Al entrar, varias miradas de ojos rasgados se posaron en mí con exasperación antes de volver su atención a la profesora.

Dejé mis cosas en el locker asignado y me uní a la clase, colocándome estratégicamente detrás del grupo para intentar pasar desapercibida, dispuesta a seguir los pasos que la instructora marcaba, que afortunadamente consistían en una entrada en calor.

¿Y qué me llevaba a estar allí, en particular tomando una clase en una universidad exclusiva rodeada probablemente por varios idols del K-pop reconocidos en la región? Me habían otorgado una beca. Sí, a mí, una estadounidense de diecinueve años. Había sido convocada por un grupo femenino de K-pop para formar parte de su ensamble de bailarinas. ¿Qué significaba eso? No, no que sería una idol, sino una de esas chicas que bailan justo detrás de ellas. Sin embargo, para mí, representaba una oportunidad increíble. Porque si bien nunca me había gustado ser el centro de atención, sí amaba la danza.

Había bailado desde que tengo memoria; mi madre solía decir que nunca había dado mis primeros pasos caminando, sino bailando. No hay un solo recuerdo bonito en mi vida que no esté acompañado por la danza.

Se lo había prometido a mi mamá un día en el hospital, poco antes de que muriera.

"Haz lo que te haga más feliz", me había dicho. Y bueno, no estaba segura de si bailar rodeada de asiáticos que parecían robotizados era exactamente lo que más felicidad me proporcionaba en el mundo, pero se acercaba bastante a lo que yo quería: estar en un escenario internacional.

Después de media hora en esa clase, me di cuenta de algo muy importante: yo era notablemente diferente de quienes me rodeaban. Para empezar, todos eran increíblemente hermosos. En serio, parecían muñecos de porcelana hechos a medida, y no estaba segura si eso me intimidaba o me llenaba de ansiedad. Quiero decir, no era ni la mitad de hermosa que ellos.

En segundo lugar, destacaba enormemente de las chicas en general en cuanto a físico. La mayoría rondaba el metro setenta. ¿Y yo? A duras penas llegaba a los 160 centímetros. Pero además, sus piernas eran largas, esbeltas, completamente libres de imperfecciones.

En un pasado, tal vez me parecía un poco más a ellas, pero había subido mucho de peso en el último mes y ya no podía compararme.

Pero la verdadera pregunta que rondaba mi mente era ¿por qué me habían elegido a mí cuando contrastaba tanto con el resto? Apenas había otros dos o tres extranjeros más en mi clase, y aún así éramos la minoría.

The lover & the enemy [HYUNJIN / FELIX]Where stories live. Discover now