Final

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La tarde había surgido tranquilamente desde que llegó al apartamento de Louis. Prepararon botanas y el castaño dejo a Harry elegir la película. Mientras estaban en la cocina y cada uno se movía a su ritmo, mantenían una conversación amena. Hubo roces entre ellos, donde Louis sin pensarlo colocaba sus manos en la cintura o cadera del rizado, o sus manos se unían una con la otra entrelazando sus dedos.

Eran toques inofensivos que ambos dejaban pasar por la comodidad que sentían.

No supieron en que momento la película quedó de lado al igual que las botanas. Los roces que hubo en la cocina se transformaron en caricias mayores en la sala de estar.

Las manos de Louis se perdían acariciando los suaves y blancos muslos del ojiverde. Sus palmas subían más allá del límite que trazaba la corta falda que Harry había decidido llevar. Sus manos apretujaban la piel suave enterrando sus dígitos en la carne. Harry acariciaba el torso desnudo de Louis, su camisa había desaparecido sin perder tiempo.

Sus dedos rozaban el escaso bello que había en el. Separó sus labios de los contrarios para bajarlos y besar la bronceada piel del cuello de Louis. Succionaba y dejaba un camino de besos por toda la extensión, sintió unas manos ágiles colarse en la tela de su falda hasta llegar a sus redondos glúteos que eran cubiertos por el encaje de sus bragas.

Louis atacó nuevamente sus labios, mordiendo y succionando su labio inferior sacándole un gemido bajo. El castaño hizo un camino de besos y lamidas desde los labios de Harry, pasaron por la mandíbula marcada de este, hasta llegar a la delicada piel en su cuello.

—Harry—susurro en su oído—Te necesito... Por favor.

—¿Que necesitas?

—A ti. Necesito que me dejes follarte. Dime que tambien lo quieres, dímelo—su voz era entrecortada por la excitación, regreso su vista a las preciosas esmeraldas deslumbrado por las pupilas dilatadas.

—Lo quiero, quiero que me folles, Louis. Quiero que me hagas recordar quien es el único que me jode así de bien, podrías hacerlo, papi—pidió, la vergüenza había abandonado el cuerpo de Harry para darle lugar al ser exigente que se convertía en el sexo.

—Voy a darte lo que quieres, amor. Porque soy el único que puede hacerlo ¿Verdad?—sus manos se aferraron a los muslos del rizado cargandolo y haciendo que este envolviera sus piernas al rededor de su cadera.

—Si, papi. Eres el único—afirmo entrelazando sus dedos en el cuello ajeno. Louis camino hasta llegar a su habitación, cerró la puerta y dejó caer al cuerpo que tanto lo enloquecía en la cama.

Harry vio con ojos curiosos como Louis caminaba hacia el armario.

—Quítate la ropa, a excepción de las bragas—ordeno aún sin salir.

El rizado deslizó su pequeña falda sobre sus piernas dejándola de lado, quito su sudadera que era lo único que llevaba. Sus zapatos habían quedado olvidados en la sala.

Volvió a sentarse sobre la cama al mismo tiempo que Louis salió del clóset.

—De rodillas—indicó. Sin perder tiempo, Harry obedeció colocándose sobre sus rodillas en medio de la cama.

Louis camino y dejó una caja pequeña en la orilla de la cama, la abrió y sacó su contenido. Un dildo.

—¿Tú sabes lo que le paso a uno de nuestros juguetes?—preguntó colocándose detrás de él—Responde.

Harry trago saliva y respondió.

—¿C-cual de todos?—sabia de a cual se refería Louis, el jodido dildo que había usado hace tiempo para masturbarse mientras se grababa. Un azote en una de su nalgas hizo que un jadeo saliera de su boca.

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