Parte 2: Fatídica primaria - Discriminación

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Las veces que me golpeaban, era muy fuerte. Nunca a moretones en la cara y sangre porque ocultaba mi cara entre los brazos. Pero sí tenía moretones en la espalda por las mangueras, esas gruesas y pesadas. Mi mamá me pegaba si no me salían las tareas escolares como la tabla -y hasta el día de hoy jamás las quise estudiar para saberlas. Me doy una idea pero prefiero la calculadora y sé que no es lo correcto, pero es un dejo de orgullo y rebeldía.

No me gustaba ir a la primaria y mucho menos las clases de gimnasia, que sólo era jugar a la pelota. Me iba bien en carreras de obstáculos pero donde había  grupos de trabajo y me dejaban siempre a lo último o se peleaban porque no me querían en un grupo u otro, no me gustaba. 

No me gustaba porque las -falsas amistades-compañeras-mujeres- me robaban el típico paquete de galletas que me compraba mi papá para todas las meriendas. Eran las sonrisas, o bagley si mal no recuerdo. Mis favoritas eran las de chocolate y las de frutilla, nunca me agradaron mucho. En algunos momentos, yo era tan inocente que pensé que por darles galletas podía ser amiga de ellas finalmente pero si jugábamos,  mi me dejaban el peor rol. Nunca quería correr demasiado rápido por temor a caerme -dicen que los niños no tienen miedo a nada pero alguna caída o algo debió pasarme- o lo que me pasaba era que si tenía la ropa rota o golpe, me pegaban en casa- .

En segundo año empezaron a decirme "Betty, la fea" y desde ahí hasta el séptimo año siguieron con eso de forma incansable. Las niñas -amigas- eran muy falsas y me usaban para bromas muy feas. Los maestros se molestaban si me quejaban pero si se quejaban otros de mí, ellos si se enojaban conmigo, llamaban a mis padres o amonestaban. Entonces me pegaban a casa. 

Todos los días era cosa de salir de la escuela con mucho miedo a que me retaran - pegaran en casa. Y lo hacían peor cuando me faltaba algo de los útiles, cuadernos o libros, desde el primer año. Hace poco tiempo me acordaba de esto y lo único que puedo pensar en que nunca reflexionaron en todo lo que yo decía de que me molestaban, sino que también me escondían o robaban las cosas y desde entonces, la inseguridad de olvidarme cosas, o de revisar veinte mil veces algo antes de salir de casa el día de hoy. 

Sé que lo que cuento al lector es todo muy duro, pero hay niños que lo han pasado y pasan peor. Tuve la suerte de que nadie me acosó sexualmente y eso es algo atroz. Pero este libro es más que nada para volcar lo que fue mi vida desde el año 1993 hasta la actualidad. 


Lejos de que la gente evoluciones y fomente campañas en contra del acoso escolar, me tocó hace dos años dar una charla con un compañero de enfermería en un colegio primario sobre tal tema. Es increíble que con la tecnología, todo haya ido a peor. Los motivos son siempre lo mismo, sea vestimenta, color de piel, si usa anteojos pero los maestros parecen tener las manos atadas. ¿Cómo se defiende un niño hoy? Cuando yo hacía y mi mamá me decía -pegales entonces y robarle las cosas- pero nunca vino al colegio a hablar y hacer algo para que lo niños cambiaran de actitud. Los maestros, de alguna forma sabían que me pegaban en casa pero no hacían nada en el colegio, sino que me retaban si me quejaba o hacía caso a mi mamá. 

Y veo la gente adulta en los cometarios. He visto cómo la discriminación va a peor, cómo se desea la muerte del prójimo por si vive en tal  lado porque sólo decidió vivir allí o nació allí, o por sus ideales o religión. 

Veo a estos adultos, tanto como yo, cargados de odio. A hombres y mujeres odiarse por ser de diferente género; por identificarse de tal género, etc. Es de terror. ¿Cómo se puede tener fe en la humanidad de esta manera si las cosas jamás cambian, sino que empeoran?

Fragmentos de una vida algo caótica y con momentos muy épicosWhere stories live. Discover now