Capítulo 1

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Las noches en Bagdad eran cada vez más cálidas y con la llegada del verano era complicado encontrar un lugar fresco en la ciudad. Las calles estaban abarrotadas de caballos que obstaculizaban las calles principales del Camino de las Enaguas, dejando un dulce olor a establo por donde pasaban. Mientras que los carromatos llevaban a los viajeros hasta las pensiones más variopintas y extravagantes, para descansar del largo viaje. Y quién sabe si pagarían por algo más que un plato de carne y un lugar para dormir.

La noticia del nacimiento de Silverus atrajo a personas de todo reino y no solo para conocer al nuevo miembro de la realeza. Sino porque también era costumbre que, para honorar el nacimiento del primogénito real, se celebrasen Los Juegos del Triscal. Donde en última instancia una persona del pueblo se uniría a corte real. Un regalo de sus majestades y deidad Triscalliya a sus más devotos súbditos.

Los días pasaban y en Costa Seca fueron desembarcando cinco nuevos barcos llenos de familias con niños pequeños entusiasmados por el jolgorio de la ciudad. Las calles estaban decoradas con banderines rojos y en las tiendas se veían carteles de agotado. Todo el mundo iba a ir con sus mejores galas a la presentación del heredero de Asgar. Se murmuraba que las Grandes Familias serían las últimas en llegar, justo cuando comenzaran los grandes juegos, aparecerían del océano listos para presentación a la corte del pequeño Silverus.

Su nacimiento había sido todo un milagro, siete años les había constado concebir un hijo sano a los monarcas del reino. Aunque, las malas lenguas aseguraban que el recién nacido tenía cierto parecido con el mayordomo real. La reina había tenido otros tres embarazos, pero ninguno de ellos llegó a ver la luz del día, estuvo a punto de perder la cabeza literalmente justo el día que le volvió a faltar el sangrado por cuarta vez. A decir verdad, tuvo mucha suerte, quién podría pensar que tuviera algo que ver todos los criados que pasaron por su alcoba todas las noches durante los últimos dos meses. Pero queridos amigos, créeme que no queremos que el rey nos oiga decir eso. Puede que yo sea un simple narrador, pero tú, mi querido lector eres de carne y hueso...

Las Grandes Familias del antiguo Imperio de Orin estaban formadas por los monarcas de los reinos de Asgar, Yuta y Fosty. Tres reinos para tres hermanos, la sangre les convirtió en familia, pero el destino tenía otros planes. Los reinos estaban sumidos en una paz inestable y todos ansiaban el poder de gobernar en solitario. El resto de la corte estaba compuesta por familias muy diversas que difícilmente se dejaban ver en público, debido a que rara vez salían de las murallas de la capital. Sí, a algún genio se le ocurrió la idea de contruir murallas dentro de murallas. Un lugar que muy poca gente había tenido el privilegio de ver y donde se situaba el palacio principal de Asgar. De esta forma se aseguraban de que quedaba protegido de todo aquel que quisiera atentar hacia ellos y en especial a la alta aristocracia de la corte. La envidia y la traición estaban a la orden del día.

Para pertenecer al selecto grupo de la corte y tener la vida solucionada hasta tus tataranietos al menos, había unas condiciones cuando menos interesantes y dignas de mención. La primera de todas era la más obvia, por derecho de nacimiento, al parecer la sangre todavía seguía teniendo algo de valor entre ellos. Luego también podías conseguir una entrada directa si salvabas la vida de uno de la realeza o incluso los amantes también eran bienvenidos a la corte. 

Aunque había otra forma de entrar, la razón por la que se reunían todos los habitantes de Asgar con el nacimiento del primogénito en Bagdad. No importaba quienes fueran tus padres o la clase social a la que pertenecieras, si la Corona Triscal se iluminaba al ponértela eras uno de ellos. Esa era la magia de la fiesta, todo Asgar esperando que la dulce madre les hubiera bendecido. El beso de la diosa Triscalliya.

En el mismo corazón de la capital, nuestra protagonista estaba llena de emoción por presenciar por primera vez Los Juegos del Triscal. Se levantó a primera hora del alba porque los nervios no la dejaban dormir en tranquila. Preparó corriendo toda la casa, porque necesitaba quitarse las tareas del hogar cuanto antes para poder ser una dulce chica por una noche. Había quedado con un forastero apuesto hace dos noches y le prometió que le enseñaría todo Bagdad.

No se podía creerse que se hubiera fijado en ella, con tantas damas que había durante estas fechas. Tenía que esforzarse en demostrar que había hecho una buena apuesta, que no se iba a arrepentir. El vestido que llevaría era simple, pero si madre le había ayudado a hacerlo, no podían permitirse ropa mucho más lujosa y menos para un único día. Pero podía mejorarlo, podía añadir una pizca de flores aromáticas en su ropa para que resultara más impresionante. Fue a la cocina a reunir todas los ingredientes necesarios, pero le faltaba una flor un poco extraña de encontrar que solo crecía en los bosques.

Sabiendo que había dejado todo organizado en casa, no se lo pensó ni un segundo en salir de la ciudad amurallada y coger la flor de cristal de la pradera en frente del Bosque de los Lamentos. Como podéis comprobar tenemos a una protagonista muy valiente, sin una pizca de temor a los cuentos de brujas que se cuentan por ahí

—Solo estaré fuera unas horas, cogeré las flores suficientes y volveré a casa—. Se dijo en voz alta para reunir fuerzas. —Y cuando llegue la noche me lo pasaré genial.

Ya habían pasado quince años desde el terrible suceso y nunca ha vuelto a pasar nada. Lo que hubiera en el bosque podría haberse ido o simplemente había muerto, ninguna bestia duraba tanto en la mundo salvaje. El viento empezó a rugir con más fuerza cuando salió de los muros de Bagdad, era algo normal, pero siempre daba un poco de respeto dar los primero pasos lejos de la protección del hogar.

Se conocía el camino a la perfección, había acompañado a su padre cientos de veces a por las hierbas medicinales que crecían en la pradera. Llegó antes de lo que pensaba, se arrodilló y empezó a arrancar con ayuda de una pequeña hoz una flores de color azul cielo. Repitió la operación hasta que cogió diez de esas flores. Después le echó un líquido plateado que llevaba colgado en su cuello para extraer la esencia de cristal de las flores. Cuando terminó la extracción, se metió los cristales en el bolsillo en los bolsillos y se levantó para irse a casa.

Sin embargo, desde el Bosque de los Lamentos, el viento cantaba una extraña sinfonía convocando a nuestra protagonista a su encuentro. La recordaba a la nana que sus padres le cantaban cuando era pequeña, la voz tenía un tono muy dulce y se preguntó quién estaría en el bosque. 

—¿Hay alguien ahí? — nadie respondió pero la canción se oyó con más fuerza. —¿Estás bien? ¿Necesitas ayuda? —Dijo acercándose.

Seguía sin haber respuesta, pero la curiosidad la mataba por dentro. Necesitaba saber quién estaba dentro del bosque, no conocía a nadie con el suficiente valor ni estupidez como para intentarlo. Paso a paso fue adentrando siguiendo la canción que susurraban los árboles. Cada vez entendía mejor la canción, trataba sobre una niña pequeña que por no hacer caso a sus padres se perdió en el bosque. Era una nana muy conocida en Bagdad, pero había una parte de la canción modificada. Cuando ya estaba suficientemente adentrada en el bosque, se dió cuenta de que ya estaba oscureciendo y no sabía cómo salir de ahí. Intentó volver sobre sus pasos, pero la tierra había borrado todas las huellas que había dejado.

Los pájaros empezaron a graznar a su alrededor mientras sentía unos ojos observándola desde lejos. Una rama se partió cuando empezó a caminar hacia atrás y fue ahí cuando el pánico se apoderó de ella. Empezó a correr como si no hubiera un mañana, sin una dirección clara. Lo que no sabía es que se estaba adentrando en lo más profundo del bosque. Se empezaron a escuchar pisadas a cada vez más cerca y no eran las suyas. Había algo que se acercaba, que la estaba acechando. Que la estaba cazando.

Corrió durante horas, chilló, pidió auxilio, pero todo el mundo estaba en la ceremonia, nadie imaginaba que estaría en el bosque y menos a esas horas de la noche. Cuando sus piernas dejaron de responderle y su garganta le ardía de tanto gritar se rindió. Lo último que vio antes de morir fueron unos dientes que se le clavaron en el cuello.

Creo que me había equivocado de protagonista... La próxima vez espero no fallar.

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⏰ Last updated: Mar 04 ⏰

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