35. El puente de los enamorados

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Me había levantado y me dirigí a la cocina de la residencia para preparar algo y llevarle a Jake antes de que se levantara. Ava se encontraba de espaldas hablando por el celular, la iba a saludar, pero me detuve.

—Es que si me hubieran hecho caso no se hubieran equivocado y hubieran cazado al indicado.

Se me hizo un poco extraño, traté de no darle importancia porque seguramente no la tenía. Me vio y me saludó con la mano, para luego despedirse de la persona que estaba del otro lado del teléfono y terminar la llamada.

—Buenos días —le digo cuando termina.

—Buenos días —dijo con una sonrisa—. Qué raro verte por aquí en las mañanas.

—Sí, Jake es el de la cocina, yo no tanto —me reí.

—Sí, Jake siempre viene.

—Hoy pienso llevarle hago sencillo, porque tampoco sé mucho. Pensaba que unos huevos fritos, tocino y hot cakes con mantequilla, porque sí, él prefiere la mantequilla que la miel.

—Bueno, te deseo suerte. La comida de Jake está en la nevera de la derecha. —Comenzó a irse.

—Gracias. Oye Ava.

Se dio la vuelta para verme.

—Dime.

—No es por ser chismoso, pero ¿Con quién hablabas?

—Con mis padres.

Agaché la cabeza.

—Perdóname, es que...

—Las chicas ya me contaron, no te preocupes, entiendo tu preocupación.

—Está bien, de nuevo perdóname.

—No te preocupes, nos vemos luego. —Sonrió.

Era claro que Ava no tenía nada que ver con los chicos de las máscaras, no tenía sentido, era Ava. Había pasado toda la noche pensando en eso, temiendo por nuestra seguridad. Solo quería que todos estuviéramos bien. Ya habían pasado varios días de tranquilidad, pero eso no me ponía feliz porque seguí con esa espinita.

...

Jake seguía dormido. Coloqué su comida en su escritorio. Me metí a su cama y lo abracé, le besé la espalda y me quedé oliendo su cuello que a pesar de que aún seguía en la cama, se podía sentir muy bien el olor a su perfume. De la nada se dio la vuelta de forma brusca y nos encerró dentro de las sábanas.

—Atrapado —dijo intentando sonar como un monstruo.

—Oh, no, el monstruo me atrapó —dije tratando de sonar aterrorizado, para luego reírme.

Me abrazó y comenzó a darme besos como loco.

—Te amo, maldita sea. —Me volvió a besar.

—Contrólate —me burlé.

—Rayitos, tú me vuelves loco, de verdad.

—Detente que me sonrojo.

—Me gusta que te pongas rojo.

—Te amo... Aún no encuentro un apodo —me quejé conmigo mismo.

—Puedes decirme, no sé, ¿papi?

Y me reí, me reí como si hubiera visto el chiste o la caída más graciosa del mundo.

—¿De qué te ríes? Yo soy tu papi, todo tuyo.

Easy LoveWhere stories live. Discover now