Noche de luna llena

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Coloqué el último plato limpio en el estante, después de haberlo secado con un paño, y dejé escapar un suspiro. Al bajar la mirada, la casa resplandecía, impecable y renovada. Eran casi las 11:00 p.m. según el reloj de pared. Cansado, ascendí al segundo nivel, decidido a descansar en mi habitual lecho. Aunque agotado, planeaba podar el césped delantero al amanecer. Estaba seguro de que superaría mi fatiga y me levantaría al mediodía.

Al acercarme a la puerta de mi habitación advertí que la perilla estaba desajustada. Al abrirla, lo primero que capturó mi atención fue Lowell, imponente en su silueta. Reposaba en la silla del balcón, atento a su espada negra. Los intensos ojos rubí no se despegaban del acero que pulía. Las palabras que me había confiado más temprano, "No quiero que sufras el destino de Cruz", resonaban aún en mi cabeza sin hallarles sentido.

¿Qué intentaba decirme? Su enigma y el aura que lo envolvía eran indescifrables; discernir los pensamientos de un rey demonio no era tarea sencilla.

Con un susurro melancólico, cerré la puerta tras de mí y me dirigí hacia él. Los penetrantes ojos de Lowell se apartaron lentamente de su espada de ébano al percatarse de mi presencia. Su mirada, antes intimidante, se suavizó al encontrarse con la mía. Sentí como si estuviese preparado para sostenerme si titubeaba, aunque había dejado claro que no era tan vulnerable.

Exhalé profundamente y avanzando hacia él me posé en su regazo, ocultando mi rostro en el refugio de su hombro mientras lo abrazaba fuertemente.

Su cuerpo resistió mi peso sin esfuerzo. Lowell, callado, inclinó la cabeza para observarme con atención. "Estoy agotado y me invade el sueño", murmuré, apoyando los labios sobre su hombro sólido.

"Ya es tarde, deberías dormir", su voz grave resonó cerca de mi oído y exhalaba cálido aliento sobre mi piel. A pesar de sus palabras, me aferré aún más a él, temerosa de que me instase a separarme. "No quiero descansar sola", protesté. "Permaneceré aquí, contigo".

Sin moverse, declaró con firmeza que no importa qué ocurriera, nunca me abandonaría.

Su paciente suspiro resonó ante mi terquedad. ¿Por qué no me apartaba? Traté de tomar su mano; todavía estaba allí, acariciando suavemente mi espalda y permitiéndome quedarme en su regazo hasta sentirme pleno. Admiraba su paciencia impresionante. Consciente de mis caprichos, aceptaba mi comportamiento, algo que otros seguramente nunca harían.

Expresé repentinamente en susurro mi deseo eterno de estar a su lado. Ese deseo interrumpió el silencio que nos envolvía. La mano que me acariciaba se detuvo momentáneamente antes de que Lowell, con su calidez habitual, continuara su suave recorrido por mi espalda.

"Te acompañaré siempre", aseguró.

"Es imposible", contesté entre risas leves, aún acurrucada en sus hombros. Era consciente de la brecha entre nosotros: él, un demonio y yo, una humana. Los mundos a los que pertenecíamos eran diametralmente opuestos. "Algún día moriré, y tú te llevarás mi alma. No podemos permanecer juntos indefinidamente, Lowell."

"Pero mientras viva, estaremos juntos", afirmó sin dejar que terminara. Sus ojos escarlata, transmisores de una seriedad imperturbable y sin rastro de broma, me obligaron a apartar la mirada de su hombro para enfrentarlos. "Te digo que es un imposible." "Aunque te quedases solo en alma, no te abandonaría", añadió él.

"¿Crees en mis palabras?", preguntó con aquella calma tan característica. Tras su rostro, cuyos pensamientos eran un misterio, me cuestionaba qué estaría planeando.

"Creo en ti", le respondí con una sonrisa, provocando que la seriedad de su semblante se esfumara. Sus cejas relajadas y sus ojos mostraban una paz inusitada.

HEART DEVILDonde viven las historias. Descúbrelo ahora