Parte 7

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Pedro estuvo en shock por varias semanas después de que regresó a Estados Unidos. Su padre había intentado convencerlo de que no lo hiciera, pero se rehusó a quedarse allí pensando en ella, recordándola.

Pensó que si volvía y conseguía un trabajo pronto, las cosas pasarían rápido, pero no fue así. Pasaba por la peor de las rachas, hacía años que no conseguía un buen papel, su carrera no había despegado como quería y comenzó a frustrarse por eso.

Jim lo había llamado varias veces después de esa conversación, pero no quería hablar con él, no quería saber nada más. No quería saber por qué Ana no le había dicho nada, aún cuando se quedaba pensando en eso todas las noches.

Probablemente lo odiaba, o no. Nunca podría saberlo, creía conocerla y en su mente, Ana no se lo había dicho para no hacerle daño, para no preocuparlo. Pero no lo sabía, había pasado tanto tiempo que tal vez simplemente eran dos desconocidos con una especie de lazo tormentoso que no lo dejaba estar tranquilo.

Habían pasado tres meses cuando volvió a recibir una llamada de Jim, Pedro no contestó. Pero luego volvió a llamarlo y decidió responder únicamente para decirle que lo dejara en paz. Allí en medio de la calle mientras caminaba hacia el metro para ir a su última audición. Había prometido que si no conseguía ese papel, dejaría su carrera como actor.

–Ya te quitaste la culpa de encima, ahora deja de llamar. –le dijo en cuanto presionó el contestador. Pero Jim no le hizo caso.

–Espera... necesito tu ayuda.

Cuando Pedro escuchó que Jim también estaba enfermo, se quedó parado en medio de la calle con el teléfono en la mano, procesándolo.

–No quiero que las niñas lo sepan. –dijo él del otro lado de la línea. –Pero no sé a quién más llamar. Estoy atrapado, si me pasa algo... no puedo dejar a Agnes con todo esto.

–Lo que me estás pidiendo... es una locura. –le dijo en un suspiro. –Es una locura. –repitió casi para sí mismo.

¿Qué iba a pasar si Jim se moría? ¿Qué iba a pasar con sus hijas? Quedarían huérfanas, sin nada más que ellas mismas. Pedro entendía que Agnes ya era una adulta, pero no se imaginaba lo que significaría para ella haber perdido a su madre y después a su padre también.

–Lo sé. –parecía que Jim estaba llorando. –¿Crees que no lo pensé?

Pedro le prometió a Jim otra llamada y luego audicionó. Fue la audición más emocional que había tenido en su vida, para la televisión. Si tenía éxito, interpretaría a un padre en medio de un apocalípsis zombi, que perdería a su hija y luego comenzaría a cuidar de otra niña hasta que finalmente establecería un lazo paternal con ella.

Nunca había interpretado a un papá, ni tenía idea de lo que era ser uno. Pero después de esa conversación con Jim, tenía los sentimientos a flor de piel y supo exactamente cómo hacerlo.

Una semana después, tenía que decidir si aceptar el papel... o ir a Londres.

Cuando se lo contó a su hermana, ella abrió mucho los ojos y se quedó mirándolo desde el otro lado de la mesa de la cafetería en la que se habían reunido.

Pedro se llevó ambas manos al rostro y sintió ganas de llorar.

–No puedo decirte qué hacer. –le dijo después de unos segundos. —Eso sólo puedes saberlo tú.

–Lo sé, es horrible, es horrible... dios mío.

–Pobres niñas. –dijo Javiera. –Pobre Jim.

–Pobre de él. –dijo Pedro con ironía.

–Está enfermo, Pedro, no puedes culparlo por eso. No puedes culparlo por lo que le pasó a Ana.

–No lo puedo creer... –él miró hacia otro lado, su pierna se movía con nerviosismo bajo la mesa. –Después de todo lo que me he esforzado, cuando por fin voy a conseguir un papel importante, maldición. ¿Qué tengo que ver yo con esas niñas? Ni siquiera me conocen, apuesto a que ni siquiera saben quien soy.

–Claro. –Javiera se recargó en el respaldo de la silla y lo observó mientras perdía la cabeza frente a ella. Pedro tenía el cabello desordenado y la mandíbula tensa.

–¿Qué pasa si no les caigo bien? ¿Qué pasa sin Jim muere?

–Bueno... no pensemos en lo peor.

–¿Pero y si sucede? ¿Acaso espera que me haga cargo de ellas?

–¿Su hermana mayor no es lo suficientemente mayor para hacerlo?

–Quizás. –Pedro suspiró. –¿Sabes lo que pasaría, Javi? Que si me voy a esa maldita casa, voy a querer tanto a esas niñas que jamás podré regresar.

–O puedes quedarte y vivir la fama que siempre has querido, sin culpa. Mientras menos sepas de ellas mejor.

Pedro alzó ambas cejas sorprendido por esa indiferencia.

–Quiero decir. –Javiera se aclaró la garganta. –Sé que son las hijas de Ana, pero ¿no hubiera querido ella que cumplieras tus sueños? Por algo no te dijo que... estaba enferma.

–O porque me odiaba. –Pedro se cubrió los ojos con una mano, frustrado. Estaba cansado de pensar en eso, cansado de recordarla tanto y ahora de preocuparse por sus hijas.

–No lo creo, Pedro. –su hermana puso una mano sobre la de él. –Ana no odiaba a nadie, ni siquiera a sus padres.

–Lo sé... eso lo hace aún peor.

–Si te hace sentir mejor... te apoyaré en lo que decidas.

Y O U [Pedro Pascal / Precuela] TERMINADAWhere stories live. Discover now