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Eran las siete y media de la tarde y Julián, ya bañado, estaba teniendo una crisis de indecision con la ropa que se iba a poner para la cena con la madre de Enzo.

Tenía como fijo un jean negro que iba con todo, pero el problema venía siendo la parte superior de su outfit. No sabía si ir con alguna remera porque le parecía muy desinteresado, pero una camisa era muy formal y medio que no daba.

Encima tenía el labio roto y un pómulo medio enrojecido por la pelea en la que había estado involucrado el día anterior, de la cual ahora estaba completamente avergonzado, se había rebajado a un pelotudo y había terminado yéndose a las piñas, -intentaba ignorar esa parte y centrarse en que había sido la bronca acumulada-. Se maquilló un poco el cachete con una base que Paulo le consiguió vaya a saber de dónde, para que no se notara el golpe pero con el labio no había nada que hacer.

En medio de su estrés, Paulo ya se había adentrado a su habitación a sermonearlo diciendo que "Dale, boludo. ¿Qué le va a importar a la señora cómo vas vestido? Ponete esa remera que te queda facha, con el buzo negro ese que te compraste la otra vez y listo, encima podés ir así al boliche después. Dos por uno". Su amigo parecía ser siempre la voz de la razón.

Se probó por última vez las dos camisas que se había puesto hace diez minutos, determinó que no le gustaban, y le terminó haciendo caso a Paulo. A veces deseaba ser más como los demás y ponerse cualquier cosa que le quedaría bien y no tendría que padecer tanto dilema cada vez que sale.

Su celular comenzó a sonar con un mensaje de Enzo, que había insitido en pasarlo a buscar por más que le dijo mil veces que se podía ir en Uber, el morocho tenía esas atenciones con él que lo hacían suspirar.

Se acomó el pelo ya casi seco frente al espejo de cuerpo completo del pasillo, fue a su pieza a ponerse el perfume de situaciones especiales, salió y antes de caminar al comedor volvió a darse una mirada fugaz por última vez.

Manoteó sus llaves y billetera de la mesa y respondió el mensaje de Enzo diciéndole que estaba bajando.

–¡Me voy, nos vemos! –le gritó a su amigo desde la puerta.

–¡Suerte, hermano!

Bajó por el ascensor mirando con una sonrisa la foto random que le acababa de mandar el menor, tirándole un beso con los ojos cerrados. Al salir del edificio se lo encontró apoyado en su auto a unos metros de la entrada, con las manos en los bolsillos de su jean ancho. Estaba igual de hermoso y fachero que siempre, con una remera oversize blanca y la clásica gorra negra con la visera para atrás.

Lo vio acercarse con una sonrisa y antes de sentir sus brazos envolverlo, sintió su fuerte perfume, seguido de su cabeza enterrada en su cuello, donde dejó un beso que lo hizo estremecer.

–Hola –lo saludó Julián, abrazándolo por el cuello.

–Hola –respondió Enzo todavía en su escondite, salió de ese lugar para mirar a Julián a los ojos y sonreírle con dulzura, regalándole un beso en los labios para sellar el saludo –. ¿Vamos? –Julián asintió con la cabeza y esperó a que el menor rodeara el auto y se suba para subirse él tambien.

El camino a la casa del menor fue ameno y cómodo, con canciones de una playlist que ambos habían armado sonando de fondo y charlas triviales sobre sus días o temas que surgían en el momento. Aún así, Enzo notaba el nerviosismo de Julián por la manera en que su pierna se movía rítmicamente de arriba a abajo y que no paraba de estrujarse las manos e intentar sonarse los dedos, que ya parecían cansados de apretarse tanto entre ellos.

la pizza  | julian x enzoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن