Capítulo 4

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— Lionel — El Omega a medio despertar, hace un sonidito para que el otro siguiera hablando. Le es fácil reconocer esa voz gruesa y algo rasposa, porque desde que Benja se mostró muy interesado por su aroma, la rutina de todos cambió y Sergio se veía obligado a pasar más tiempo junto a Messi — Benjamín tiene fiebre.

— ¿Qué tiene qué? — Se sienta de golpe en la cama. De repente todo el sueño acumulado se va y la preocupación se instaló. Su pecho sube y baja con rapidez, mientras se levanta de la cama — ¿Le tomaste la temperatura?

— Mmm... no. No sé hacer eso. — Lionel, para ese entonces, ya estaba prendiendo las luces de todo el departamento — ¿Qué hago?

— Agarrá un termómetro y vení; con cuidado y tranquilo, por favor — Ruega, yendo a la cocina para tomar agua.

— ¿Quién te pensás que soy? Obvio que voy a tener cuidado — Su tono de voz es raro, pero Lionel no le da mucha importancia al comentario. Corta la llamada y solo puede quedarse esperando.

Ellos llegan casi diez minutos después. El nene duerme en los brazos de su padre y Sergio no parece estar de buen humor, por lo que no hace más que acercarse y quitárselo con suavidad.

Él lo reconoce.

Lionel quitó el parche antes de que ingresaran al departamento y Benjamín lo reconoció. Su llanto comenzó y Messi siente un hueco en el pecho, porque cada vez que están juntos el nene llora a mares.

Su madre dice que es normal y que sí llora tanto, es porque encuentra un lugar seguro en él.

Se aferra a eso para no sentirse mal.

— ¿Hace cuánto está así? — Pregunta una vez en el sillón.

— No sé, me despertó Nino y lo fui a ver.

— ¿Vos me hablas en serio? — Chilla incrédulo; mientras el pequeño se remueve en sus brazos.

Cumplía casi las dos semanas de estar en Manchester y en el cuidado de Benjamín se dió cuenta que Agüero era un padre algo raro. Suponía que era su manera de ser y que no todas las familias eran iguales a la suya.

— ¿Qué querés decir? — Todavía está en la puerta. Lionel lo mira de reojo, pero no dice nada, solo limpia las lágrimas de Benja y trata de tranquilizarlo con sus feromonas. Él responde bien a eso. Suspira y en cuestión de segundos está dormido, en los brazos del rosarino, otra vez.

— ¿Vos estás un poco interesado en tu hijo, Sergio? — Se levanta con Benjamín en brazos y se dirige a la habitación. El Alfa a sus espaldas lo sigue. — ¿Estás al pendiente de él? ¿Sabes qué cosas les gustan y qué no? ¿Sos realmente su papá? — Hace las preguntas casi a la defensiva. Dejando al nene en la cama para empezar a quitarle la ropita. Estaba lleno de su propio sudor.

— No entiendo por qué tanto interés, Messi. Vos sos un empleado, no deberías cuestionar nada y solo hacer tu trabajo —  Responde a la defensiva también. Lionel no hace más que quitarse la remera del pijama y nuevamente sostener al nene en sus brazos.

— Mi trabajo es cuidar de él en horas laborales. De ocho a seis. Esto está fuera de horario y, sin embargo, lo estoy atendiendo igual, porque vos no sabés ni como ponerle un par de medias. — No sabe por qué dice eso, pero está enojado.

Lionel entra al baño y abre la llave del agua caliente, luego la fría y la templa hasta dejarla tibia, pero más fría. Se mete a la ducha con el nene. Sergio está en la puerta del baño con la mandíbula tensa y su ceño fruncido habitual.

— ¿Me estás pidiendo que te pague horas extras?

— Te estoy pidiendo que dejes de ser tan estúpido. Estoy realmente cansado de tu actitud soberbia. Ni siquiera parece importarte el cuidado de tu hijo.

— ¿Vos qué sabés? No es cómo sí me vieras con Benjamín siempre; no sabes como soy con él.

— ¿Y por qué el nene parece estar huyendo de vos cada vez que lo venís a buscar? — Esta vez lo mira, pero no deja de acariciar los cabellos mojados del pequeño que hasta ahora, no se mosqueó por el agua. — ¿No te parece raro que quiera aferrarse a mí, que me conoce hace días que estar con vos, papá?

Y eso último molesta a Agüero. Su fuerte aroma lo delata, pero Messi no es cualquier Omega.

Las feromonas de Sergio no generan nada en él.

Sí algo le enseñaron sus padres, fue a jamás quedarse callado y decir las cosas de frente. De todas maneras, Jorge le hubiese dado un golpecito en la nuca sí lo hubiera escuchado hablar con ese tono tan raro en él.

Sabía que quizás estaba bastante fuera de lugar, pero poco le importaba. Él no le responde nada a eso, pero su aroma tan fuerte despierta a Benjamín

Él está confundido, pero busca otra vez el aroma dulzón del rosarino. — ¿Leo?

— ¿Sí, mí amor? —  Lo mira de reojo, mientras acepta la toalla que Sergio le pasa. Le seca el pelo y luego la espalda.

— Me duele — Explica tocándose la cabecita.

— Ya no te va doler más, mí vida —  No sabe qué más decirle, pero eso lo deja tranquilo. Se recuesta nuevamente sobre el pecho del Omega y se queda ahí hasta que Agüero lo toma en brazos para llevarlo a la habitación en lo que Lionel cambiaba su ropa.

Escucha las quejas del nene y sonríe, porque le da una sensación rara saber que solo lo quería a él.

Sale del baño con un pijama seco y se recuesta en la cama junto al pequeño, ignorando el hecho de tener a Sergio del otro lado de la cama.

Benjamín está usando el brazo de su padre como almohada y Lionel solo está de costado mirándolo, hasta que el nene se quedó dormido.

— ¿Él va a estar bien? — Pregunta el padre.

— Sí, Sergio. Mañana lo llevaré al pediatra igual, para controlar todo.

— Lo llevamos —  Corrige y Lionel asiente, con mucho sueño como para contestar algo más — Descansa, Leo.

— Avísame cualquier cosa.

— Sí.

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⏰ Última actualización: Mar 07 ⏰

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Entre aromas dulces - Kunessi [Adaptación]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora